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lunes, agosto 22, 2011
Trotski en la penumbra. 71 aniversario luctuoso
Entrar en la interpretación de un hombre es cosa que requiere delicadeza y piedad. Si se entra en tal interpretación armado con una filosofía hostil a la que inspiró la vida y la obra de aquel hombre, se incurre en un error crítico evidente y se comete, además, un desacato
Alfonso Reyes
En septiembre de 2010 se publicó en español una nueva biografía de Trotski. Escrita por el historiador británico y profesor de Oxford, Robert Service, presenta el título de Trotski: una biografía (Barcelona, Ediciones B). Con esta obra, Service concluyó la trilogía de los líderes de la Revolución rusa (precedentemente había escrito las biografías de Lenin y Stalin). Su voluminosa obra de 735 páginas fue publicada originalmente en el Reino Unido y Estados Unidos, en 2009. Poco después de su aparición se hizo notar la divergencia de criterios acerca del valor de este trabajo. Así, el crítico John Gray, en el magazín londinense Literary Review, calificó la obra como “la mejor biografía de Trotski hasta la fecha”. De su lado, Paul Le Blanc se refirió a ésta como el “segundo asesinato” del pensador y revolucionario ruso. Desde entonces no han cesado los comentarios favorables en la mayoría de los medios escritos, como tampoco las evaluaciones críticas. Por añadidura, la obra en cuestión ha merecido en 2009 el Premio Duff Cooper (que en Gran Bretaña galardona las obras de no ficción), dotado de 5 mil libras esterlinas.
Teniendo en consideración la polémica que ha enmarcado la publicación de tal biografía, la cobertura informativa que se le ha dispensado y la influencia mediática de su autor, analizaré críticamente el referido trabajo. Coincido con lo sostenido por el estadunidense David North cuando advierte que en este libro “casi no hay una página en la cual el lector bien informado no encuentre pasajes reprensibles”. Por motivos de espacio, me ocuparé sólo de algunos.
Trotski: una biografía está estructurada en cuatro partes de acuerdo con un orden cronológico. Cada una de sus partes está constituida por trece capítulos, que suman un total de cincuenta y dos. El texto está redactado en un lenguaje claro y fluido. De todo el conjunto, la tercera y cuarta partes (en especial la última) son las que presentan mayores deficiencias.
En el prefacio, Service nombra los archivos consultados en su pesquisa documental: Amsterdam, Harvard, Moscú, y, sobre todo, la Institución Hoover, en Stanford, cuyo material sobre Trotski –señala– ha sido utilizado en su mayor parte. Bien es sabido que el empleo de fuentes primarias no acredita per se la calidad científica de un trabajo de historia; su valor dependerá, en no menor grado, de la metodología empleada y la perspectiva adoptada por el investigador.
Service declara que su libro “es la primera biografía extensa sobre Trotski escrita por un no ruso y no trotskista”. Esta afirmación no se aviene con la verdad, puesto que la vida de Trotski ha sido explorada y escrita con extensión en Occidente por autores no afiliados al trotskismo. De este modo, en la década de 1970 se publicaron las biografías escritas por Joel Carmichael, Robert Payne, Ronald Segal y Robert Wistrich, por citar algunas.
Del error al dislate
En este mismo apartado, Service cuestiona a dos reconocidos biógrafos de Trotski, Isaac Deutscher y Pierre Broué, a quienes les critica no haber formulado las preguntas más incómodas. Sin embargo, los resultados de su trabajo se hallan muy por debajo del nivel historiográfico alcanzado en esas biografías. Service carece del talento literario de Deutscher; tampoco consigue la necesaria compenetración con el personaje como para aportar una comprensión más profunda de su personalidad histórica. Compárese cualquiera de los capítulos de la trilogía El profeta con los de esta reciente biografía y quedara más que evidenciada su superioridad en cultura histórica, profundidad analítica y capacidad investigativa. El único aspecto en el que Service aventaja a Deutscher es que, por el tiempo histórico que le tocó vivir, presenció acontecimientos de la historia política mundial que el escritor polaco no logró ver; asimismo, tuvo la oportunidad de acceder a documentos que en las décadas de 1950 y 1960 no se hallaban a disposición de los investigadores. Otro tanto podríamos argumentar sobre el trabajo de Broué (a quien Service tilda de “idólatra”), que fue uno de los investigadores más calificados para escribir la biografía de Trotski, tema al que dedicó más de treinta años de estudio. Por otra parte, en sus últimos años, Broué contribuyó significativamente al conocimiento de los trotskistas en la URSS y su exterminio por el aparato estalinista en los años treinta. Si Service hubiese mitigado sus prejuicios ideológicos, podría haber aprovechado mejor estos trabajos y, por ende, habría evitado cometer los no pocos errores y dislates que su obra presenta.
