lunes, noviembre 12, 2018

Elite: la clase obrera va al paraíso



Recientemente estrenada, la serie de Netflix Elite -producida en España con parte del elenco de La casa de papel- nos propone la colisión de dos mundos antagónicos.

El hecho maldito viene dado por el ingreso de tres estudiantes de un sustrato económico medio-bajo, beneficiados por una beca de estudios, en el colegio más privilegiado de España, al que los ricos mandan a sus hijos para convertirlos en “la elite” del mañana. El disparador narrativo es la muerte de uno de los personajes en el primer capítulo, que pondrá en tensión a cuál de estos mundos pertenece el autor o autora del crimen.
Los elementos polémicos aparecen de entrada: este “boleto al paraíso” aparece como una compensación a los estudiantes por el derrumbe del techo de la escuela a la que asistían, otorgada por un exitoso empresario de la construcción que a lo largo de la serie es señalado como el responsable del siniestro edilicio.
La monotonía y previsión de la juventud curtida en cuna de oro es sacudida por el arribo de estos elementos exógenos: una chica musulmana perteneciente a una familia tradicionalista; un joven entusiasta, sin nada para perder, decidido a probar suerte y prosperar en el mundo de los ricos, y por último un joven trabajador precarizado, escéptico del laboratorio social al cual asiste.
Aunque el entorno estudiantil hace algo difusas las diferencias de clase, y la vida de los protagonistas parece por momentos entrelazarse superando las barreras sociales, las complicaciones que envuelven a los personajes harán que tarde o temprano la supervivencia de quienes menos tienen aparezca enfrentada con los privilegios de los burgueses (que han amasado sus fortunas estafando al erario público). De allí la máxima de los protagonistas de cerrar filas con los suyos cuando las papas queman.
Las divergencias se manifiestan también en cuanto al trato que reciben ambos sectores cuando se ven involucrados en problemas judiciales. Mientras unos, autores de crímenes millonarios, son puestos en libertad gracias al pago de suntuosas fianzas, a otros la vida de cárcel los deja con cargas económicas inabordables, que pasan a representar una amenaza directa a su subsistencia. Es el propio régimen el que tensa la brecha entre unos y otros.
La serie trata temas como la diversidad de género y la sexualidad desde una óptica liberal-progresista que revela rápidamente sus límites, al dejar de lado la injerencia de la Iglesia católica y del Estado y concentrarse en la polémica con las posiciones conservadoras de la familia musulmana, con ecos de ese laicismo reaccionario desplegado en buena parte de Europa contra los migrantes. Respecto al aborto, aparece una posición abierta, que coloca la cuestión en los términos de la realidad de su práctica por encima de la idiosincrasia de los protagonistas.
No solo las tensiones presentes empujan a que se rompan los vínculos entre estos mundos; también presionan por momentos a algunos de sus integrantes a “saltar” al otro lado. Ya se ha anunciado la edición de una segunda temporada de la serie: habrá que ver de qué lado se inclina el fiel de la balanza.

Marcelo Mache

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