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jueves, mayo 14, 2020
Suecia, otro campeón del nivel de vida contra las cuerdas
El “modelo sueco” frente al coronavirus cobró fama por estos días en nuestro país, a raíz de un comentario crítico de Alberto Fernández en una conferencia de prensa. En comparación con su vecina Noruega, que aplicó medidas de cuarentena, la displicente Suecia registra una cantidad mucho más alta de muertes y de contagios.
El país, un mito de la calidad de vida, cuenta ya con 27.909 infectados de coronavirus y 3.460 fallecidos al 13/5. Esto en una población de 10 millones de habitantes. Sus bares están abiertos, sus escuelas también. Sus industrias trabajan con normalidad. Aunque famosos epidemiólogos de esa nacionalidad afirmen que no tiene sentido el confinamiento, las muertes son una elocuente refutación.
Suecia mantuvo a todo vapor la actividad económica con el propósito de resguardar los beneficios empresarios y evitar una caída mayor de la economía, que contrajo su producto bruto en 2019, en el marco de la crisis mundial, como fruto de un retraimiento del consumo interno y de sus exportaciones que le dan al PBI un 30% del total, y de la insolvencia en la que han caído de sus empresas. Como resultado de esta circunstancia hubo una pérdida de varios miles de puestos de trabajo (entre ellos los sucedidos en el pulpo telefónico Ericsson) y 3.000 en (algo casi simbólico de la situación) la Agencia Pública de Empleo.
El país nórdico viene experimentando un acelerado desmantelamiento de lo que se conoce como el “Estado de bienestar”. Esto ha provocado un hundimiento político de la socialdemocracia, que pasó de registros históricos del 40 a 45% de los votos al 28,4% de la última elección (2018). El primer ministro Stefan Löfven fue reelecto con enormes dificultades. Formó un gobierno de minoría con los verdes, y debió contar con la abstención de la centroderecha y el Partido de la Izquierda (excomunistas) para lograr su investidura en el parlamento. En tanto, explotando la crisis social, ha emergido una formación ultraderechista y xenófoba, los Demócratas Suecos, que salió tercera en los últimos comicios y plantea la salida de la Unión Europea.
Para lograr su reelección, la socialdemocracia hizo mayores concesiones a la derecha y el capital.
El Estado ha bajado las cargas impositivas a la industria, no obstante lo cual los capitalistas suecos fugan capitales para eludirlas. En cambio, la presión fiscal se acentúa sobre los trabajadores que sufren una exigencia tributaria cercana al 40% de sus salarios, a lo que hay que añadir el endeudamiento colosal en el que están los hogares suecos, de un 180% en relación a sus ingresos.
A la par de esta confiscación, se viene desarrollando un fuerte recorte en el gasto público que impacta entre otras cuestiones en las prestaciones a los desocupados, y se transfirió a la salud privada la atención de ambulancias. Cabe mencionar que para facilitar los despidos (algo anterior a la pandemia), el gobierno redujo las indemnizaciones. Algo muy sensible ahora en el contexto de la pandemia es que el personal de los geriátricos tiene el nivel salarial más bajo y lo constituyen los trabajadores inmigrantes, no protegidos por los convenios colectivos de trabajo. Ahora, con la pandemia ha habido demandas de estos trabajadores por la falta de insumos protectores.
En el transcurso de la pandemia, la ministra de economía, Magdalena Andersson ha anunciado que el porvenir inmediato es de mucha gravedad, que se traduce en una baja del 3,8% del producto bruto, una desocupación del 9% y un endeudamiento del 30% al 40% del PBI. Por otra parte, debe decirse que los pulpos Volvo, Scania de automóviles y camiones, y Norweigan (en Suecia) están despidiendo miles de trabajadores.
El gran paraíso del norte de Europa ve caer su maquillaje ante el vendaval de la decadencia del capital. Pero los sindicatos suecos no están a la altura de las necesidades y desafíos de su clase obrera, que cuenta con antecedentes de lucha (en 2017 una importante huelga portuaria en Gotemburgo). La confederación de trabajadores suecos ha firmado un pacto social con la confederación de empresas suecas, denominado Acuerdo de Paz en el que se prohíben las acciones colectivas (acción directa, huelgas de trabajadores) solo con la firma de un grupo reducido de trabajadores. El partido gobernante (socialdemócrata) es una expresión de los intereses de la patronal, y sus sindicatos responden a él. Sin embargo, ha comenzado una leve ruptura en un sector marginal, por su número, formado por trabajadores precarizados (mensajería, abastecimiento y limpieza) que han comenzado a organizarse con medidas de acción directa.
La lucha contra la pandemia, por la salud y la vida de la clase obrera sueca está atada a la necesidad imperiosa de la construcción de un partido revolucionario de la clase obrera, de la expulsión de la burocracia sindical, en la perspectiva de la lucha por un gobierno de los trabajadores y en el marco de la lucha por los Estados Unidos Socialistas de Europa.
Roberto Gellert
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