domingo, febrero 07, 2010

Fuera las tropas imperialistas de Haití. Ayuda SÍ, dictadura y explotación NO


Dos semanas después del terremoto seguimos viendo al pueblo haitiano sufriendo el hambre, el dolor y las terribles consecuencias del seísmo. Como sucedió con el Katrina en EEUU, el tsunami en Sri Lanka y otros tantos fenómenos naturales, el terremoto ha expuesto de una manera muy clara la ineficacia del capitalismo. Una vez más comprobamos cómo estos desastres naturales se ceban de una manera especialmente cruel con los más pobres y que sus consecuencias serían perfectamente evitables o paliables en gran medida con unas condiciones de vida dignas.
Como ya es costumbre cuando suceden este tipo de catástrofes parece que los culpables son aquellos que padecen sus consecuencias, por no saber salir de la pobreza, por no ser capaces de crear un "Estado fuerte", por no saber gobernarse o por su ignorancia. También volvemos a ver las mismas lágrimas de cocodrilo en las caras de aquellos que son responsables de tener a estos países hundidos en la más absoluta miseria.
Haití fue una de las colonias más rentables para el imperialismo, en 1804 se convirtió en la primera república negra en lograr la independencia después de una revolución de los esclavos que derrotó a los ejércitos de Francia, Gran Bretaña y España. Desde entonces su historia se caracteriza por una alternancia de ocupaciones imperialistas, dictaduras sangrientas y heroicos movimientos de resistencia de masas. En 1934, por ejemplo, expulsaron a los marines norteamericanos y en 1986 derribaron la sangrienta dictadura de los Duvalier.
Durante la Guerra Fría los dos principales aliados del imperialismo norteamericano en la región fueron Somoza (dictador de Nicaragua) y Papa Doc Duvalier, el sangriento dictador de Haití, posteriormente sustituido por su hijo Baby Doc Duvalier. Durante estos treinta años de dictadura murieron más de 60.000 haitianos víctimas de su represión.

Inmensa pobreza

Las condiciones de vida y la represión provocaron un éxodo masivo de haitianos, más de dos millones están en el extranjero. Gracias a las remesas enviadas por los emigrantes (unos 1.400 millones de dólares anuales, más que el presupuesto del Estado) malvive la mayoría de la población. Haití es el país más pobre de América. Casi el 80% de la población vive con menos de dos dólares al día y el 56% con menos de un dólar, la tasa de paro y subempleo se aproxima al 80% y sólo uno de cada diez empleos está regulado con algún tipo de contrato. Mucha gente recurre a comer tortas hechas con barro, agua y sal. Pero Haití también tiene el ‘honor' de ser uno de los países con mayor desigualdad de riqueza del mundo, el 1% de la población controla casi el 50% de la riqueza, el 5% posee el 75% de las tierras cultivables y seis familias controlan la producción industrial y el comercio.
Durante los años ochenta y noventa la aplicación de los planes de ajuste del FMI hizo estragos. En primer lugar obligó a reducir el arancel de arroz del 50% al 3% (el mayor que ha impuesto el FMI hasta ahora) consiguiendo que un país que hasta ese momento producía suficientes alimentos para autoabastecerse se convirtiera en el cuarto importador mundial de arroz. Esa política arruinó a miles de campesinos y la producción agrícola pasó del 50% del PIB a finales de los años 70 al 25% en los noventa. Además el país se convirtió en un terreno de inversión rentable para las multinacionales con la instalación de maquilas, sobre todo dedicadas al ensamblaje (Sears, Wall-Mart o Disney) que cuenta con 40.000 trabajadores o al textil (cada año Haití exporta dos millones de camisetas sólo a EEUU).
Los salarios en Haití son los más bajos del hemisferio, además las empresas extranjeras disfrutan de quince años de exención de impuestos y pueden repatriar todos sus beneficios. La instalación de las maquilas ha provocado una caída generalizada del salario real, que ha descendido un 25% en estas dos décadas. Disney, por ejemplo, paga salarios de 28 centavos la hora, cuando cada prenda fabricada en Haití la vende por más de 20 dólares.

