Roberto Morejón
Las muy bien dotadas tiendas de la cadena estadounidense Wal Mart presentan sorpresivas limitaciones de ventas de arroz, todo un acontecimiento en una sociedad que se ufana de que nada falta y se vive para el consumo indomable.
Las restricciones en las ventas del cereal en ese tipo de establecimiento estadounidense reflejan algo más que una coyuntura comercial, pues existe el temor de que sea el reflejo de la crisis de los altos precios de los alimentos a nivel planetario.
Antes que los ejecutivos de Wal Mart, otros funcionarios, incluso presidentes de varias naciones, ya habían apelado a medidas urgentes para paliar lo que ya se valora como un inconveniente incremento de precios de los alimentos.
El gobierno de Brasil suspendió las exportaciones de arroz procedentes de las reservas públicas y pedirá a los empresarios privados hacer lo mismo, en aras de proteger el mercado interno y compensar las subidas de precios del cereal.
La medida adoptada por el gigantesco país coloca en situación precaria a varios Estados africanos, cuyos gobiernos solicitaron al presidente Luis Inacio Lula Da Silva la venta de arroz, tal vez a precios menores a los ya prevalecientes en el mercado mundial.
Lo cierto es que el saco de arroz de 50 kilos pagado al productor ha subido 41 por ciento en el último mes en el mercado de Brasil, donde ese cereal, los frijoles negros y las telenovelas siempre están de moda.
La subida de precios del arroz en Brasil No es un caso aislado porque los cereales, aceites y productos lácteos se han duplicado en el mundo en tres años y como consecuencia generaron conflictos sociales en Etiopía, Egipto, Bangladesh, México y Haití.
Por supuesto, la inflación castiga mayormente a los países más pobres, incluidos en la lista de 36 países inmersos en una crisis alimentaria, de acuerdo con informes de la FAO, organización especializada de la ONU.
El presidente del Banco Mundial, Robert Zoellick, resumió el efecto inmediato de la crisis en que 100 millones de personas en el mundo están cayendo en la pobreza más baja.
Tal y como denunciara oportunamente el líder cubano Fidel Castro en varios de sus habituales artículos de opinión, la producción de biocombustibles figura como una de las causas de la espiral de precios de los alimentos en el planeta.
La revista médica británica The Lancet apuntó recientemente que en su intento de ser autosuficiente en biocarburantes, Estados Unidos subvenciona la producción de etanol, obtenida, entre otras cosas, del maíz, un cultivo al que se ha dado prioridad en ese país.
El volumen de "maíz" consumido actualmente por los vehículos en Estados Unidos cubriría las necesidades de importación de 82 países en los que falta comida, denunció la publicación.
Si a la descabellada combustión de alimentos añadimos el cambio climático y los subsidios agrarios en el Norte industrializado, ya tendremos el rosario de causas esenciales de la galopante subida de los costos de los alimentos.
Después de que el trigo y el arroz aumentaran en 130 y 120 por ciento, respectivamente, durante el 2007, podía esperarse cierto llamado a la cordura, pero la fiebre de los biocombustibles parece inconmovible, sin importar las hambrunas regionales, algo tal vez considerado como una simple anécdota
Radio Habana
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