martes, febrero 09, 2010

El futuro de la revolución cubana. La construcción del socialismo y el debate sobre la igualdad


Un reciente informe publicado por Unicef, titulado Progreso para la Infancia, un balance sobre la nutrición, revelaba el porcentaje de niños con malnutrición en el mundo: 28% en África Subsahariana, 17% en Oriente Medio y África del Norte, 15% en Asia Central y el Pacífico, 7% en Latinoamérica y el Caribe y un 27% en otros "países en desarrollo". Cuba no padece esta lacra, ha sido el único país de América Latina y el Caribe que ha eliminado la desnutrición infantil severa. Periódicamente se organizan cumbres de jefes de Estado o similares, en las que se proclaman solemnes compromisos para erradicar el hambre, trazándose metas que nunca se cumplen (de hecho, la crisis capitalista mundial ha incrementado la cifra de personas con hambre en otros 167 millones) y que en Cuba ya se superaron hace décadas, y no sólo en relación a la alimentación, sino también a la educación y a la atención sanitaria.

Propiedad estatal y planificación, base de las conquistas sociales

Es a este tipo de cosas tan concretas y tan importantes para la vida a lo que nos referimos cuando hablamos de las conquistas de la revolución cubana. Sin embargo, pocas veces se menciona que todas estas conquistas sociales históricas de la revolución cubana han sido posibles gracias a la propiedad estatal de los medios de producción y la planificación económica. Fue la expropiación de los grandes capitalistas nacionales y monopolios imperialistas, que se produjo tras el triunfo revolucionario de 1959, lo que permitió a esta pequeña isla dar un paso de gigante.
El hecho de que no se produjese la reinstauración del capitalismo a principios de los 90 en Cuba, pese a la debacle económica que significó la caída de la URSS en 1989 (Cuba perdió repentinamente el 85% de su comercio exterior y su producto interior bruto decreció un 33% en términos absolutos), se explica fundamentalmente por las enormes reservas políticas que conservaba la revolución, producto de los avances de toda la etapa anterior. Sin embargo, desde entonces, se tomaron toda una serie de medidas, en principio justificadas por una situación de grave emergencia -apertura a la inversión extranjera, potenciación del turismo como fuente de divisas, la legalización del dólar, la descentralización del comercio exterior, la legalización parcial y controlada del trabajo por cuenta propia y algunos negocios, etc.- que alimentaron tendencias procapitalistas en la sociedad cubana.
Estas tendencias amenazaban con llegar a un punto de no retorno y fuera de control, poniendo en peligro el futuro de la propia revolución cubana. A partir de 2003 el gobierno cubano tomó una serie de medidas con el fin de contrarrestarlas. Se limitaron las concesiones a los negocios particulares, se recentralizó el comercio exterior, se eliminó la circulación del dólar sustituyéndolo por el peso convertible (CUC). Las barreras al negocio privado ralentizaron parcial y temporalmente el ritmo del proceso de diferenciación social, pero no lo eliminó. La instauración del CUC permitió un mayor control del Estado sobre la moneda, pero no eliminó la existencia de un mercado especial que sigue jugando el mismo papel social pernicioso que antes el dólar. La única moneda con la que se puede comprar en las tiendas donde hay cierta variedad de productos básicos es el CUC, y el acceso al peso convertible mantiene una división de la sociedad cubana entre los que pueden hacerlo (mediante remesas del exterior, contacto con el turismo, etc.) y los que no. Un médico o un profesor, pueden ganar menos en un mes que un portero de un hotel en un día. Esta realidad actúa como un disolvente contra el sentido colectivo del trabajo y mina la confianza en el futuro y viabilidad de la revolución, haciéndola más vulnerable a la reacción capitalista. No obstante, a los factores económicos y políticos internos se unen los externos, que en determinados momentos pueden potenciar o inhibir el apoyo a la revolución.

