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miércoles, febrero 02, 2011
El PCI en el Museo de Arquelogía
Se dice con pocas palabras: el Partido Comunista Italiano era el más implantado e influyente del mundo capitalista desarrollado. Tenía de todo, llegaba a todas partes. Recuerdo con que devoción era citado por muchos militantes del PSUC y del PCE, era el modelo. Se trataba de ir avanzando en la hegemonía de la izquierda hasta llegar gradualmente a un cambio social…
El PCI era el partido de Gramsci y Togliatti, el de la Resistencia, contaba con el apoyo de la inmensa mayoría del movimiento obrero, de la “intelligentzia”, y sin embargo, ahora apenas si quedan las ruinas. El último pilar que quedaba, Refundazione, que tantas esperanzas de renovación ofrecía en los tiempos de la movida altermundialista de Génova, se haría el “hara kiri” colaborando con una política institucional tan podrida que su peste llega hasta nosotros.
Este no es un balance de cualquiera, es el que se hacen todos los comentaristas serios. Sin necesidad de ir más lejos, en un artículo, Berlusconi resiste (El País, 30-01-11), Miguel Mora describe la extrema corrupción de la Italia actual, y señala que lo peor no es Berlusconi, lo peor es la falta de alternativas mínimamente convincentes, ya que la mayoría de izquierda se encuentra en una “agonía”, y se refiere a “esa izquierda radical chic, según la bautizó el infalible Indro Montanelli (que era un tipo de derechas pero fue también el primero que alertó sobre los riesgos del berlusconismo), es una de las claves de la milagrosa supervivencia de su teórico gran rival. "Los chicos de la sinistra son capaces", explica Santalmassi, "capaces de hacer bellos discursos pero totalmente incapaces de renovarse, de cambiar. El verdadero drama del país es esa izquierda. Y no debemos equivocarnos: Berlusconi es la consecuencia de esa dejadez, y no la causa".
Parece que el PCI fuese una historia más lejana que la de la ciudad de Pompeya en la época romana. Su lugar es actualmente el propio de toda arqueología, parte de exposición que está teniendo lugar en la Casa de la Arquitectura, en Roma, y allí se repasa la trayectoria del PCI desde su fundación, en 1921, hasta que se disolvió, en 1991, cuando sus dirigentes acabaron un proceso de integración en el orden social que había comenzado cuando Togliatti llegó a Salerno en dirección contrario a la estación de Finlandia, o sea para firmar un “acuerdo nacional” según el cual se reconstrucción del Estado, un Estado hegemonizado por la Democracia Cristiana (DC) que había acabado asimilando lo fundamental de la “nomenclatura” fascista. El mismo Togliatti que en los años ochenta se había convertido en un lastre por su sucio pasado estaliniano, en alguien que avergonzaba en una “élite comunista” que entre Togliatti y Wotyla escogía al segundo, y que ahora trataba de ocupar el espacio de una socialdemocracia moderna. O sea una socialdemocracia sin socialismo, y sin reformas, a la manera del Partido Demócrata norteamericano que solamente se justifica por estar a la izquierda de los republicanos.
No hay que decir que la muestra arqueológica ofrece una extraordinaria riqueza documental, sobre todo audiovisual. Se pueden ver múltiples pantallas se pueden ver películas en blanco y negro y documentos manuscritos originales, como los cuadernos de Antonio Gramsci desde la cárcel o las notas de Palmiro Togliatti durante su entrevista con Stalin, el 26 de diciembre de 1949. “
Se evoca momento claves, como cuando el PCI llegó casi a dar al “sorpasso, cuando en las elecciones generales de 1976 superó el 34% de votos. Se trató de un caso excepcional en un país de la OTAN que estaba en primera línea durante la “guerra fría”. Un país podrido por las mafias más diversas, bajo el liderazgo “espiritual” del Vaticano, la misma santa mafia que tutelaba la DC, mientras los Estados Unidos vigilaban atentos para evitar la llegada de los comunistas al poder. Era una línea que no se podía cruzar. Como máximo se llegó al compromiso histórico (el PCI apoyaba desde fuera las grandes líneas del Gobierno de la DC), una fórmula muy italiana que el terrorismo desquiciado de las Brigadas Rojas dinamitó con el secuestro y asesinato de Aldo Moro.
Enrico Berlinguer, secretario general del PCI fue su último gran exponente, un personaje que dio la espalda a las grandes movilizaciones del “mayo rampante” (el mayo del 68 italiano fue mucho más dilatado y profundo que el francés), y se aprestó a “jugar el juego” convencido –sobre todo después del golpe de Estado contra la unidad Popular en Chile- que no se podía ni tan siquiera avanzar por el camino de las reformas revolucionarias dentro de la legalidad. Después fue lo que fue, el Muro de Berlín fue más que suficiente para un desplazamiento tal que ha llegado a parecer que el PCI, aquel PCI que congregaba al pueblo como nadie, nunca hubiera existido, al menos no en fechas recientes.
Leyendo sobre esta exposición puedo leer artículos como el de Luis García Montero apoyando el acuerdo de las cúpulas sindicales con el gobierno sobre el pensionazo, diciendo que expresaba la existencia de una vida política cuando se trataba de una mera escenificación, de una obra de teatro cuyo guión ya estaba escrito el primer día en que el excelentísimo Corbacho lanzó el “globo sonda” en los medios…También puedo leer las declaraciones de Cayo Lara diciendo que no se va a meter con los sindicatos, como si los sindicatos fuesen sus cúpulas, y como si dichas cúpulas estuviesen en una lugar diferente al que se ha situado esa izquierda italiana light. No hay más que escuchar la calle, esas cúpulas sindicales son actualmente meros empleados del gobierno, de un gobierno socialista en el que palabras como socialismo, reformas, ideales, no dejan de ser meras baratijas en el mercado de la política.
Por el camino de Italia se va al desastre.
Pepe Gutiérrez-Álvarez
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