jueves, abril 10, 2008

La economía española, en la senda de la recesión

Los trabajadores no pueden pagar los platos rotos del caos capitalista

En paralelo al agravamiento de la situación económica en EEUU y a nivel mundial, cada día se publican nuevos datos que apuntan a un empeoramiento acelerado de la economía española. Ya nadie niega, ni siquiera el gobierno, que la coyuntura económica ha cambiado sustancialmente, aunque siga defendiendo que la perspectiva es de "desacelaración" y no de "recesión", para quitar hierro al asunto. Un sector de la burguesía, sin embargo, parece apostar por decir las cosas más claras e ir preparando el terreno para justificar medidas de ajuste drásticas contra los trabajadores. No son pocos los análisis que hacen paralelismos con la crisis de 1973, e incluso con el crack de 1929. En todo caso, lo que es evidente es que la clase obrera debe prepararse para un cambio brusco y de mucho calado del escenario económico; un cambio que puede marcar la legislatura que acaba de empezar y tener profundas implicaciones políticas, sociales y sindicales.

Desplome en la construcción

Ahora la crisis se está centrando en el sector de la construcción, el segmento de la economía que más ha tirado del crecimiento económico de los últimos años. Los datos comparativos entre el 2006 y el 2007, publicados recientemente, son bastante contundentes: la compraventa de pisos ha disminuido un 27%, los visados para nueva vivienda un 50%, la concesión de hipotecas un 28%, la facturación de las agencias inmobiliarias un 18,7%. Pero incluso estas cifras, debido al desfase con que la estadística recoge las operaciones, ocultan la verdadera gravedad de la situación. Algunos especialistas del sector de la construcción apuntan que lo más probable es que la caída interanual de la compraventa de viviendas, a fecha de hoy, puede ser de un 40%. Estamos ante un verdadero desplome.

Implicaciones en el conjunto de la economía

La burbuja ha estallado y el problema es que a pesar de la artificiosidad con la que ha sido alimentada durante años dejará un rastro bastante real en la economía, agravando la situación de los demás sectores de la economía e incluso amenazando a todo el sistema financiero. En este sentido, las cifras son también bastante claras: aunque estrictamente el peso de la construcción representa aproximadamente el 11% de la economía española (datos de 2006) y emplea al 12,5% de los trabajadores (datos de 2005), si contamos la incidencia directa e indirecta de la construcción en la economía representa un 30% del conjunto de la producción. Sólo desde el punto de vista del desempleo que la crisis de la construcción va a provocar (que los propios empresarios del sector sitúan en más de 600.000 en un año, e incluso algunos pronostican 1,2 millones en dos años) se deduce su efecto negativo en el conjunto de la economía. El consumo de las familias afectadas disminuirá bruscamente.

Implicaciones en el sector financiero

Pero el aspecto que verdaderamente está preocupando a la burguesía, aunque traten de minimizar el problema de cara a la opinión pública, es las implicaciones que la crisis del sector inmobiliario puede tener en el sector financiero. Como decía recientemente un articulista de El País, la Banca financió la fiesta y ahora ha llegado la hora de hacer las cuentas. El problema es que nadie sabe realmente la profundidad del agujero, por más que todos los días alguien recuerde que el sector financiero español "no tiene nada que ver" con el de EEUU. Los datos son escalofriantes: los créditos relacionados con la construcción suponen el 60% del total de los créditos concedidos por los bancos y cajas de ahorros. Según los últimos datos hechos públicos por el Banco de España, entre la construcción, la promoción y los créditos hipotecarios, las entidades financieras han prestado 1,075 billones de euros, lo que supone el 61% de su cartera. El crédito a la industria de la construcción ha sido el que ha experimentado un mayor crecimiento en los últimos años: 21,5% de media al año entre 2003 y 2007.

Apalancamiento y quiebras

Mientras los precios subían las empresas constructoras y promotoras inmobiliarias pedían dinero a espuertas y los bancos lo concedían sin problemas; no pasaba nada porque el dinero prestado se recuperaba rápidamente, los pisos se vendían sobre plano, antes de empezar a construir. Se podía trabajar con un gran volumen de deuda, recurriendo al famoso apalancamiento, debido a la rapidez y la rentabilidad del negocio. Pero ahora el "ciclo virtuoso" se ha roto, convirtiéndose, en "ciclo vicioso" en el que un factor incide en el otro, pero en una espiral descendente. Empresas aparentemente "sólidas" resulta que no lo son tanto. El ejemplo de la empresa inmobiliaria Cosmani es ilustrativo: tiene activos valorados en 1.600 millones de euros, una cantidad muy superior a su deuda de 350 millones. ¿Cuál es el problema? Que, como indica la prensa, "algunos activos carecen ahora de liquidez para pagar la deuda". El valor de los pisos, de los terrenos, de la acciones bajan porque nadie los quiero comprar... pero la deuda contraída no varía y hay que devolverla.
Como consecuencia de esta situación muchas empresas, grandes y pequeñas, ya han entrado en suspensión de pagos, como Grupo Sánchez, Llanera, Prasi, Seop, Ereaga, etc. Otras tratan de salvarse renegociando su deuda con la banca. De hecho, en estos momentos se están renegociando 16.000 millones de euros entre las inmobiliarias y la Banca. Es evidente que el problema ya no es del sector de la construcción sino del sector financiero. No es extraño que, con estos datos, el presidente de Caja Madrid, Blesa, haya declarado que "costará mucho erradicar el temor de los inversores" hacia el sector financiero español y que los bancos internacionales crean "que después de la crisis en EEUU debería tocarle el turno a España" (El País, 30-3-08).

