miércoles, junio 08, 2011

De Mayo a Mayo



Se está hablando nuevamente del mayo del 68, ahora por sus paralelismos con el 15 M. Pero más que saber si se parece o no, lo que importa es que reaparece. Que la gente joven ha irrumpido en la escena de manera espontánea e indignada, cambiando el escenario del devenir político, y creando una ilusión donde no la había.
No estará de más recordar que hace ahora tres años el mayo volvió a ser noticia, que se habló sobre su vigencia largo y tendido, y que el asunto tuvo una trascendencia mucho mayor en efemérides anteriores, marcadas estas por el desánimo ya la derrota.
Señalemos que desde los creadores de opinión instalados, se trataba bien de descalificarla como no podía ser menos (en este sentido fueron sonadas las declaraciones de Sarkozy, hechas al final de su campaña electoral victoriosa), bien de asimilar su significado a un cambio de costumbres que…acabó favoreciendo al orden establecido. Algunos de nosotros y nosotras impulsamos una campaña bastante extensa, y los debates se sucedieron. Encuentro significativo que en la Universidad de Valencia compartí mesa con un “profe” que ya estaba de vuelta y que había publicado un librito titulado Las cenizas de mayo, escrito como una oración fúnebre, aunque en realidad las cenizas no eran del mayo del 68, eran de una generación que había enterrado sus ideales para buscarse su lugar en los pasillos del poder. En mi opinión, había que hablar de los “recodos” del mayo, del fuego que subsistía debajo de las cenizas, un calor todavía vivo que se desprendía tanto en el miedo que todavía provocaba como en los datos estadísticos que nos brindó Daniel Bensaïd en un acto celebrado en Barcelona, el que certificaba que una mayoría de franceses seguían creyendo que el mayo fue bueno, y que por lo tanto, necesitábamos otros mayos con la gente en la calle y las fábricas ocupadas.
Entonces (con la ayuda de una recopilación muy completa: 1968. el mundo pudo cambiar de base-, evocamos una visión de conjunto de unas fechas que evocaban el último gran ciclo revolucionario. Aunque el protagonismo lo tuvieron singularmente las barricadas francesas –con sus “affiches”, sus “gauchistes”, y sus slogan-, lo cierto era que el mayo “rampante” italiano fue mucho más profundo, y que había que hablar de un cuadro en el que entraban la revuelta de los universitarios americanos en Berkeley, las movilizaciones alemanas en Berlín, las huelgas polacas, la llamada “Primavera de Praga”, fatalmente abortada por las tropas del Pacto de Varsovia, por la URSS del impresentable Breznev…La resulta de las clases populares mexicanas, reprimidas a sangre y fuego (y desapariciones) en la plaza de la Tres Culturas, sin olvidar las “movidas” de los jóvenes de Tokio o Seúl, y claro está, la ofensiva de la resistencia vietnamita contra el gendarme del imperialismo mundial: el epicentro de la internacional del Gran dinero, los Estados Unidos de Kissinger, Rockefeller, y Nixon. Todos estos movimientos tenían un elemento en común: la lucha por desbordar los aparatos políticos y sindicales reformistas, el desafío de los corsés políticos “campistas”, los padres autoritarios, con sus normas culturales y morales establecidas. Esta ola acabó dando al traste a las viejas dictaduras de la península ibérica, mandando al exilio al rey Constantino y sus coroneles en Grecia. Era una revuelta anticapitalista, antiimperialista y también antiburocrática, y abogaba por el socialismo abierto, desde abajo, renovado, feminista. Por eso, por cambiar el mundo de base…
Está claro que afectó a las dictaduras, pero que también lo hizo con el “socialismo real”. Su pusieron en cuestión los sindicatos “tradeunionistas” y burocráticos, la socialdemocracia cuyos últimos fulgores reformistas dignos de mención llegaban de Suecia, chile, y pocos lugares más, y se cuestionaba aquello del movimiento comunista internacional con sus jerarquías establecidas, sus normas agobiantes…El partido comunista francés comenzó su descrédito.
