domingo, febrero 14, 2010

Necesidad de Marx hoy en día


Hay que actualizar a Marx. Pero hay que actualizarlo entendiendo que todas sus formulaciones no eran fruto de una mente proclive a la lucha revolucionaria (como entenderían los reformistas de su época y de la nuestra); sino fruto de un análisis histórico, político y económico que nos arroja hoy nuevas enseñanzas sobre los hechos que nos está tocando vivir y que, de otra manera, seríamos incapaces de entender.
El pensador alemán, analizando el capitalismo de su época, supo que tal tendría que colapsarse debido a las contradicciones que en sí mismo lleva inscrito. Si hoy en día no ha muerto, dirán los epígonos del reformismo y pensadores capitalistas múltiples, será debido a que el sistema ha sido capaz de adaptarse a las condiciones del momento y transmutar en nuevas formas. ¿Debemos aceptar tal afirmación? Jamás semejante perfidia puede ser asumida como válida, siquiera parcialmente, puesto que supone negar el materialismo histórico y dialéctico; método de análisis de la realidad que es el que todo marxista que se precie debería tener. Nunca el capitalismo, en sus formas concretas, ha evolucionado más que lo que la lucha de clases le ha hecho evolucionar. No es un ente fuera de toda realidad que funciona según tenga que "adaptarse". Si por algo no ha muerto a día de hoy no es porque tenga capacidad de adaptación, sino porque ha existido desde que el capitalismo como tal surgió, y éste sí ha tomado las más diversas formas, un ente, un mecanismo, que ha vivido por y para la pervivencia del sistema de explotación del hombre por el hombre: el Estado.
Todo ser medianamente inteligente llegará a la conclusión de que el Estado no es sino supraestructura afianzada en la dinámica de la evolución social y que es en tanto en cuanto coadyuva al sistema capitalista a seguir viviendo. Aparece, por tanto, como mecanismo de legitimación de las condiciones económicas, políticas, sociales del capitalismo. No hay más explicación que ésta. No olvidemos, el capital sólo obtiene plusvalía de aquella que arranca a la fuerza de trabajo; y necesita, por tanto, de mano de obra asalariada a la que explotar. Pero sus propias contradicciones hacen que no pueda generar eternamente fuerza de trabajo. Las condiciones de desigualdad que nutren al sistema acabarán por destruirlo. Y esto no lo puede permitir el Estado, gobierno de la clase dominante por ser ella la que posee los medios de producción, por ser ella la que se aprovecha de la riqueza generada por fuerzas que no son las propias. Ante cada momento histórico, el Estado debe actuar en su ulterior objetivo de manera distinta. A veces aparece majestuoso para proteger al capitalismo de sí mismo (New Deal, Stalin y la URSS burocrática, Hitler, Mussolini); otras veces desaparece hasta quedar en poco o nada y permitir el libre tránsito del capital (UE, Tratados de Libre comercio,...). Tanto en un caso como en otro acabamos hablando, en última medida, de fascismo; pero no es eso en lo que nos centraremos. Ahora nos toca, a la luz de los datos aportados, entender que las contradicciones de la actuación estatal son reflejo de las contradicciones del sistema económico en las últimas, en pleno estado comatoso.
La fuerza de trabajo tiene que ser protegida por el Estado del salvajismo capitalista para que luego el capital la pueda aprovechar. Y con ello se da explicación a la existencia de ciertas prestaciones sociales tales como sanidad, educación; etc. que no son sino necesidades del capitalismo a día de hoy. Pero, del mismo modo que son positivas para tal, le son negativas; puesto que la intervención del Estado le niega filones de negocio muy importantes como los anteriormente mencionados. Cuando el neoliberalismo estaba en su máximo apogeo (hace unos años que ya nos parecen prehistoria), era necesario desinflar el Estado para dar paso al mercado (Bolonia, privatizaciones de servicios públicos como el gas, el agua, etc.). Estas medidas, empero, fueron llevadas a cabo muy lentamente; y se fueron a estrellar con una crisis financiera y productiva que ya no las hacía viables...pero las hacía, a su vez, más imperiosas; por eso mismo siguieron adelante. Estamos, por tanto, atados irremediablemente a las leyes predadoras del mercado. Y del mismo modo, el Estado no puede morir definitivamente; necesita proteger lo más valioso que el capital tiene: su fuerza de trabajo, en última instancia, los consumidores de los bienes y servicios a los que aportan valor con su fuerza de trabajo. Y nacen medidas como el "pensionazo" en el Estado español, que nos lleva a tener que trabajar durante dos años más forzosamente para poder seguir manteniendo el precario sistema de pensiones y de recaudación impositiva. Si no hay gente que cotice porque no trabaja (y esto es cosa de la dinámica del capital) no hay gente que cotice, y las personas que necesita renta para consumir están, por tanto, desprotegidas. No es que el Estado sea la hermanita de la caridad que a todos nos da dinero para que no muramos. Ofrece ayudas para que, hasta el mismo momento de nuestra muerte, nos veamos obligados a consumir y participar de la fiesta del dinero a la que nunca somos los trabajadores invitados. Mientras tanto, parecerá que le debemos algo; y será así como jamás seremos capaces de luchar contra la realidad que nos toca vivir, y de la que el Estado es reflejo en un espejo roto y carcomido por el paso del tiempo
Si el Marx analista económico vive pero se ha quedado algo anclado históricamente, el Marx revolucionario se eleva sobre su propia condición histórica y se erige como única solución real a las contradicciones que en nuestra realidad vivimos. La irracionalidad solo genera irracionalidad; y nuestra misión histórica es acabar con ella, permitir la vida digna, no permitir que nos sigan explotando. Su voz se alza ahora fuerte y lozana, como lo tuvo que ser en su momento; y no instiga: ¡Proletarios de todo el mundo, uníos!

Luis Arboledas Lérida

No hay comentarios.: