viernes, agosto 05, 2011

Estados Unidos en quiebra técnica


Ya que el mundo capitalista se resiste al socialismo real (los que lo propugnamos no nos metemos nada en el bolsillo, no tenemos nin­gún interés personal sino exclusivamente social) y al intervencio­nismo del Estado, tarde o temprano no tendrá más remedio que adoptar un mecanismo de control efectivo sobre la banca y en gene­ral sobre las economías del dólar como el euro, no un control tan relativo que acaba siendo un simulacro.
Quiere decirse que todo en materia económica al final es también cuestión de fuerza; de fuerza material y de fuerza moral. Puesto que si, por ejemplo, la deuda en el ámbito mercantil está regulada por las leyes de comercio, en el ámbito internacional no es materia que lleve aparejada la fuerza de obligar.
Pues no puede llamarse regulación a las llamadas de atención, señales de alerta y pautas aconsejadas por los organismos interna­cionales ( FMI o el Banco Central Europeo, por ejemplo), y menos los diagnósticos de las sospechosas agencias de rating, de origen y mentalidad estadounidense, Moodys, S&P y Fitch que pueden salvar o sumir en el abismo a un país sólo con un guiño de los núcleos del poder que ya sabemos donde se encuentra. Ahora mismo la Fiscalía italiana acusa a Moody's y S&P de lo que nos venimos sospechando desde su excesivo protagonismo: manipular el mercado.
Y luego viene el asunto de la Deuda externa que unos países ele­van a voluntad y otros han de achantarse con las consecuencias de los impagos e incumplimientos. Hay que partir del hecho de que en­tre los países que trajinan ambas monedas los hay de dos clases: los serios y los frívolos, los cumplidores y los incumplidores, los dé­biles y los fuertes, los armados hasta los dientes y los virtualmente desarmados...
Prueba la inanidad de las alertas y orientaciones en materia eco­nómica, bursátil y monetaria, y prueba también de que los incumpli­mientos provocan diferentes efectos según la categoría de los paí­ses es, que Estados Unidos eleva el techo de la Deuda externa tantas veces como se le antoja. Actualmente le están pasando fac­tura las dos invasiones (a eso no se les puede llamar guerras) de Afganistán e Irak, acciones militares que mantiene vi­vas desde hace más de una década, así como la participación en las operaciones bélicas en Libia. De manera que la negociación del techo de la Deuda entre los dos partidos únicos yanquis a cuya escenificación hemos asistido estos días, y el concepto sobre el que debían cargar los débitos que al final han ido a parar a Defensa y no a las presta­ciones sociales (sanidad, jubilados, veteranos de guerra, etc) no son más que otra componenda más de cara al exterior; una pamema más de esas a las que tantas veces acostumbra el imperio.
Porque si China, actualmente en posesión de la mayoría de los tí­tulos de la Deuda (Obligaciones y sobre todo Bonos con un plazo de caducidad entre 3 y 5 años) emitidos por Estados Unidos, exigiera su pago estricto, su liquidez, es decir, su conversión al instante en dólares (como se procede en los ordenamientos jurídicos regulado­res del crédito por vía judicial), Estados Unidos no estaría en estado de suspensión de pagos, estaría en quiebra.
Como ese requerimiento ni se hace ni se va a hacer porque ello supondría la guerra, sepa el mundo que Estados Unidos hará lo que desde la segunda guerra mundial ha hecho siempre (lo he dicho antes y lo repito): lo que le dé la gana... Pero sepa también el mundo que Estados Unidos se encuentra en quiebra técnica.
Desde el punto de vista geopolítico y bélico, estas serían las horas más bajas, el momento de mayor debilidad del imperio, el momento oportuno de que sus enemigos le declarasen esa guerra que lleva 76 años haciéndosela a los dirigentes del mundo que no se le so­meten y a los países que poseen las riquezas para apropiárselas.

Jaime Richart

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