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miércoles, agosto 29, 2018
Josep Fontana: “La revolución vio nacer el poder de los soviets”
Muere a los 86 años el historiador catalán Josep Fontana. Compartimos una entrevista que le realizamos con ocasión del centenario de la Revolución rusa.
Compartimos esta entrevista a Josep Fontana realizada en marzo de 2017.
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Fontana es catedrático emérito de Historia de la Universitat Pompeu Fabra de Barcelona y autor de más de una decena de libros. El intelectual catalán acaba de publicar, a los 84 años, un libro dedicado a analizar el impacto que de Revolución Rusa en la historia de los últimos cien años.
“El siglo de la Revolución” recorre los principales acontecimientos mundiales desde la guerra de 1914, la Revolución de octubre, el contagio de los Consejos obreros hacia Europa y su derrota -debida fundamentalmente al papel de la socialdemocracia-, el ascenso del fascismo, la crisis de los años 30 y la represión del estalinismo. En sus páginas se encadenan, a través de un relato ágil, los sucesos que llevan a la Segunda Guerra Mundial, el período de entreguerras, los vientos de cambio del mayo francés y, finalmente, el gran reflujo de la lucha de clases con el auge del neoliberalismo.
A diferencia de la historiografía liberal que demoniza la Revolución rusa, Josep Fontana propone “recuperar la historia de aquella gran esperanza frustrada en su dimensión más global, que encierra también nuestras luchas sociales.”
A propósito de la publicación de su último libro, lo entrevistamos y nos responde desde su casa en Cataluña.
En su último libro, El siglo de la Revolución, señala que la Revolución rusa de 1917 ha marcado la trayectoria de los cien años siguientes. ¿En qué sentido ha sido así y por qué?
Lo que trato de explicar es hasta qué punto el miedo, no tanto al nuevo estado soviético como a la expansión de las ideas del comunismo, marcó la evolución política del mundo a lo largo de estos cien años, combinando la represión con el “reformismo del miedo”, al cual debimos conquistas como el “estado del bienestar”. Hasta que la desaparición de este miedo, hacia 1975, inició el reflujo que nos ha llevado a la actual situación caracterizada por una desigualdad creciente.
La derrota de la Comuna de París en 1871 marcó un reflujo de la lucha de clases y un rumbo reformista para la socialdemocracia, que renunció a la revolución como vía de transformación social. Usted señala que la Revolución rusa marca una trayectoria opuesta, un nuevo modelo de praxis revolucionaria. ¿Qué herramientas y estrategias claves aporta esa experiencia?
La revolución rusa empezó en febrero de 1917 de una forma que nadie había previsto. Con los dirigentes revolucionarios en Siberia o en el exilio, una huelga de obreras de las fábricas textiles desencadenó un movimiento que acabó con la monarquía y vio nacer el poder de los soviets o consejos de trabajadores, soldados y marineros. Eran unas condiciones nuevas, que Lenin pensó que podían permitir que se iniciase un proceso como el que Marx había previsto en la “Crítica al programa de Gotha” de 1875, en que desautorizaba el modelo evolutivo y reformista que proponían los partidos socialdemócratas.
La historiografía liberal sostiene la tesis de que la Revolución Rusa no fue una revolución, sino un golpe de estado minoritario. Usted, en cambio, sostiene que fue un proceso social profundo, basado en las demandas de obreros y campesinos. ¿Puede señalar algunas cuestiones centrales que desmienten las tesis liberales sobre la Revolución de 1917?
La toma del Palacio de Invierno en octubre de 1917 hubiera quedado en una mera anécdota si la revolución no hubiese tenido desde el primer momento el apoyo, no solo de los obreros, sino también de los soldados, los marineros y, sobre todo, de los campesinos.
Richard Pipes, el ex asesor de la CIA en tiempos de Reagan, dice en una entrevista publicada en España hace unos días que “La Revolución Rusa fue uno de los sucesos más trágicos del siglo XX. No hubo absolutamente nada positivo ni grandioso en aquel acontecimiento. Entre otras cosas, arrastró a la humanidad a la II Guerra Mundial.” ¿Qué respuesta merece esta afirmación?