Aristide gana las elecciones

En las primeras elecciones democráticas tras la caída de la dictadura, en 1991, gana Jean Bertrand Aristide, un ex sacerdote muy popular entre la población por sus discursos radicales. Su arrolladora victoria electoral pilla por sorpresa al imperialismo norteamericano y ocho meses después éste organiza y patrocina un golpe de Estado encabezado por el general Raúl Cedrán. La Junta Militar desata una oleada de represión en la que mueren más de 4.000 personas y miles escapan del país, 38.000 huyen en balsas y piden asilo en EEUU, el gobierno de Bush no sólo les niega el asilo sino que además los interna en Guantánamo en unas condiciones infrahumanas.
Finalmente, con la llegada de Clinton al poder en 1993 y tras una serie de incidentes con la junta militar la administración norteamericana decide cambiar de estrategia, considera que las dictaduras represivas como la de Haití entrañan el riesgo de provocar una explosión social difícil de controlar y deciden apostar por una solución "democrática". Tras mantener conversaciones con Aristide llegan al acuerdo de permitir su regreso a cambio de que aplique las recetas neoliberales del FMI y que no se vuelva a presentar al cargo. Así, en 1994, Aristide regresa al país acompañado de 20.000 marines.
En las elecciones de 1995 gana René Preval, hasta entonces un estrecho aliado de Aristide, que empieza a aplicar las recetas económicas del FMI, recortes, privatizaciones, etc., provocando un descontento generalizado. Aristide consigue presentarse y ganar las elecciones en el año 2000. Su segundo mandato no tendría nada que ver con el primero, adopta un lenguaje más radical, inicia una colaboración con Cuba y Venezuela en materia de sanidad y educación, lleva a cabo planes de alfabetización que reducen el analfabetismo, prohíbe el trabajo infantil y el trabajo a destajo en las maquilas, en 2003 duplica el salario mínimo. No fueron unas reformas radicales de ruptura con el sistema pero eran demasiado para la oligarquía haitiana y el imperialismo.
El segundo mandato de Aristide también tuvo que hacer frente a un brutal bloqueo económico impuesto por el imperialismo norteamericano, que inició una campaña similar a la desatada contra la revolución venezolana. Desautorizando las elecciones como fraudulentas, calificando a Aristide de dictador, promoviendo y financiando a los partidos opositores, apoyando un paro patronal disfrazado de huelga general como en Venezuela, financiando a las bandas paramilitares que desataron el terror entre los seguidores de Aristide y la población, y alentando un movimiento separatista, el Frente de Resistencia de Gonaïves, que llegó a ocupar y declarar la república de L'Arbonita, algo similar a lo que vimos en Bolivia con Santa Cruz o en Venezuela con el estado de Zulia.
Finalmente en febrero de 2004 organizan un golpe de Estado y los marines norteamericanos secuestran a Aristide y lo sacaron del país. Toda la operación se vendió como algo necesario para restaurar la democracia en Haití. Inmediatamente la ONU avaló el golpe, demostrando una vez más su papel como un instrumento del imperialismo, y envió a los cascos azules a restaurar la "democracia".