Efectos políticos y económicos de la revolución venezolana

La irrupción de la revolución en Venezuela, con la elección de Hugo Chávez en 1999, dentro del acusado giro político a la izquierda que se produjo en toda América Latina, ha tenido indudablemente un impacto en la sociedad cubana y en los mismos círculos dirigentes. Sobre todo después del golpe de abril de 2002, abortado por la heroica actuación de las masas venezolanas y el subsiguiente proceso de radicalización de la revolución, con Hugo Chávez hablando claramente de socialismo y estrechando los vínculos de Venezuela con Cuba. Tampoco fue casualidad que el giro hacia la recentralización en Cuba, antes mencionado, y sucesivas reafirmaciones públicas y rotundas por parte de Fidel sobre el carácter irreversiblemente socialista de la revolución cubana, se dieran precisamente en estas circunstancias internacionales, cuando los vientos soplaban fuertemente hacia la izquierda, despejando el espeso polvo de reacción que había levantado la caída del Muro.
Desde el punto de vista económico la revolución venezolana supuso un respiro importante para Cuba. Podemos afirmar que entre 2003 y 2007 Venezuela fue el factor determinante para sacar la economía cubana del estado de estancamiento en el que se encontraba1. No obstante, los efectos positivos de las relaciones comerciales con Venezuela, que apenas revelaron el potencial que supondría la planificación conjunta de ambas economías, no han sido suficientes para contrarrestar los efectos adversos de la crisis económica mundial. A finales de 2008 los huracanes causaron daños equivalentes al 20% del PIB. En 2009 los precios mundiales del níquel, el principal rubro del país, se desplomaron un 40%, cayeron las remesas de los familiares que viven en el extranjero y si bien el número de turistas aumentó, sus gastos en la isla disminuyeron un 12%.

