Ha pasado apenas una semana desde que Trump y Milei firmaron el Acuerdo Marco que debe preceder a un tratado comercial y el Wall Street Journal advirtió que los “bancos norteamericanos han archivado el plan de rescate de 20 mil millones de dólares para Argentina”. Al plan en cuestión se le había adjudicado el objetivo de financiar el pago de los vencimientos de la abultada deuda externa de Argentina, hasta diciembre de 2027. Con esta promesa de asistencia financiera se procuraba reducir el llamado ‘riesgo país’ y habilitar al Tesoro de Argentina a renovar los vencimientos mediante emisiones de nueva deuda en el mercado internacional. En octubre pasado, ese riesgo había alcanzado los 1500 puntos, o sea una sobre tasa de once unidades por encima del rendimiento a diez años del Tesoro estadounidense. Luis Caputo, un mesadinerista ansioso, había prometido usar el rescate para recomprar deuda antes de su vencimiento, para poder hacer él ‘la gran Bessent’, o sea pagarla por debajo de su valor nominal e inscribir un beneficio en las cuentas del Tesoro argentina. “No more”. Los tres bancos más grandes del mundo no consiguieron las garantías, en Estados Unidos, para respaldar ese rescate. Bessent les dijo que no podía comprometer el dinero de los contribuyentes y la Reserva Federal de Nueva York tampoco consiguió avales para la operación. En esta entidad los bancos mencionados poseen el 12% del capital. El fracaso es una señal contundente de que el plan financiero de Milei y Caputo, elogiado hasta en la China, no goza de la confianza del capital internacional.
Aunque sobrevive, en apariencia, el famoso “swap” de monedas por (también) 20.000 millones de dólares, las evidencias no lo confirman. Se atribuye a ese ‘swap’ la compra del equivalente en pesos de 2.8 mil millones de dólares, por parte del Tesoro norteamericano, que sostuvo el valor de la moneda argentina en la previa de las elecciones recientes. Pero todo indica que fue una operación puntual, ejecutada a través de bancos locales, aunque acaba de aparecer el asiento contable en el Banco Central. En calidad de ‘swap’, el gobierno norteamericano tiene anotados 900 millones de dólares en otra moneda, los “derechos especiales de giro”, que no forman parte del tráfico normal de divisas. De modo que este famoso “swap” está en la vitrina, “para que se mire, pero no se toque”, o sea que no forma parte de ninguna clase de rescate, como bien insiste Scott Bessent. Lo que este secretario comprobó para su disgusto, es que el sostén que brindó a la moneda argentina ha servido para el crecimiento de las importaciones desde China, su archirrival, que rompen el mercado con mercancías baratas.
Pero Luis Caputo está obstinado en defender el dólar bajo para abaratar el valor de la deuda externa en término de pesos y financiar su pago mediante los recursos del Tesoro argentino, o sea de un ajuste cada vez más agudo. En la misma línea, crear un mercado para el ingreso de dólares que buscan realizar una diferencia entre la elevada tasa de interés local y la tasa internacional. Al revés causado por el retiro del rescate de los grandes bancos, ha vuelto a la maniobra de pedir préstamos “repo”, que ofrecen activos internos como garantía, una tasa de interés jugosa y un plazo de repago de algunos meses. Parece convencido de que sin un riesgo electoral hasta dentro de dos años, puede manejar el desequilibrio macroeconómico que genera su política en connivencia con los bancos internacionales – sus ex patrones. Confía en el viento a favor del llamado “efecto riqueza” que causa la enorme valorización en bolsa de las acciones de las grandes empresas tecnológicas, mantenga en funcionamiento el circuito financiero internacional. Gita Gopinah, la ex número dos del FMI, ha calculado lo contrario, en un artículo para The Economist, en octubre - el mayor estallido financiero en ciernes de toda la historia moderna, por la magnitud de la destrucción de riqueza que se llevaría puesta. La clase media que redondea sus ingresos con la especulación bursátil quedaría en ruinas. La renuencia del mercado financiero en apoyar a bancos y sus “fondos fuera de balance” para una operación de rescate, pone en evidencia que una devaluación del peso es irresistible. Empobrecería brutalmente al empobrecido trabajador de Argentina, pero incentivaría, eventualmente, mayores ingresos por exportaciones e inversiones extranjeras y pondría un torniquete a la sangría causada por las importaciones y el turismo exterior.
La clase obrera debe tomar conciencia de esta situación para encarar el desafío de luchas grandísimas.
Jorge Altamira
21/11/2025

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