sábado, septiembre 01, 2012

31 de agosto de 1967

La traición que tiñó de sangre al Río Grande

El 1 de septiembre de 1967, el grupo de vanguardia de la guerrilla, con el Che al frente, en su peregrinar en busca de Vilo Acuña (Joaquín) y sus hombres, encontraron abandonada la casa de Honorato Rojas, y no imaginaron la tragedia que ocurrió el día anterior.
Por aquellas inmediaciones del Masicurí había transitado a mediados de febrero el contingente internacionalista comandado por el Che, durante su campaña inicial de exploración de la zona con toda su tropa revolucionaria. Entonces, habían llegado a la casa del campesino Honorato Rojas, cuyos hijos fueron atendidos por uno de los médicos de la guerrilla.
En abril, después de haber vencido en sus dos primeros enfrentamientos con el ejército, la columna se encuentra más al sur, en la región de Bella Vista. Es desde allí que el Che debe partir hacia Mayupampa, con el grupo de vanguardia, en cumplimiento de una importante misión, y ordena a Joaquín permanecer en la zona y esperar su regreso, con el cual se reagruparía la fuerza guerrillera.
Los azares de la guerra dificultaron —y a la larga imposibilitaron— ese reencuentro, a pesar de que entre junio y agosto los dos grupos trataron desesperadamente de contactar entre sí, en una verdadera odisea durante la cual varias veces, sin saberlo, estuvieron muy cerca uno del otro.
El grupo de Joaquín, según lo orientado por el Che, se mantuvo en limitados movimientos por la zona, hasta que el acoso del enemigo lo obligó a desplazarse al norte, hacia finales del mes de julio después de haber sufrido, en escaramuzas con el ejército, las pérdidas de valiosos combatientes de Cuba y Bolivia, a lo que se sumó la caída en combate de otro boliviano a principios de agosto.
En su marcha con rumbo a la confluencia del Río Grande y el Masicurí, la retaguardia guerrillera tomó contacto nuevamente con Honorato Rojas, a quien entregaron dinero para la compra de víveres. Con él acordaron, además, que les sirviera de guía al día siguiente para cruzar el río por un sitio seguro, pero ya los había vendido al ejército.
Che habría sido capaz de prever la felonía de Honorato, pues ya desde febrero, cuando lo conoció de parada en su casa, pudo calar la psicología del personaje a quien clasificó "dentro del tipo incapaz de ayudarnos, pero incapaz de prever los peligros que acarrea y por ello potencialmente peligroso".
A las 4 de la tarde del 31 de agosto, el traidor condujo a Joaquín y sus hombres hacia la emboscada tendida por los soldados desde el amanecer en la otra margen del río en el Vado de Puerto Mauricio, desde donde masacraron a los revolucionarios mientras atravesaron la vía fluvial. Los que no cayeron a las primeras descargas, se dejaron llevar por la corriente o se zambulleron. Joaquín logró regresar a la orilla, pero ahí pereció acribillado. Braulio alcanzó a fulminar con su Browning a un soldado enemigo, ocasionando la única baja del ejército.
A lo largo de 600 metros, los soldados corrieron por la orilla del río disparando contra cualquier bulto que se movía en la corriente. El cadáver de Tania siguió río abajo y solo pudo ser recuperado días después.
Las aguas del Río Grande se tiñeron con la sangre de Joaquín, Tania (Tamara Bunke, argentina-alemana), los cubanos Alejandro (Gustavo Machín) y Braulio (Israel Reyes), y los bolivianos Moisés Guevara, Apolinar Aquino y Walter Arencibia. El también boliviano Freddy Maimura y el médico peruano Restituto José Cabreras (Negro o Médico), que escaparon de la matanza, fueron luego asesinados por fuerzas del ejército.
Aquellas inmediaciones de Masicurí no pudieron ser escenario real del vaticinio de su nombre quechua: el de ser el sitio en que se reencontraron los hermanos. Pero, sin que los héroes lo supieran, los vaivenes de la guerra los reunió en aquel lugar, con ribetes de leyendas, en una página gloriosa de la historia americana.
Hoy, los restos de Joaquín, Alejandro, Braulio, Moisés, Apolinar, Walter y Ernesto, reposan desde el 8 de octubre de 1999 en el Memorial Comandante Ernesto Che Guevara, de Santa Clara, junto a los de Tania, depositados en su nicho el 30 de diciembre de 1998, y el Negro, el 8 de octubre del 2000.

Granma

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