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miércoles, febrero 24, 2010
Colombia: de masacre en masacre, de guerra en guerra
En estos precisos días, en Colombia se registran hechos históricos de la violencia que soporta el país hace más de 40 años, pero son destacados los casos más monstruosos de crímenes masivos contra la población colombiana campesina.
Más de 40 años de vivir bajo la violencia y los crímenes políticos de paramilitares y otros grupos que han llevado al investigador Jorge Orlando Melo, que trabaja en el estudio permanente de la violencia del siglo pasado y del presente en Colombia, a la conclusión de que el total de víctimas de la violencia actual de Colombia alcanzó en más de 40 años un millón de víctimas. Es decir, la criminalidad política, retardataria, anti reforma agraria y contra la organización del campesinado, tiene ya en su haber el asesinato de un millón de personas en Colombia, que es una cifra similar a las muertes en las guerras de dominación de naciones del Medio y Lejano Oriente y África que han emprendido y mantienen los Estados Unidos de Norteamérica y naciones europeas. La propaganda política de las naciones que están en guerra contra otros pueblos en Asia, África y América Latina, hacen de la violencia que ejercen en el mundo una noticia de poco interés, al tiempo que aumentan la destinación de armas, recursos bélicos y humanos para continuar sus agresiones en África y Asia. Desgraciadamente para la humanidad, el nuevo presidente de los Estados Unidos, Barack Obama, no solo encontró y continuó las guerras gringas en varios países de la tierra , si no que ha ampliado el volumen de soldados enviados a combates y el aumento de los recursos económicos para ampliar la financiación de las guerras que financian los Estados Unidos de Norteamérica.
Obama no llegó a los Estados Unidos como hombre de la paz sino como expresión de las guerras militaristas y de conquistas norteamericanas. Por eso la frustración mundial de la esperanza de que la elección del presiente Obama condujera al cese de las guerras, ha constituido el más tremendo efecto de frustración de la paz y de auge de la guerra bajo el mando del presidente Barack Obama.
Dentro de ese esquema Colombia entera ha comenzado a destacar su propia violencia interna, pese al mentiroso lenguaje de paz del presidente Uribe Vélez.
En estos precisos días, se han incrementado las publicaciones de prensa sobre la violencia y crímenes políticos internos sino que ha sido publicado un libro de magnifica edición y con un extraordinario material informativo sobre la llamada “Masacre de El Salado”, uno de los hechos criminales de mas monstruosa expresión y muestra de la violencia interna en Colombia.
En El Salado, una pequeña población rural perteneciente al municipio de El Carmen de Bolívar, en el Departamento del mismo nombre, ocurrió una monstruosa masacre de campesinos de todas las edades y sexos. El presidente y coordinador del Grupo de memoria histórica, Gonzalo Sánchez G., dice en el libro recién puesto en circulación sobre “la masacre de El Salado”, publicado por La Revista Semana de Bogotá y otros patrocinadores, que: “El estigma como marca social, construido en la dinámica del conflicto, da paso en El Saldo a la tortura y el suplicio corporal. A diferencia de otros escenarios de asesinatos colectivos, lo ocurrido en El Salado va más allá de la pretensión de eliminar al enemigo. La tortura y masacre son elementos constitutivos de la misma operación asesina. La mayoría de los crímenes son ejecutados en la plaza pública con la intención manifiesta de que todos vean, todos escuchen, todos sepan, todos sean en últimas “castigados” por sus presuntas complicidades…como se expondrá en detalle en este
informe, los saladeros fueron obligados a presenciar los más aberrantes dispositivos y tecnología del dolor, a la espera, la larga y terrorífica espera del turno propio. La conversión de los sobrevivientes en espectadores es la prolongación de los vejámenes sufridos por sus parientes, sus vecinos, sus coterráneos. En otras palabras, el sometimiento y la marca del cuerpo individual es así mismo el sometimiento y la marca del cuerpo social”.