Tanto en la introducción como en el último capítulo de su biografía, Robert Service sostiene que Trotski fue rehabilitado políticamente en la URSS, bajo la administración de Gorbachov. Esta es otra afirmación falsa. Trotski nunca fue rehabilitado políticamente en la Unión Soviética. Durante la perestroika se recuperó su memoria como parte de un proceso de revisión crítica de la historia oficial. En otro orden, a Trotski y a su hijo Lev Sedov nunca se los rehabilitó jurídicamente en la URSS de los cargos infames que constaban en el pliego acusatorio de los Procesos de Moscú.
Al narrar la vida de Trotski, Service incurre en un grave error cuando sostiene que hasta los veintitrés años su nombre era Leiba Bronstein. y que mudó de identidad cuando decidió que se le conociera como Lev Trotski. Todos los documentos y estudios biográficos certifican que su nombre era ruso: Lev –que era como se llamaba su abuelo paterno. Esta distorsión onomástica obedece al propósito de subrayar las raíces judías del personaje, origen que, según Service, Trotski se interesó en ocultar durante toda su carrera revolucionaria. Los argumentos expuestos en abono de esta tesis resultan inconsistentes.
El biógrafo hostil
La animadversión hacia el protagonista de esta biografía resalta desde los primeros párrafos. Es cierto que Service destaca las cualidades de Trotski en tanto excepcional orador y escritor (dotes que son sobradamente conocidas); pero sobre cualquier reconocimiento se superponen los juicios desaprobatorios. Las sombras oscurecen el relato. Este autor no sólo recalca los errores políticos de Trotski, sino que pretende erosionar su imagen histórica. Indudablemente, se trata de la biografía más hostil que se haya escrito de Trotski desde una ideología liberal conservadora. Para ello, Service juzga moralmente todos aquellos episodios de su vida que, a su entender, expresaron una conducta deshonesta. Así, afirma que en 1902 Trotski planeó el abandono de su primera esposa, Alexandra Sokolovskaia, y de sus dos pequeñas hijas en Siberia para huir a Europa (este juicio no es original, puesto que, de manera similar, lo expresó el historiador ruso Dmitri Volkogonov). Silencia el hecho de que el plan de evasión fue decidido de común acuerdo y secundado en su realización por la propia Sokolovskaia.
Con un criterio sensato y honesto, Service debió presentar a Trotski sobre la base de hechos comprobados y no introducir juicios personales para desacreditar la reputación del biografiado. En este sentido, su obra puede ser considerada como una muestra de lo que un investigador no debe hacer cuando aborda una biografía.
Insiste en resaltar de la personalidad de Trotski su carácter profundamente egocéntrico, su concepción utilitaria de las relaciones humanas y hasta “su falta de humanidad”. Para ello se apoya en ciertos testimonios (de los que no hace la crítica pertinente), y deja de lado otros que atestiguan aspectos distintos. El estudio de Service carece de los matices necesarios para una adecuada caracterización psicológica de la compleja personalidad de Trotski.
