Tercera huelga general del año y enésima jornada de protestas contra las medidas de austeridad ante el Parlamento griego. Atenas ha despertado con lemas del pasado para vivir el presente. Un país al borde de la bancarrota que busca soluciones a una crisis que ahoga. Una cadena humana ha sido el gesto simbólico del descontento para evitar el acceso de los diputados a la cámara. Los transportes han parado a primera hora y los servicios públicos funcionan al ralentí, a excepción de los aeropuertos, vía de entrada de turistas, uno de los recursos del gobierno de Yorgos Papandreu contra la deuda. Grecia ha pedido un aplazamiento para pagar los primeros 110.000 millones de euros que consiguió en mayo, pero necesitaría otros 105.000 millones para evitar la quiebra. Los ministros de Economía y Finanzas de la eurozona no se ponen de acuerdo en la fórmula mágica que evite reacciones en cadena en otros países.
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