Las reformas del compañero Raúl Castro

El influjo de la revolución venezolana se combinó con las difusas expectativas de cambio respecto a las reformas que llevaría a cabo Raúl Castro, tras asumir la dirección efectiva del país a raíz de la enfermedad de Fidel, y que se identificaron generalmente con la perspectiva de mejora de la economía. Fue en este contexto cuando, en julio de 2007, el compañero Raúl llamó a un amplio debate y reflexión sobre los problemas y necesidades de la población. Durante más de un año se celebraron miles de asambleas y reuniones, en las que participaron, según datos oficiales, unos cinco millones de personas (sobre una población de diez millones). De hecho, en la sociedad cubana había una efervescencia política perceptible a flor de piel.
Sin embargo, muy poco se supo, de forma sistematizada y oficial, de los resultados del debate, pese a que se reflejaron muchas opiniones en actas. Las medidas prácticas más relevantes que el gobierno tomó y que presentó como consecuencia de aquella discusión, fue permitir el acceso de la población cubana a la compra de teléfonos móviles y otros bienes de consumo más sofisticados, así como la posibilidad de utilizar los hoteles, es decir, satisfacer una demanda entre aquellos sectores de la sociedad que habían acumulado más poder adquisitivo en los últimos años.
No obstante, en estos años las reformas económicas planteadas han sido abundantes pero no han evitado que aquel entusiasmo inicial por los cambios y la mejora de la situación económica se haya ido disipando. Además, se ha vuelto a aplazar de nuevo la convocatoria del congreso del PCC, en el que se suponía que se iban a discutir cuestiones trascendentales para el futuro de la revolución, incluido el "modelo de socialismo"2. El congreso se ha sustituido por una conferencia, sin debate político, para renovar la dirección.
En junio de 2008 se anunció la eliminación del techo salarial y se estableció una relación entre el salario y el "rendimiento" laboral. El viceministro de Trabajo, Carlos Mateu, explicó la medida del siguiente modo: "el trabajador ganará lo que sea capaz de producir". En junio de 2008 el gobierno cubano declaró su intención de retrasar la edad de jubilación en cinco años. En junio de 2009 se legalizó el pluriempleo, con el objetivo oficial, entre otros, de posibilitar "que los trabajadores incrementen sus ingresos".
En septiembre de 2009 el gobierno anunció los primeros pasos para la supresión de los comedores obreros y sustituirlos por una asignación monetaria. En Cuba existen 24.700 comedores obreros, en los que cada día comen 3,5 millones de trabajadores del Estado. El diario Granma señaló que el objetivo era "liberar al país de una carga que no puede ni está en condiciones de seguir llevando". Todos los demás "subsidios" y "gratuidades" están siendo cuestionados abiertamente, incluida la libreta de racionamiento, uno de los pilares fundamentales de las conquistas sociales de la revolución, en vigor desde los años sesenta. Hay una fuerte campaña a favor de su eliminación en los medios oficiales.
En enero el gobierno ha anunciado la eliminación del seguro de desempleo y ofrecerá a cambio, según noticia publicada en BBC Mundo (3/02/2010), un "trabajo productivo". Salvador Valdés, máximo dirigente de la Central de Trabajadores de Cuba, justificó la medida diciendo que el "Estado no puede continuar subsidiando a los trabajadores que queden disponibles".
Todas estas medidas se han justificado en la línea de intensificar la "productividad del trabajador" y restringir los gastos sociales a menudo calificados como "irracionales". Osvaldo Martínez, presidente de la Comisión de Asuntos Económicos de la Asamblea Nacional y Presupuestos del Estado, apuntó en diciembre los ejes centrales de la política económica para 2010: "dar prioridad a las producciones o servicios que generen ingresos por exportaciones y reducir los gastos sociales hasta niveles compatibles con las posibilidades de la economía, impulsar la sustitución de importaciones movilizando el potencial existente, aunque todavía no aprovechado".
Paralelamente se están tomando medidas para "blindar" de los recortes a los sectores rentables de la economía. BBC Mundo señala que "entre las medidas más novedosas tomadas por el Parlamento [en diciembre de 2009] está la descentralización financiera de las actividades más rentables para el país. Incluyen dentro de este plan al níquel, el turismo, la biotecnología, la aviación, el ron y el tabaco". Según informa este medio, estos sectores tendrán "esquemas cerrados de financiamiento". Otra innovación es que el resto de las empresas dejarán de ser financiadas por el Estado y empezarán a funcionar en base a créditos bancarios, que deberán pagar con sus ganancias.
La sustitución de determinadas importaciones por producción interna, como la alimentación (Cuba tiene que importar el 85% de los alimentos que consume, fundamentalmente de EEUU) está relacionada con el proceso de paulatina liberalización de la producción agrícola. Una de las primeras medidas de Raúl Castro fue la entrega de tierras ociosas en régimen de usufructo a agricultores privados. "Se impone liberar en esta esfera, como en todas las demás, a las fuerzas productivas de restricciones para su desarrollo", dijo, y aseguró que los campesinos podrán "vender directamente en el mercado los excedentes, bajo las reglas de la oferta y la demanda". Las granjas familiares y las cooperativas ocupan un 20% de las tierras agrícolas en Cuba, pero producen el 60% del arroz, 65% de la leche y 80% del frijol y el maíz.

La campaña oficial contra el ‘igualitarismo' y las ‘gratuidades'