De manera mezquina, Service pretenda menguar la originalidad intelectual de algunas de sus concepciones revolucionarias, y le resta veracidad a su obra historiográfica y méritos a sus análisis de la política mundial en los años treinta. De otra parte, no trata con suficiencia las seudoacusaciones por las que Trotski fue deportado de la URSS; tampoco el carácter monstruoso de los juicios-espectáculo de Moscú, ni destaca la importancia que Trotski le asignó a la realización del Contraproceso en México.
Los capítulos dedicados a la lucha entre la oposición y la dirección del Partido contienen serias limitaciones de perspectiva y carecen de profundidad. Service expone parcial e insustancialmente las demandas y los planteamientos de la Oposición de Izquierda y, más tarde, de la Oposición Unida. Busca atenuar las diferencias entre la Oposición y el Politburó. No presta la importancia debida a la burocratización de los órganos del poder soviético; limita su explicación al nivel de la lucha de personalidades. Claramente su juicio favorece a Stalin. De esta manera, opina que “mientras Trotski había izado la bandera del fraccionalismo, Stalin había trabajado con solidez y lealtad en pro de la dirección en ascenso del Partido”. Critica las invectivas de Trotski al secretario general del Comité Central del Partido, pero no comenta negativamente las acciones de Stalin en contra de su rival. Todo lo expuesto por Service acerca de la lucha en el Partido puede considerarse como un retroceso en el estado de la información histórica desde los trabajos de E. H. Carr.
No obstante, proporciona información detallada en el terreno de la petite histoire: el gusto de Trotski por vestir con elegancia, sus dolencias, los rumores acerca de sus devaneos con la escultora británica Clare Sheridan (la descripción que ofrece de ese pretendido encuentro íntimo resulta cómica) y la revolucionaria Larisa Reissner; las direcciones de las casas donde moró, los nombres de sus canes, etcétera.
La finalidad de Service es develar las presuntas contradicciones de Trotski para desacreditarlo políticamente y sostener que sus ideas y prácticas sirvieron de fundamento al estalinismo; que Trotski compartía con Stalin una concepción autoritaria de la política y que sus posiciones eran similares en cuanto al empleo del terror en la edificación de un nuevo orden social. De ahí que afirma: “Estaba cerca de Stalin tanto en intenciones como en prácticas.” Y plantea que si Trotski hubiese asumido el gobierno de la Unión Soviética “los riesgos de un baño de sangre en Europa se habrían incrementado de forma drástica”.
El trabajo de Service revela su falta de probidad académica: está parcializado y es engañoso. Contiene una serie de presunciones sesgadas, ofrece versiones inexactas e incompletas sobre varios episodios; además evidencia su falta de ahondamiento en la materia y la comisión de errores fácticos, de juicio y hasta de cronología. La exactitud en historia no es una virtud sino un deber.
Hay, pues, patente descuido en la investigación. Las inexactitudes no sólo atañen al texto, sino también a las imágenes. De las treinta y ocho fotografías publicadas, tanto en la edición inglesa como en la española, cinco de ellas no corresponden a los personajes identificados ni a los lugares y años que se indican (esto se observa en las fotos 6, 20, 22, 24 y 26).
Un factor a considerar en la valoración de una obra de historia es su trascendencia. En el campo de la biografía de Trotski, por ejemplo, la obra de Isaac Deutscher sigue siendo consultada y reeditada. ¿La biografía escrita por Robert Service pasará la prueba del tiempo? Por todas las observaciones expuestas y por tratarse de un trabajo seudoacadémico que sirve a fines extrahistóricos, ciertamente creemos que no.
Gabriel García Higueras(*)
(*) Este artículo ha sido publicado en La Jornada Semanal de México, Domingo 21 de agosto de 2011 Num: 859, con motivo de un aniversario más de la muerte de Trotsky. Su autor es historiador peruano doctorado en la Universidad de Huelva, autor de una obra imprescindible para conocer el debate sobre Trotsky, Trotsky en el espejo de la historia, y aunque colabora habitualmente con el CEIP, y con la Casa Trotsky de México, es ajeno al movimiento trotskista. Es bastante posible que su obra sea editada por una editorial española.
Pepe Gutiérrez-Álvarez
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