Varios gobiernos latinoamericanos enfrascados en aplicar agresivas políticas neoliberales con nefastas consecuencias para sus poblaciones infantiles, no han comprendido el pensamiento del apóstol cubano José Martí cuando expresó que los niños son la esperanza del mundo y nacen para ser felices.
El Fondo de las Naciones Unidas para la Educación y la Infancia (Unicef) define que la pobreza infantil puede perdurar de por vida, tanto a nivel físico como emocional, limita seriamente la capacidad de aprendizaje y condiciona la productividad de la persona en el futuro.
Datos de ese organismo señalan que 600 millones de niños viven en la pobreza; a 131 millones se les niega el derecho a la educación; 352 millones están obligados a trabajar; más de dos millones son forzados a ejercer la prostitución o utilizados en la pornografía, y un altísimo número muere a consecuencia de enfermedades prevenibles o son víctimas del tráfico de seres humanos.
En América Latina el panorama es muy complejo si se tiene en cuenta que, según el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) hasta el 60% de los niños entre 0 y 4 años pertenece a un hogar donde sus madres no tienen trabajo o padecen mediocres condiciones laborales.
Si durante los gobiernos democráticos de Luiz Inacio Lula da Silva y de Dilma Roussef en Brasil, se logró sacar de la pobreza a 40 millones de personas, en su gran mayoría menores de edad, gracias a los programas sociales que se instauraron. Ahora con el inconstitucional régimen de Michel Temer, el 40,2 % de los niños y adolescentes viven en esa situación.
Los datos publicados por la ONG Fundación Abrinq, tomados del informe Escenario de la Infancia y la Adolescencia, revelan que 5,8 millones viven en pobreza extrema (el 13,5%); Cerca de 4 millones de niños viven en favelas y el 17,5 % de las adolescentes han tenido hijos antes de los 16 años.
La educación está casi solo garantizada para los estratos altos de la sociedad, pues los menores de edad de las capas menos favorecidas deben laborar desde tempranas edades para ayudar al sustento familiar. En el gigante sudamericano, 2,6 millones de infantes están obligados a trabajar.
En la Argentina neoliberal de Mauricio Macri, el 48,5 % de los menores viven en la pobreza y el 17,6 % asiste a comedores comunitarios, según una investigación de la Universidad Católica. Adicionalmente el estudio arrojó que el 18,2 % vive en hogares donde no es posible cubrir las necesidades básicas; el 10,23 % sobreviven en condiciones de indigencia y 22 % en hacinamiento.
Las políticas instauradas por Macri han incrementado enormemente esa situación. El diario La Nación asegura que el 28 % de los niños no tiene una prenda de vestir nueva, y los menores entre 2 y 17 años muestran déficit en el consumo de verduras y de alimentación en general.
En Ecuador la situación ha dado un vuelco con respecto a los gobiernos anteriores de Alianza País dirigido por el entonces presidente Rafael Correa pues si en 2016, 168 530 niños se veían obligados a trabaja para ayudar a sus familiares, en 2018, con el gobierno de Lenin Moreno la cifra se elevó a 256 424, según números oficiales aportados por el Ministerio de Inclusión Económica y Social. Más de un millón de niños de 1 a 8 años presentan desnutrición.
El Centro Internacional para Investigación de Derechos Humanos de Guatemala informó en un reciente estudio que el Estado no invierte en los grupos de menores edades, lo cual incide en casos de desnutrición y pobreza.
Los programas de seguridad alimentaria para familias campesinas guatemaltecas se encuentran en completo abandono. Por problemas de desnutrición mueren numerosos niños. En 2018 el gobierno, que no tiene interés para resolver esa situación, solo invertirá el 0,58 % del Producto Interno Bruto en ayuda alimentaria a esa población.
Un documento de la Unisef asegura que el 25,5 % de los niños chilenos se hallan en situación de pobreza y agrega que siendo una nación tan desigual, la cifra puede ser mayor.
Cristián Dueñas, sociólogo y director del Observatorio de Desigualdades de la Universidad Diego Portales, resalta que la mayoría de las condiciones de bienestar se tienen que generar en la niñez, “y acá ese por ciento de niños vive en hogares con ingresos 60 % inferior a la mediana”.
Otro mal ejemplo es el de Perú donde 3 000 000 de niños laboran en las más disímiles tareas como son el comercio ambulante, los servicios domésticos, minas, producción de ladrillos y en la agricultura. Por las mismas necesidades económicas están impedidos de estudiar o desarrollar actividades propias de su edad.
El Ministerio de Trabajo indicó que el 70 % de ellos labora en el sector agrícola, lo cual hace más altas las condiciones de explotación, a la par que la salud de ellos se encuentra en alto riesgo debido a que se mantienen en constante contacto con químicos para abono y fumigación.
La Organización Internacional del Trabajo (OIT) alertó que 50 000 menores peruanos los hacen en minas artesanales con ínfimas condiciones de protección y asegura que al menos 10 000 niños y adolescentes son explotados sexualmente en el país.
Otros dos casos lamentables son los de Colombia y de México, pues en el primero uno de cada tres niños vive en condiciones de pobreza multidimensional; el 15,3 % de la población ocupada es menor de 17 años y lo hacen en labores de sobre explotación.
La Escuela Nacional Sindical de Colombia (ENS) afirmó que el desempleo de los padres o sus precarias condiciones laborales, el limitado acceso a programas de educación, salud, alimentación y recreación, sumados a la inseguridad en los barrios y la pobreza producida por la desigual distribución de la riqueza nacional, siguen siendo las causas principales del trabajo infantil en Colombia.
En cuanto a México, el Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática, aseguró que 3,5 millones de menores de 14 años se ven obligados a trabajar, mientras que de los 55 millones de pobres en el país, alrededor de 28 millones son menores de edad.
Degradantes panoramas infantiles muestran esas naciones latinoamericanas (y otras como Honduras, Guatemala o Paraguay) los que se acrecentarán si esos gobiernos continúan aplicando extremas políticas neoliberales.
Hedelberto López Blanch, periodista, escritor e investigador cubano.
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