viernes, agosto 05, 2011

Al borde de una nueva recesión mundial.


Según las últimas informaciones sobre la situación de la economía mundial hay muchas posibilidades de que el capitalismo desbarranque hacia una nueva gran recesión, incluso una depresión.

En la primera parte de 2011 la economía mundial estuvo creciendo a una tasa anual del 4,3%, continuando la recuperación iniciada a mediados de 2009. Si bien muy desigual -los países atrasados han crecido al 7,5%, en tanto los adelantados lo hicieron al 2,8%-, es una tasa de crecimiento no despreciable. La mejora de la economía argentina, y con ella de la posición electoral del gobierno en el último año, tiene que ver con esto. Pero las cosas están cambiando, principalmente por la situación de los países adelantados. Concretamente, hay muchas posibilidades de que el capitalismo desbarranque hacia una nueva gran recesión, incluso una depresión.

EEUU

Empecemos con EEUU. Luego de dos años de recuperación, con una tasa de crecimiento promedio del 2,8% anual, la economía se ha desacelerado fuertemente. En el primer trimestre de 2011 el PBI se estancó (creció a una tasa anualizada del 0,4%) y en el segundo trimestre experimentó un crecimiento anémico, del 1,3%. La producción manufacturera, que fue un motor de la recuperación, prácticamente se ha estancado. Y al inicio del tercer trimestre, se redoblan los signos de debilitamiento. En julio el índice manufacturero, que elabora el Instituto de Gestión de Suministros (calcula la actividad de las fábricas a partir de una encuesta entre los gerentes de compras) experimentó la caída más fuerte desde octubre de 2008, y se ubicó en el nivel más bajo desde junio de 2009. Bajó del 55,3%, de junio, al 50,9% (cualquier nivel por debajo de 50 indica contracción). Además, el índice de nuevos pedidos bajó al 49,2%; es la primera contracción de este índice desde junio de 2009. Los pedidos de los “bienes de capital” (medios de producción) están creciendo a una tasa anual del 3,5%, contra un promedio del 5,6% a que venían creciendo en los 12 meses anteriores. También en julio, el sector servicios se expandió a la tasa más baja de los últimos 17 meses.
Por otra parte, continúa habiendo mucha debilidad en el sector inmobiliario, aunque aquí aparecieron señales de que la caída pueda estar llegando a su fin. El total de casas en venta a fines de junio fue el menor desde 2007, a lo que se agrega una significativa reducción del número de viviendas vacías. Pero la mejora no parece cambiar el panorama general. El consumo, que constituye el 70% de la demanda, continúa débil, dado el alto desempleo, que está estabilizado en el 9,2%. Otro factor depresor del consumo puede ser el alto peso de las deudas, aunque en este punto los datos son más ambiguos. Los que sostienen que el alto endeudamiento de los hogares es una causa principal de la debilidad del consumo, señalan que si bien la relación deuda total de los hogares sobre ingreso disponible ha bajado desde el pico del 138% al 120%, aún está muy por encima de los promedios de mediados de la década de 1990. De todas maneras, este dato no me parece concluyente, ya que la capacidad de gasto está dada por el ingreso disponible después de los servicios de la deuda. En el primer cuatrimestre de 2011 los servicios por el pago de las deudas hipotecarias y de consumo de los hogares representaba el 11,5% del ingreso disponible; claramente más bajo que el casi 14% de fines de 2006 e inicios de 2007, y en línea con el promedio de fines de la década de 1980 y comienzos de la siguiente (datos FED). En cualquier caso, a pesar de esta mejora, la confianza del consumidor continúa baja, y el consumo está muy débil. Las ventas minoristas, excluyendo gasolina, materiales de construcción y vehículos, crecieron solo el 2% en los últimos 3 meses, cuando hace medio año crecían al 6%. En junio el consumo bajó por primera vez en dos años.
La cuestión de fondo es que en la economía de EEUU sigue habiendo enormes sobrecapacidad, que es el resultado de la sobreacumulación de capital que se arrastra desde los finales de los 90 e inicios de los 2000. Por este motivo ya la salida de la recesión de 2001 fue muy débil. Estuvo promovida por el crédito inmobiliario y al consumo, pero la inversión se mantuvo anémica, a pesar de la mejora de las ganancias. La crisis de 2007-09 no eliminó la sobreacumulación y las sobrecapacidades. Las empresas eliminaron puestos de trabajo, los salarios fueron contenidos, y aumentó la productividad del trabajo, lo que mejoró notablemente la rentabilidad. Luego, desde mediados de 2009, la recuperación fue impulsada por la reconstitución de inventarios, (responsable de la mitad del aumento del PBI) y las exportaciones (un tercio de la mejora del PBI). Sin embargo, continúa habiendo mucha sobrecapacidad. En junio 2011 la utilización de capacidad de la industria manufacturera se ubicaba en 74,4%; es más alta que el piso de 64,4% alcanzado durante la recesión, pero más baja que el promedio histórico 1972-2010, de 79% (datos de la FED). Según el Bureau of Economic Analysis, la diferencia entre el PBI potencial y real se ubica en un 5%. Dado el agotamiento del impulso proveniente de la recomposición de inventarios, y dado que el aumento de la demanda no puede provenir del consumo salarial, quedan las exportaciones y el gasto de plusvalía en bienes de consumo. Las exportaciones son beneficiadas por la caída del dólar, pero sus perspectivas se ensombrecen por el debilitamiento de Europa y Japón. Y los gastos de plusvalías en bienes de consumo (parece jugar un rol en los inicios de toda recuperación) se debilitan por los temores de una caída catastrófica de los mercados financieros internacionales.
Por otra parte, desde el año próximo se pone en marcha la primera ronda de recortes del gasto, que alcanzarían los 2,4 billones de dólares en la próxima década. Además, en junio terminó el programa de “facilidad cuantitativa”, por el cual la Reserva Federal compró bonos por un valor de 600.000 millones de dólares. Es cierto que el efecto del estímulo fiscal sobre la recuperación, dada su magnitud, ha sido decepcionante. Esto se debe a que en la medida en que el gasto privado no se recupere, el estímulo fiscal se agota en sí mismo, al tiempo que aumenta el déficit global (que pasó de poco más de 9 billones de dólares a más de 14 billones). Sin embargo, un recorte fiscal en una economía extremadamente débil, genera una punción negativa sobre la demanda, que agrava las cosas.