Un buen testimonio de esto último lo tenemos en lo que contaba José Bergamín ya de vuelta de su penosa aventura como “compañero de ruta” del estalinismo, quien, un día en pleno mayo del 68, paseando por el Barrio Latino, se encontró en la puerta del Ministerio de Cultura. El imponente edificio estaba de par en par, no había funcionarios, los salones del poder estaban al alcance de la calle, simbolizando lo que sucedía aquellos días de ocupación de los edificios públicos. El herético poeta católico entró, fue avanzando por los pasillos hasta alcanzar el despacho del ministro sin que nadie saliera a su paso. La puerta estaba entreabierta y, al verle, y allí estaba un André Malraux muy lejos del que escribió La condición humana. Entre otras cosas, el señor ministro había prohibido una película, La religiosa, una adaptación de Jacques Rivette de la famosa novela de Diderot escrita en pleno siglo XVIII. Pero este Malraux, aunque no timaba la ostia como Felip Puig, sin se había inclinado ante la Iglesia y la razón de Estado. Pero Malraux seguía siendo lúcido, y le dijo a Bergamín: "Felizmente, tenemos el partido comunista". El partido que fue creado para hacer la revolución socialista en Francia había acabado siendo la última barricada del orden establecido.
Cierto es, también hay que decirlo, las barricadas y las ocupaciones habían obligado a la patronal y al gobierno firmar los acuerdos de Grenelle que, como pude comprobar meses más tarde, significaron unas mejoras tangibles. Un mes después, la derecha consiguió la más amplia mayoría de su historia, entre otras cosas porque la gente la izquierda siguió igual que antes del mayo, con su juego parlamentario, su política de altura, y su mirada puesta hacia los bloques. Años más tarde, Miterrand sería el gran beneficiario de la última ola del 68, solo que esta vez la orilla era de un mar opuesto: se abría la fase de la restauración neoliberal en la que seguimos, aunque es ya de salida, de descomposición. Los acontecimientos crearon una ambiente de insumisión que se prolongaron a lo largo de los años setenta, pero mientras que la izquierda carecía de alternativa, la derecha, sí que la tenía, hizo aquello de recular para mejor saltar. La derecha aprendió su lección, y su revolución “conservadora” (más cinismo, imposible), se encontró con la descomposición del “socialismo real”, y se le abrieron todas las puertas. Ahora podía acabar con toda oposición, y supo hacerlo. Con sangre y fuego en lo que se llamaba “Tercer Mundo” (Chile, argentina, antiguas colonias portuguesas, etc), y diseñó una estrategia que se podía resumir en dos frases de Margaret Thatcher: “No hay alternativa”, “La sociedad no existe”…Quizás habría que añadirle otra: “Todo tiene un precio”.
Y hasta aquí hemos llegado, a diferencia del mayo del 68 que partió del desbordamiento de las estructuras sindicales y partidarias establecidas, que existían y que tenían un doble cometido, la contención pero también los logros y las reformas parciales. Este mayo aparece cuando ya han pasado todos los trenes de la derrota, y solamente cabe comenzar de nuevo. No se manifiesta con “más allá” (el socialismo, la autogestión), sino con un “hasta aquí hemos llegado”. Su objetivo central no puede ser otra más que constituirse como movimiento que responde a las inquietudes de una mayoría social que se ha quedado huérfana de representación. El gran drama no es que la izquierda haya perdido unas elecciones, el gran drama es que ya había dejado de ser izquierda. La palabra “reforma” está vuelta boca abajo, no apunta hacia las mejoras parciales de la mayoría, apunta hacia el desmantelamiento de todas las conquistas sociales, hacia una democracia en la que lo único público sean la policía y el ejército. Llega después de todas las derrotas, y por lo tanto su imaginario no puede ser el desafío de las utopías del 68, su objetivo es mucho más primario, pasa por constituirse como sociedad alternativa con su cultura propia. Esta constitución solamente será posible integrando todo lo que se mueva en dirección contraria de los “profesionales” de la política entendida como el arte de engaño y de la manipulación.
Su punto de partida es pues, mucho más simple y modesto. Pero su campo de objetivos es mucho, muchísimo mayor que el de los mayos del 68.
Al igual que entonces, a los que queremos ligar movimiento y verdad, pasos concretos con estrategias, nos toca aprender, y seguir lo que está surgiendo desde el kilómetro 0.

Pepe Gutiérrez-Álvarez

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