Pipes no sólo era un asesor, sino que dirigía el “team B” que pretendía corregir las deficiencias de la CIA. Las delirantes previsiones de Pipes, que suponía que la economía de la URSS estaba creciendo a un ritmo acelerado, cuando había iniciado su decadencia, y que Moscú se estaba preparando para realizar un ataque nuclear a los Estados Unidos, valiéndose de nuevas armas de una fantástica potencia fueron rápidamente desautorizadas. Lo que cuesta entender es que alguien recurriese a este personaje en 2017 como una autoridad historiográfica en este campo.
En Rusia, las verdaderas dificultades no estuvieron en el momento de la Revolución y la toma el poder, sino que comenzaron después, con la guerra civil. La gran pregunta es: ¿cómo resistieron los bolcheviques y cómo logró perdurar la revolución?
La guerra civil se ganó con el apoyo del nuevo ejército rojo, pero también, y yo diría que, ante todo, con el de los millones de campesinos que no estaban dispuestos a volver atrás, devolviendo sus tierras y su libertad a los señores. Reconstruir una economía destruida por estos años terribles obligó a empezar de nuevo la construcción de la nueva sociedad, en condiciones mucho más difíciles de las que existían a fines de 1917, cuando Lenin pensaba que se podía avanzar en unos pocos meses. Era un nuevo comienzo y exigía un nuevo programa.
¿Había posibilidades reales de que la Revolución se expandiera a Europa? ¿Qué papel jugaron los partidos socialdemócratas?
Parece claro que Lenin era demasiado optimista cuando en abril de 1917 dijo en la estación de Finlandia: “Esta guerra entre piratas imperialistas es el comienzo de una guerra civil en toda Europa. Uno de estos días la totalidad del capitalismo europeo se vendrá abajo. La revolución rusa que vosotros habéis llevado a cabo ha preparado el camino y ha inaugurado una nueva época”. Tan solo en Alemania pareció que era posible repetir algo semejante; pero la alianza del Partido socialdemócrata con el ejército lo hizo imposible.
Usted afirma, basado en nuevos documentos desclasificados en los últimos años, que entre 1936 y 1939 fueron fusiladas en la URSS alrededor de 700.000 personas por el estalinismo. ¿Cómo fue ese período y qué consecuencias tuvo para el curso de la Revolución?
Es posible que la revolución se hubiese podido salvar por la vía que proponía Bujarin, prolongando la NEP y desarrollando los programas de planificación que se estaban preparando en los años veinte. Pero Stalin optó por la industrialización forzada, que exigió desde el primer momento el uso de la violencia y que condujo a despilfarrar los recursos de la economía campesina. La nueva oleada de represión de 1936 a 1939 surgió de un miedo irracional a los enemigos que se suponía que amenazaban la continuidad del estado soviético. Una de sus consecuencias fue que los recursos se destinaran ante todo a consolidar y reforzar el estado, en lugar de a desarrollar la transformación de la sociedad.
A 100 años de la Revolución Rusa, ¿qué legado piensa que es importante retomar para las nuevas generaciones?
En la medida en que el ejemplo de la revolución rusa alimentó en todo el mundo las esperanzas de millones de hombres y mujeres que aspiraban a establecer sociedades más igualitarias y democráticas, pienso que hay que valorar lo que significó a escala global. Sin ese impulso no se hubiesen conseguido grandes conquistas como la descolonización de África o la eliminación de la pobreza y el hambre en China. Ni otras, menores si se quiere, pero significativas, que se lograron en muchos países. Por poner un solo ejemplo local: sin la fuerza que Comisiones Obreras habían alcanzado a la muerte de Franco, sus sucesores no se hubiesen visto obligados a pactar una transición a un régimen formalmente democrático. En momentos de retroceso social como el presente pienso que la lección que habría que retener es que, ante los grandes problemas, cuando el reformismo es insuficiente, es necesario aspirar a cambiar el mundo.
Josefina L. Martínez
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