Europa

En este cuadro extremadamente débil, un shock financiero puede desatar una nueva y gran caída de la acumulación. Aquí es donde entra la crisis financiera europea, que no da signos de amainar. En 2010 los gobiernos europeos pensaron que contenían la crisis en Grecia, cuando votaron un auxilio financiero de 110.000 millones de euros por tres años para evitar el default. Pero en noviembre de ese año tuvieron que rescatar a los bancos irlandeses. Luego, una tercera intervención, esta vez por 78.000 millones de euros, destinada a Portugal. Fue cuando se disparó el costo del endeudamiento del gobierno y los bancos portugueses se encontraron con dificultades serias para financiarse. A lo que se sumó luego una nueva crisis financiera griega. Cada una de estas “ayudas” fueron acompañadas por la exigencia de más medidas de austeridad, bajas de salarios, recortes de pensiones y despidos de trabajadores estatales, y privatizaciones. Pero ahora son España e Italia, dos economías mucho más importantes, las que necesitan fondos. El gobierno italiano paga 3,8 puntos porcentuales más que el gobierno alemán para tomar deuda (más del doble que en julio) y el español 4 puntos porcentuales. Las perspectivas de crecimiento de estos países son malas, lo cual aumenta los temores de default, que arrastraría a una mayor crisis. Con el argumento de “dar seguridades a los inversores”, los gobiernos avanzan medidas de recorte del gasto. Italia aprobó en julio recortes del presupuesto por 40.000 millones de euros. España también está embarcada en la austeridad. Pero la disminución del gasto estatal debilita aún más las perspectivas de demanda. Por lo tanto, no mejora la confianza empresarial, como pretenden los gobiernos y el establishment financiero internacional. De hecho, en estos momentos la economía italiana se está contrayendo. Y la economía española, que estaba estancada en la primera parte de 2011, estaría ahora experimentando la contracción más fuerte de los últimos 19 meses.
Sin embargo, los problemas europeos no se circunscriben a los países del Sur, Irlanda e Islandia. El crecimiento de la zona del euro, liderado por Francia y Alemania, se desaceleró fuertemente en las últimas semanas. En julio el índice Markit (un índice de la actividad económica global) se ubicaba en 51,1 contra 53,3 en junio; es el nivel más bajo desde septiembre de 2009. El crecimiento cayó tanto en el sector manufacturero como servicios. Solo el sector automotriz y compañías de tecnología al consumidor mantuvieron su nivel de actividad; las automotrices alemanas -Volkswagen, BMW y Daimler- obtuvieron ganancias debido a sus ventas a China, India y Brasil. Pero las empresas que producen para el mercado europeo enfrentan un escenario menos favorable. Siemens, BASF, Metro, Phillips Electronics, Danone, Electrolux, son algunas de las empresas dedicadas a la fabricación de productos de consumo que advirtieron recientemente que están experimentando caída o estancamiento de las ventas y de las ganancias. El debilitamiento de la demanda ha llevado además a una intensa guerra de precios de las empresas productoras de bienes de consumo (McGrath y Roth, 2011). A igual de lo que sucedió en EEUU, el consumo no fue el motor de la recuperación europea, sino las exportaciones -principalmente alemanas- y la reconstitución de inventarios. Pero la debilidad del consumo -subrayamos la importancia del gasto de plusvalía para la salida de las crisis- acentúa la probabilidad de que la economía europea descienda a una nueva recesión generalizada. Hay que destacar que con un desempleo en la zona del euro del 10% (en España más del 20%), no puede haber recuperación de la demanda tirada por el gasto salarial.
No es de extrañar que los bancos europeos también tengan problemas, y graves. Por un lado, porque muchos están comprometidos con las deudas de Grecia, Portugal, España e Italia. Pero además, porque la caída de los negocios y de la actividad aumenta las probabilidades de que muchos préstamos no se puedan recuperar. En estos momentos muchos bancos están informando recortes de empleos y reducción de ganancias; la mayoría ha endurecido las condiciones del crédito para las empresas, a consecuencia de las peores perspectivas económicas, y según los economistas de Ernst & Young, muchos estarían acumulando efectivo (McGrath y Roth, 2011). La preferencia por la liquidez es un signo inequívoco de retracción de los negocios. Es una señal también de que muchos consideran probable una nueva crisis. También la economía británica está débil. Y en Japón, a pesar de algunas señales de recuperación de la actividad industrial, el índice global de los negocios cayó en julio por quinto mes consecutivo.