Estas medidas hay que analizarlas conjuntamente con los cambios que se han producido en las esferas de decisión económica. Raúl reemplazó a la mayoría del gabinete económico que heredó de Fidel con miembros del ejército y cuadros civiles familiarizados con el llamado Modelo de Perfeccionamiento Empresarial, cuyo principio fundamental es el de la rentabilidad. Desde hace ya mucho tiempo se ha forjado un vínculo claro entre el ejército y los sectores más rentables de la economía cubana. El ejército dirige el 30% de las empresas, que producen más del 64% de las divisas que entran al país y el 60% del PIB. Según una estadística oficial hecha pública, de las 844 compañías de su sistema apenas el 7% registró pérdidas comparado con el 38% del resto de las empresas estatales.
No menos importantes que las medidas está siendo la justificación ideológica y teórica que las acompañan.
En julio de 2008, Raúl Castro dijo en la Asamblea Nacional: "Socialismo significa justicia social e igualdad, pero igualdad de derechos, de oportunidades, no de ingresos. Igualdad no es igualitarismo. Este, en última instancia, es también una forma de explotación: la del buen trabajador por el que no lo es, o peor aún por el vago", dijo Raúl Castro en julio de 2008, en la Asamblea Nacional (http:-//www.granma.cubaweb.cu/2008/07/11/nacional/artic30.html).
Raúl también calificó el sistema de retribución salarial antes descrito como correspondiente al "principio socialista, de cada cual según su capacidad, a cada cual según su trabajo". "Hay que eliminar el gasto que es simplemente insostenible, que ha crecido año tras año y que, además (...) está provocando que la gente sienta que no tiene necesidad de trabajar", afirmó Raúl Castro en septiembre de 2009 (El País, 25/09/09).
Ramiro Valdés -comandante de la Revolución, vicepresidente del Consejo de Estado y del Consejo de Ministros de Cuba- dijo en verano de 2009: "Tenemos que tratar (...) que las masas participen en la solución de sus propios problemas y no esperar que papá Estado venga a resolverles y como los pichones: abre la boca que aquí tienes tu comida. Así no es''. También el viceministro de Trabajo, Carlos Mateu, señaló en junio de 2008, justificando la reforma salarial: en Cuba "ha existido una tendencia a que todo el mundo reciba lo mismo, y ese igualitarismo no es conveniente".
El director del periódico Granma, Lázaro Barredo Medina, afirmaba el 9 de octubre en un artículo: "El intercambio de opiniones que ha habido en las cartas a nuestro diario, por ejemplo, sobre los temas de la libreta de abastecimientos o de los comedores obreros, son una prueba meridiana de hasta qué punto han calado en nuestra conciencia algunas concepciones equivocadas sobre la justicia social. La justicia social no es el igualitarismo, es la igualdad de derechos y oportunidades, es en el socialismo la distribución bajo el principio ‘de cada cual según su capacidad, y a cada cual según su trabajo". En este mismo artículo se defiende que se proteja y se garantice "el acceso de las personas de bajos ingresos a esa canasta básica y estimule al resto a trabajar para obtener beneficios salariales a partir de los resultados", admitiendo implícitamente la normalidad de que exista gente "con bajos ingresos", diferenciados de los demás. Más adelante, denunció el "síndrome del pichón" que padece la sociedad cubana: "andamos con la boca abierta porque buena parte de los mecanismos que hemos diseñado están concebidos para que nos lo den todo. Usted no va a la bodega a comprar, va a que le den lo que le toca; usted no repara su casa o su apartamento en el edificio, porque además de que no tiene cómo adquirir los materiales, las cosas están concebidas para que le den las facilidades de esa reparación y así es en la mayoría de los asuntos de nuestra vida cotidiana".

