En la última década, Myanmar ha visto cómo se desarrollaba su economía gracias a la producción textil. En 2018, los sueldos base de las trabajadoras textiles, que representan casi un 90% de la fuerza de trabajo de este sector, era de 900 euros.
Como consecuencia de la pandemia, más del 70% de los trabajadores de la zona han visto sus salarios recortados o los dejaban de cobrar, debido al confinamiento obligado y a la cancelación de encargos de las marcas occidentales. Las mujeres, del textil, que habían obtenido el reconocimiento de sus derechos laborales en 2018, se han visto obligadas a recurrir a la prostitución.
A partir del golpe de estado del 1 de febrero, estas mismas trabajadoras han pasado a liderar el movimiento por el restablecimiento de la democracia. Algunas líderes de la federación sindical de trabajadoras textiles de Myanmar han tenido que huir de sus casas por temor a represalias. Para un país que exporta casi 6.000 millones de euros en prendas, según los datos de la cámara de comercio de Myanmar, el trabajo de estas mujeres es crucial. La respuesta de las obreras ha sido la huelga general, que se ha ido transformando en un levantamiento armado. La conciencia de sus derechos laborales se sintetiza en la consigna del movimiento: “Ahora estamos luchando por todo el país, no somos personas pasivas. Necesitamos democracia porque necesitamos derechos”.
El desarrollo consecuente de este planteo lleva a la revolución proletaria con apoyo de sectores medios y campesinos.
Norma Giménez
03/04/2021
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