Mercado mundial

Todo esto repercute en el mercado mundial. Un indicador de la debilidad creciente es que las ventas mundiales de microchips, que es la materia prima de las inversiones en nuevas tecnologías, cayó un 0,5% en el año que va a junio (según la Asociación de la Industria de Semiconductores). La desconfianza en la economía se refleja en la caída de las bolsas de valores a nivel mundial, y la corrida hacia la liquidez. En la última semana de julio y los dos primeros días de agosto las acciones globales perdieron valor por 2 billones de dólares. Los inversores se han refugiado de nuevo en los bonos alemanes, el franco suizo, el yen, incluso en el real y el dólar neozelandés; además del oro. Otro signo inequívoco de corrida a la liquidez.
Anoto también que el oro sigue actuando como fuerte refugio de valor, no solo para los inversionistas privados, sino también para los bancos estatales. El banco de Corea del Sur acaba de anunciar que entre junio y julio adquirió 25 toneladas de oro. La compra es un reflejo de la tendencia de los bancos centrales a diversificarse y alejarse del dólar. El alto endeudamiento de EEUU y el déficit de cuenta corriente ha llevado a muchos bancos centrales, y a grandes inversores, a diversificar sus tenencias.
En este marco, el dólar profundiza la larga carrera descendente. En los 12 meses que van hasta mayo de 2011 cayó un 10,6% en relación a las principales divisas; la caída en la última década fue del 31% (Feldstein, 2011). En los últimos días continuó el descenso; en los dos últimos meses perdió un 10% frente al franco suizo. La caída del dólar está erosionando su rol como moneda de reserva mundial, y a mediano plazo generaría una desvalorización masiva de los activos nominados en dólares. Aunque por otra parte alivia la posición deudora de EEUU (su deuda está nominada en dólares) y mejora sus posición competitiva. Pero esto no parece mejorar en el corto plazo las perspectivas de recuperación de la economía estadounidense. En cualquier caso, la depreciación del dólar poco puede hacer para activar la demanda mundial.
En conclusión, en estas condiciones, una crisis financiera -un default europeo- golpearía de pleno en la debilitada economía mundial, desatando una nueva y caída profunda. Es un escenario altamente probable.

Referencias citadas:
Feldstein, M. S. (2011): “What’s Next for the Dollar?”, NBER, Working Paper Nº 17.260, July.
McGrath, S. y T. Roth (2011): “Empeora el panorama para Europa S. A.”, The Wall Street Journal Americas,28/07/11.

Rolando Astarita
Buenos Aires, Argentina. 28/07/2011

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