La lucha por la igualdad es revolucionaria

Por supuesto que cualquier revolucionario serio no puede poner en duda que la eficiencia y la meticulosidad en el gasto es una cuestión de enorme trascendencia en una economía planificada. Los enormes progresos sociales derivados de la nacionalización de los recursos no significan que se pueda gastar más de lo que se ingresa, esto también es evidente. Pensar de otra manera sería tener una visión idílica e inútil para la causa de la revolución. El desarrollo limitado de la economía cubana tiene causas objetivas e históricas evidentes, que incluso una economía planificada no puede superar aisladamente. Como los marxistas siempre hemos señalado, no se puede construir el socialismo en las estrechas fronteras nacionales de un solo país, es necesario extender la revolución internacionalmente.
Sin embargo, de la búsqueda de la eficiencia no se deriva automáticamente cuáles deben ser las prioridades en la inversión, ni cómo alcanzarla. Esto son decisiones políticas estratégicas y no puramente técnicas. Por ejemplo, en las últimas dos décadas, se ha producido en la economía cubana un claro contraste entre la eficiencia alcanzada por los sectores de la economía ligados a los productos y servicios orientados al mercado externo (níquel, turismo), frente a los destinados al mercado interno (construcción, agricultura, etc.).
Otro punto fundamental cuando hablamos de eficiencia y rentabilidad es que éstas se consiguen con métodos y objetivos distintos según el sistema social. Los capitalistas también persiguen la eficiencia y rentabilidad de sus empresas con el fin de poder competir y obtener un beneficio individual, y para ello no dudan en explotar a los trabajadores hasta la extenuación o despedirlos. Estos fines (beneficio privado) y estos métodos (intensificación de la explotación) son incompatibles en una economía que tiene como fin productivo el incremento del bienestar social general, salvo a costa de socavar sus propios fundamentos. La participación consciente de la población en la planificación de la producción, y su capacidad para ejercer un control efectivo sobre la misma, es el único sustituto del mercado en una economía planificada. La democracia obrera se convierte en un factor político decisivo para el funcionamiento eficiente de la economía planificada. El látigo del mercado no puede ser sustituido eficazmente por órdenes burocráticas.
A su vez, la participación y la implicación de los trabajadores en la solución de los problemas de la producción, el control del gasto y la distribución dependen, y mucho, de factores políticos, entre otros de la percepción de que su esfuerzo redundará en un beneficio general para toda la sociedad y será distribuido de forma equitativa entre todos los individuos. Y aquí llegamos a un punto fundamental: la lucha por la igualdad en la distribución de la riqueza es objetivamente revolucionaria, no es simplemente una idea romántica. La lucha por la igualdad y contra cualquier tipo de privilegio es un elemento político fundamental para mantener la tensión revolucionaria, la moral y la participación de amplias capas de la sociedad, algo imprescindible en una economía en la que no rigen las relaciones de producción y distribución capitalista.
Esto no quiere decir que se pueda alcanzar una igualdad total y rigurosa de forma inmediata. Ciertos niveles de desigualdad son inevitables, y se explican por el atraso económico y los vestigios del pasado capitalista. Son tolerables siempre y cuando su tendencia sea a desaparecer y exista un control real de los trabajadores sobre las palancas fundamentales del Estado, jugando un papel decisivo en la distribución. Pero una cosa es la existencia de un cierto grado de desigualdad, en las condiciones arriba descritas, y otra cosa totalmente distinta son las medidas que tienden a incrementar la desigualdad, y que se justifican económicamente (eficacia) y políticamente como medidas socialistas, culpabilizando a los trabajadores (la gente es "vaga", "irresponsable", "se han acostumbrado a vivir sin trabajar"). El incremento de la desi-gualdad, de la competencia individual y su justificación abierta y oficial se convertirán, inevitablemente, en una fuente de debilitamiento de las bases sociales, políticas y económicas de la revolución, haciéndola mucho más vulnerable a una involución capitalista.
El principio de la igualdad restringido a las "oportunidades" y excluyendo la igualdad de ingresos, es una concepción burguesa, no socialista, y asume la premisa falsa y liberal de que todos tenemos las mismas oportunidades y estamos en condiciones de partida iguales desde que nacemos. Por otra parte, la teoría socialista jamás ha planteado la formulación "de cada cual según su capacidad, a cada cual según su trabajo" como la norma de la economía socialista. Todo lo contrario. En realidad este planteamiento está tomado directamente de la burocracia estalinista en la URSS, y fue utilizado en los años treinta para justificar las desigualdades económicas y el sistema de trabajo a destajo3.

¿Socialismo chino? ¿Perfeccionamiento del socialismo?