La verdadera cara de la misión ‘humanitaria' de la ONU

La ocupación de Haití por las tropas de la ONU a lo largo de estos años ha demostrado ser una ocupación imperialista en toda regla. Miles de activistas de Fanmi Lavalas (partido de Aristide) están en prisión y 7.000 cargos públicos elegidos democráticamente fueron destituidos. Son habituales las redadas en los barrios de chabolas que rodean Puerto Príncipe y también es algo normal que los cascos azules irrumpan por la fuerza en aquellas fábricas que se ponen en huelga. Las movilizaciones que se han producido desde entonces, contra la ocupación, por la subida del salario mínimo (el 3 de agosto del año pasado 10.000 trabajadores ocuparon las maquilas), contra el aumento del precio de alimentos básicos como el arroz, para exigir el regreso de Aristide cada aniversario del golpe de estado o las varias huelgas generales que ha habido desde entonces, todas han sido reprimidas violentamente por las tropas de la ONU. Además la misión de la ONU ha costado ya más de 2.000 millones de dólares, más que la ayuda humanitaria recibida por el país desde 2004.
En 2006 convocaron elecciones para dar legitimidad "democrática" a la ocupación, hicieron todo lo posible para amañarlas, pero una vez más la población respondió masivamente obligando a reconocer la victoria de Preval, cuya principal promesa fue que permitiría el regreso de Aristide.
Preval no sólo no ha permitido su regreso, sino que además ha aplicado un duro programa de austeridad que ha agravado aún más la situación. Una de sus primeras medidas al llegar a la presidencia fue eliminar la subida del salario mínimo aprobada por el gobierno de Aristide. El año pasado, después de las movilizaciones de masas, finalmente aceptó la subida, aunque sólo a tres dólares la hora, a pesar de que el parlamento había fijado el aumento en cinco dólares.

Los ricos primero

Las consecuencias del terremoto han sido trágicas, todavía no se saben las cifras reales de muertos pero sólo en la capital ya se llevan recogidos más de 170.000 cadáveres. Más de un millón y medio de personas se han quedado sin casa, miles han resultado heridas, sólo en la capital más de 200.000 y la mitad son niños, la inmensa mayoría aún no ha recibido tratamiento médico. Según el gobierno el terremoto ha destruido el 60% del PIB. La ayuda es insuficiente y muchos han denunciado el intento de protagonismo de las distintas organizaciones humanitarias, agencias gubernamentales y países que está haciendo el caos aún mayor.
La última de estas voces críticas ha sido la del responsable de la delegación italiana en Haití, Guido Bertolosso, quien declaró: "lo que se necesita es un solo coordinador civil que se haga cargo de la situación, así como que los países y las agencias humanitarias dejen de ondear sus banderas y de posar para las cámaras, poniéndose mejor a trabajar".
La ONU ha reconocido que sólo ha proporcionado alimentos al 25% de las víctimas, en los barrios de chabolas que rodean Haití todavía no han llegado los equipos de rescate, alimentos ni agua, algunos trabajadores de rescate se han quejado porque nada más llegar lo primero que hicieron fue llevarles a las zonas ricas y hoteles de lujo para rescatar a los que allí se alojaban.
Quince días después del terremoto la situación es insoportable, una emisora de radio haitiana describía la situación a la que se enfrentan miles de personas: "Hombres, mujeres y niños se lavan y defecan donde pueden. Muchos duermen en el suelo, otros son ‘afortunados' y tienen una esterilla o un colchón. El suelo está lleno de escombros. Los supervivientes pasan los días buscando comida y agua, algunos no pueden encontrar nada para comer".
Pero además hemos podido ver con gran estupor la rivalidad entre las distintas potencias imperialistas con enfrentamientos abiertos entre Francia y EEUU para ver quién "ayuda" más, cuando realmente se trata del control del Caribe, no debemos olvidar que Francia tiene territorios en la región y EEUU el interés de controlar el continente.