Morosidad

Se han vertido ríos de tinta en los últimos meses para afirmar la fortaleza del sistema financiero y conjurar la perspectiva de una crisis similar a la de las subprime en EEUU. Uno de los argumentos preferidos es la baja tasa de morosidad de los créditos, que no supera el 1%, frente al 2,5% de la media europea, o el 7% al que se llegó en el Estado español en la crisis de los 90. Sin embargo esto puede cambiar rápidamente, y así lo ponen de manifiesto los datos más recientes. En el año 2007 los créditos impagados han crecido un 50%. En el mes de enero de 2008 se registró la mayor subida mensual desde 1994. Los datos anteriores se refieren a la morosidad en general, pero el punto más caliente está en la morosidad relacionada con la promoción inmobiliaria, que se ha incrementado un 130% en diciembre de 2007 en relación al mismo mes de 2006. El segundo incremento más pronunciado de la morosidad se ha producido en las hipotecas, que en el conjunto de 2007 creció un 96%. Las entidades financieras disponen de un colchón de 34.000 millones, pero estas provisiones desaparecerían si la morosidad alcanzase el 5%. Todos los analistas apuntan que la crisis inmobiliaria no ha hecho más que empezar y que tendrá una incidencia negativa durante años. ¿Acabará arrastrando al sistema bancario? No lo podemos descartar.

¿Cambio de modelo de crecimiento?

Ante la perspectiva, cada vez más perceptible, de la crisis, el gobierno ha reiterado su apuesta por otro "modelo de crecimiento" basado en la inversión tecnológica y la producción de mercancías de "alto valor agregado" que sustituya al "ladrillo" basado en la utilización "intensiva" de la mano de obra. Pero todo esto son sólo palabras. Los empresarios, que deberían ser los protagonistas de este maravilloso esquema, tienen bastante claro por donde tienen que ir los tiros. La utilización intensiva de la mano de obra, la explotación pura y dura de los trabajadores, debe mantenerse y profundizarse. Fue la receta para el "milagro" de la economía española y sigue siendo la receta para la recesión. Entre medias, no ha habido ningún reparto de pastel.
En un reciente comunicado la CEOE hace un cínico y enérgico llamado a la moderación salarial: "En resumen, es imprescindible en España la adopción de medidas que corrijan el desequilibrio cada vez mayor que sufre nuestro país por la evolución de los salarios en los últimos años, que, a pesar de registrar avances moderados, han crecido más que en la zona euro, y de la productividad, que desde 2004 ha sido siempre superior en la zona euro que en España". Estos chacales jamás estarán satisfechos y ahora quieren apretar las tuercas con el chantaje del desempleo si los salarios no se deprimen todavía más. La patronal de la construcción, además de esto, exige incentivos fiscales e inversión en obra pública para paliar la crisis del sector. Es decir, que con dinero de todos se les salve de una situación en la que se han metido sin preguntar a nadie.

El nuevo gobierno

Aunque los ministerios no estén completamente configurados y el esquema de apoyos parlamentarios no esté formalmente decidido, los hechos ya son suficientemente significativos de la naturaleza que va a tener el nuevo gobierno del PSOE. En primer lugar Solbes, muy respetado en el sector empresarial y financiero, será uno de los pilares del gobierno. Todo indica que en el área económica también se integrarán Miguel Sebastián y otros "cuadros" del BBVA. En relación con los pactos, todo indica que habrá entendimiento con el PNV y con CiU, cuyas concepciones en materia socioeconómica son iguales a las del PP.
En un contexto de crisis, el margen de maniobra para contentar a los pobres y a los ricos, a trabajadores y empresarios, se hará aún más estrecho. El PSOE volvió a ganar las elecciones por el apoyo de la clase obrera y para hacer una política distinta a la del PP, pero la presión de la burguesía se va a intensificar muchísimo en las próximas semanas y meses: querrán el dinero público para salvar sus empresas y sus bancos, no para pagar a desempleados o mejorar la sanidad pública.
Se están acumulando todas las condiciones para un duro enfrentamiento entre las clases. En una situación de este tipo la necesidad de poner las organizaciones de la clase obrera a la altura de las circunstancias se hará más urgente que nunca, empezando por los sindicatos, cuya política pactista es una receta desastrosa para la defensa de los intereses de la clase obrera. Hay que exigir a los dirigentes de CCOO y UGT que se nieguen rotundamente a aceptar cualquier "paquete de medidas urgentes" que implique una descarga del peso de la crisis sobre las espaldas de los que menos tienen. No más pérdida del poder adquisitivo, no más despidos, ninguna transferencia del dinero público a los bolsillos de los ricos. La inmensa mayoría de la sociedad no tiene la culpa de los desaguisados provocados por un sistema, el capitalista, que funciona al servicio de unos cuantos privilegiados e irresponsables.
Más que nunca será necesaria la lucha y las ideas del marxismo para acabar con el capitalismo.
E.M.

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