Blog marxista destinado a la lucha por una nueva sociedad fraterna y solidaria, sin ningún tipo de opresión social o nacional. Integrante del Colectivo Avanzar por la Unidad del Pueblo de Argentina.
martes, enero 01, 2013
Agitación infantil
Los recuerdos infantiles de Josefa Eloisa Gutiérrez Ferrer, en la Cuba antes de 1959, se asocian a la inseguridad de descubrir algún cadáver sin nombre dentro de un matorral, en los alrededores del puente de hierro o cerca de las cunetas.
En Yara, — ubicado en el oriente del país donde se asentó la familia en busca de mejores condiciones de vida— operó el grupo de Masferrer, un conocido genocida de la Guardia Militar del dictador Fulgencio Batista. Allí, amanecieron muchos cuerpos semidesnudos, con las uñas arrancadas, quemaduras en la piel, ojos ensangrentados y boca espumosa.
En el cuartel radicó el centro de torturas, los gritos de sufrimiento fueron escuchados en las calles del poblado y la impotencia de las personas, cambió el miedo por valor.
Fefi conoció la pobreza desde el mismo día de su nacimiento en 1953. El sostén económico de la familia sopesaba en la espalda del padre, torcedor de tabaco y sin recursos para mantener una prole de seis hijos. La lectura de la tabaquería le obligó a un aprendizaje autodidacta y el ambiente de cambio en la fábrica lo sumergió en apoyar una guerrilla iniciada en la Sierra Maestra.
La niña no pudo interpretar por qué en las tardes varias personas llegaban por distintas vías y se iban vigilando hacia ambos lados para no levantar sospechas. Los hermanos necesariamente, jugaban en el portón de la entrada custodiados por la madre y no le permitían la entrada a la casa hasta concluir la reunión.
También presenció cómo su padre consiguió un radio rentado y atentamente escuchaba los partes de guerra con la señal de Radio Rebelde para luego transmitir las noticias, casi en señas, al resto de la comunidad.
Un día, un vecino advirtió de la llegada de una caravana de militares conocido como los Casquitos, por el color de los cascos blancos en la cabeza, entonces el padre envío al mayor de los niños a tirar en la letrina unos tabacos enrollados que en su interior contenían propaganda del 26 de julio.
El 31 de diciembre de 1958, la situación militar en la zona resultaba ser de mucho peligro, la familia decidió no trasladarse a casa de la abuela en el poblado de El Coco para festejar el fin de año. Sólo hubo una comida diferente y los muchachos se acostaron temprano, agotados por el cansancio del día.
Disparos al cielo, algarabía, gritos y la palabra “ganamos” fue el despertar del día primero, la noticia del triunfo se vistió de júbilo, entusiasmo, abrazos, saludos y congas improvisadas.
En los días posteriores muchachos de delgadez extrema, barbas crecidas, uniformes rasgados y collares de semillas bajaron de las lomas.
Fefa presenció algo más, vio la llegada de un yipi descapotado, allí estaba Fidel Castro, rodeado de barbudos, con el sudor pegado al uniforme, un fusil agitado en su mano derecha y la paloma blanca en su hombro izquierdo.
Nuria Barbosa León, periodista de Granma Internacional y Radio Habana Cuba
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