Es evidente que el impacto del crecimiento económico de China ha despertado ilusiones en los círculos de decisión políticos en Cuba. Continuamente se publican artículos elogiosos sobre los progresos económicos chinos4. Por otro lado, también es imposible obviar que el crecimiento de China está asociado a un profundo incremento de la desigualdad social y la explotación de la clase obrera. Quizás la aceptación de la desigualdad por parte al menos de sectores de la dirigencia cubana se justifique con la esperanza de que sea "temporal" y una condición injusta pero necesaria para el desarrollo económico hasta poder efectuar un hipotético nuevo reparto en el futuro. Al margen de las contradicciones brutales que ha acumulado la economía china, y que pueden truncar abruptamente su crecimiento, hay dos cosas que se obvian en esta argumentación. La primera es que en China hay capitalismo, no un nuevo tipo de socialismo, y de esto se deriva, en segundo lugar, que las diferencias sociales creadas en China son irreversibles; la redistribución de la riqueza, acumulada en manos de una minoría, sólo podrá ser fruto de una nueva revolución social.
Si la brecha de la desigualdad en la esfera de la distribución alcanza un determinado punto crítico, las condiciones objetivas para que cambien la naturaleza del estado y el sistema económico de producción, y puedan mutar hacia el capitalismo se aceleraran. Un determinado tipo de producción induce a un determinado tipo de distribución, y viceversa. Lo vimos en la URSS. Era una potencia económica y militar, hechos que por sí mismo no pudieron evitar la restauración capitalista. La desigualdad, que era enorme, con todo su efecto desmotivador, y la falta de control (ambos factores se autoalimentaron) hizo que el Estado fuese cada vez más un instrumento de unos pocos y tuviese cada vez más independencia del conjunto de la sociedad. Ante una situación de total colapso de la economía, debido al despilfarro y al burocratismo, los sectores más privilegiados de la burocracia rusa, no tuvieron inconveniente en pasarse, de golpe, al capitalismo. Aunque fue un acontecimiento repentino, estuvo precedido de un largo proceso de separación de la burocracia dirigente de los intereses de las masas, de total desmoralización y desconfianza en el futuro del socialismo, de degradación moral y de autojustificación de los privilegios. Es probable que Gorbachov no deseara la vuelta al capitalismo. Inicialmente intentó superar la parálisis de la economía rusa y aumentar su productividad combinando el palo con la zanahoria, la disciplina con los incentivos, y promoviendo métodos estajanovistas con el fin de "perfeccionar el socialismo". Como los hechos demostraron, todos aquellos intentos de hacer avanzar la economía fracasaron y constituyeron un eslabón más en el camino de la contrarrevolución capitalista.
La vuelta al capitalismo en Cuba es una perspectiva horrible para las masas cubanas y para los trabajadores y jóvenes del mundo entero, pero esa no es una perspectiva necesaria. El contexto político y económico mundial es completamente distinto. El capitalismo está inmerso en una profunda crisis y la revolución socialista podría triunfar en Venezuela y otros países del mundo. En todo caso el programa para evitar una involución capitalista en Cuba no pasa por la lucha contra el "igualitarismo" y contra las gratuidades, sino por la extensión de la revolución socialista internacionalmente, empezando por conquistar la Federación Socialista en América Latina, y estableciendo el control efectivo de la clase obrera sobre la maquinaria estatal y la economía. Es la única perspectiva que puede asegurar en el futuro las tremendas y valiosas conquistas de la revolución cubana.

Jordi Rosich

NOTAS

1. Estos son algunos ejemplos: solo en 2007 Venezuela pagó 5.000 millones de dólares por la labor de médicos, enfermeros, maestros y otros profesionales cubanos que trabajan en Venezuela. En 2008 suministró 97.000 barriles diarios de crudo y derivados (el 65% de la demanda total cubana) con un subsidio de precios por un valor de 2.400 millones de dólares. Los proyectos de inversión de Venezuela en Cuba ascendieron a 1.355 millones de dólares en 2008.
2. Había grandes expectativas en la militancia comunista en dicho congreso, que todos suponían que iba a convocarse en noviembre de 2009. La última convocatoria fue hace 12 años.
3. Esta formulación fue planteada en la constitución soviética de 1936 bajo Stalin, para justificar el creciente desarrollo de las desigualdades sociales. Lo que dijo Marx en Crítica del Programa de Gotha, para una sociedad comunista avanzada, sin clases, es que se alcanzaría el principio: "a cada uno según sus necesidades y de cada cual según sus posibilidades". Obviamente esto sólo se puede lograr a través de un fuerte desarrollo de las fuerzas productivas, que permita una amplia productividad del trabajo. Condiciones objetivas que no se dan en estos momentos en Cuba. Pero lo que es una aberración es considerar las desigualdades económicas como un signo de socialismo, y que el aumento de las mismas no implique el fortalecimiento de las tendencias procapitalistas, pues aceleran la acumulación privada y disuelven la conciencia colectiva y socialista entre la población.
4. En noviembre de 2008 Granma publicó un artículo bajo el título "China sigue demostrando la validez del socialismo" y en el mismo se citan palabras de Fidel: "China se ha convertido en la más prometedora esperanza y mejor ejemplo para el Tercer Mundo". El 28 de enero Juventud Rebelde publicaba un artículo con el elocuente título "2010: Todos los caminos conducen a China".

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