“En la masacre de El Salado se escenifica el encuentro brutal entre el poder absoluto y la impotencia absoluta. Los ejecutores de la masacre no tuvieron un contendor efectivo, legal o ilegal, lo cual les permitió actuar con total libertad, cumpliendo un programa de terror con los pobladores”…. “A diferencia de otras zonas, donde colonizar o repoblar con sus hombres es el objetivo, los paramilitares aquí pretendían vaciar el territorio. La técnica de tierra arrasada empleada se inscribe en esta lógica paramilitar que dejó un escenario de tierras sin hombres, pero también dejó a muchos hombres sin tierras…el destierro, fue uno de los impactos más importantes y duros del pánico en la zona, cuya desolación evocaba durante los meses posteriores a la masacre al mítico cómala de Juan Rulfo, ese pueblo habitado por muertos y fantasmas”.
El libro que comentamos señala que El Salado es un corregimiento del municipio del Carmen de Bolívar, dentro de los Montes de María, ubicado hacia el Sureste a una distancia de 18 km del casco urbano. El Salado, se convirtió en el corregimiento más grande y más prospero de dicho municipio, porque cultivaba y procesaba el tabaco hasta desarrollar una incipiente cultura febril coadyuvada con la apertura de bodegas de las compañías Espinoza hermanos y Tairona y porque la fertilidad de sus tierras, favorecida por sus acuíferos, permitió que se convirtiera en una despensa agrícola donde también se producía ahuyama, ajonjolí, yuca y ñame, siendo el centro productor y exportador de tabaco más importante de Colombia.
La región de El Salado hacía parte del gran número de municipios y corregimientos integrantes de la zona tabacalera del Sur de Bolívar y norte de Sucre, compuesta por los municipios de San Onofre, Ovejas, Chalán, Colosó, Morroa, Tolú viejo, Los Palmitos y San Antonio de los Palmitos. Dentro de esas poblaciones está Colosó, mi propio municipio, caracterizado no solamente por la producción de tabaco si no de otros productos agrícolas que han tomado el camino de las exportaciones. Colosó, igual que el resto de las poblaciones de los Montes de María, también fue víctima permanente de masacres y asesinatos de campesinos y vecinos de la población. No pocas veces, yo mismo, tuve que participar en las denuncias y acusaciones, que también afectaban a Colosó, mi propio pueblo.
Las mujeres fueron especiales víctimas de los asesinos de la región, que incluían la violación de las mujeres.
Dice el libro que estamos comentando que “los sobrevientas de El Salado, en coordinación con la Infantería de Marina, decidieron cavar fosas comunes para enterrar a los muertos, considerando su avanzado estado de descomposición como consecuencia de la exposición a la intemperie por más de 24 horas.
Esta forma de asesinatos continuó durante mucho tiempo. Los campesinos que se escondieron en los montes también fueron perseguidos y asesinados. Fue una guerra de exterminio que duró mucho tiempo que logró levantar la protesta de toda Colombia.
La crueldad extrema. Las manifestaciones de crueldad extrema “en las masacres de El Salado corresponden desde los actos de tortura y sevicia, hasta el uso de armas blancas y contundentes (palos, garrotes) en la ejecución de las acciones de violencia se usaron armas especiales para producir dolor prolongado en las víctimas.
Señala el texto del libro que comento, que “en la masacre de El Salado, el oficio de torturador se generaliza entre los victimarios que participan del hecho. Este fenómeno parece corresponder con la aparición de las “escuelas de descuartizamientos” en las que se inculca esa práctica como un elemento en la formación como combatientes”.
Dice el libro – denuncia que: “Cuando los paramilitares incursionaron en El Salado acusaron a sus habitantes de ser guerrilleros, lo que aunado a la orden del comandante general de las autodefensas de Colombia, Carlos Castaño, de que “ los guerrilleros son objetivo militar estén de civil o estén uniformados”, concedía licencias para matar con un margen de acción casi ilimitado”.
Finalmente, la Comisión autora del libro que comento, agrega: “La masacre de El Salado es significativa en la historia y dinámica del conflicto armado contemporáneo en Colombia por su magnitud, la crueldad extrema de los victimarios, la escenificación pública del horror y la duración de los hechos”.
Lo peor de todo, digo yo es que todas esas políticas se siguen practicando en Colombia en muchas regiones del país durante el gobierno del presidente Uribe Vélez, hoy el principal aliado del nuevo presidente del imperialismo norteamericano Barack Obama. Las muertes de asesinatos en Colombia, especialmente en el campo, son noticias de todos los días. El ejemplo de los crímenes en El Salado, no para, siguen por todo el territorio colombiano, pese a los ocultamientos que hacen los familiares de las víctimas.
Apolinar Díaz – Callejas
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