Ocupación descarada

Lo más escandaloso de toda la situación es la intervención de EEUU que disfrazada con la capa de misión humanitaria en la práctica es una ocupación militar del país. El gobierno norteamericano anunció que enviaría 20.000 soldados, nada más llegar lo primero fue hacerse con el control del aeropuerto y el puerto dejándolos casi exclusivamente para el uso de sus operaciones militares, nada ilustra más el carácter de su "ayuda humanitaria" que el portaaviones nuclear que ha enviado. Algunos gobiernos, como Canadá o Brasil, han denunciado que el ejército norteamericano no deja aterrizar a sus aviones cargados con ayuda humanitaria, obligándoles a aterrizar en la República Dominicana y llevar el cargamento por carretera, con el consiguiente retraso.
A las 48 horas del terremoto Hillary Clinton se reunió con René Preval y éste decretó el estado de emergencia, el toque de queda y dejó a cargo de su cumplimiento al mando norteamericano, los propios periódicos en EEUU califican al general Keen, el responsable de la operación, como el "rey de Haití" debido a sus amplias competencias. Aunque el gobierno de facto está desaparecido para las operaciones de rescate, no lo ha estado para ordenar la privatización, cinco días después del terremoto, de la empresa de telefonía estatal, Teleco, y ha anunciado el retraso indefinido de las elecciones previstas para este mes de febrero.
Los medios de comunicación han hecho mucho hincapié en la violencia pero se trataba sólo de una campaña propagandística para justificar la ocupación militar del país. El propio general Keen reconocía que el nivel de violencia es inferior al que existía antes del terremoto y el responsable de la misión de la ONU reconoce que le ha sorprendido el escaso nivel de violencia y saqueos. En una situación tan trágica, con miles de personas heridas y hambrientas, es normal que se produzcan actos violentos motivados por la desesperación por no tener nada para comer. Pero a pesar de las noticias sobre el caos y la violencia, la realidad es que lo poco que llega a las víctimas es gracias a la propia organización de la población, a través de redes vecinales y organizaciones similares.

Situación política en el Caribe

Los jóvenes y trabajadores debemos denunciar esta ocupación criminal de Haití disfrazada de "intervención humanitaria", con ello EEUU sólo ha procedido a hacer lo que ansiaba desde hace tiempo, tomar el control militar del Caribe, situar a 20.000 soldados frente a las costas de Cuba y Venezuela, una amenaza para el proceso revolucionario venezolano y también una advertencia para gobiernos como el de Bolivia o Ecuador. Los imperialistas son conscientes de la situación explosiva que existe en América Latina, el enorme polo de atracción que la revolución venezolana y figuras como Chávez tienen para las masas de la región, un ejemplo fue la visita de Chávez a Haití en marzo de 2007, recibido por decenas de miles de haitianos que le acompañaron a pie o en bicicleta a lo largo de todo el recorrido desde el aeropuerto al palacio presidencial. Un ejemplo del enorme material combustible acumulado en la región también fue la huelga general indefinida que el año pasado hubo en las posesiones de ultramar francesas: Guadalupe y Martinica, que obligaron al gobierno de Sarkozy a conceder la mayoría de las reivindicaciones de los huelguistas por temor a una insurrección generalizada.
Ahora nada más que salen noticias sobre un "Plan Marshall" que reconstruirá Haití y hablan continuamente de la "generosidad" de los países capitalistas. Obama anunció que EEUU donaría 100 millones de dólares a Haití, una cifra ridícula si tenemos en cuenta que se trata de EEUU y que representa 30.000 veces menos de lo que gastan en Iraq o 40.000 veces menos de lo que han dedicado para rescatar a la banca. El FMI también anunció un préstamo de 100 millones de dólares, eso sí, con condiciones, reducir el gasto público y congelar los salarios de los trabajadores públicos. Nada de condonar la deuda que Haití tiene con los organismos internacionales, 900 millones de dólares, y la ayuda que anuncian son sólo préstamos que incrementarán aún más esa deuda y que es una condena para el futuro.
Resulta escandaloso también cómo los medios de comunicación ocultan deliberadamente la ayuda que prestan países como Cuba o Venezuela. Cuba envió casi 400 médicos 24 horas después del terremoto y han tratado 20 veces más pacientes que todo el equipo norteamericano. Venezuela ha condonado la deuda de Haití con Petrocaribe, además ha enviado combustible e instalado campamentos para albergar a miles de damnificados. Tampoco han permitido la participación de Cuba y Venezuela en la conferencia de donantes. Ocultan estos hechos conscientemente porque sí son ejemplos de ayuda humanitaria desinteresada, no movida por el interés de hacer beneficios a causa del sufrimiento de miles personas. Este terremoto y sus terribles consecuencias representan una condena irrefutable de un sistema que vela sólo por los intereses de una ínfima minoría a costa del dolor y de la vida de millones de personas.

Juana Cobo

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