lunes, enero 14, 2013

Víctor Hugo, más allá de Los miserables



El cine sigue sacando tajada de las grandes novelas de Víctor Hugo, regresan Los miserables ahora en clave de espectáculo musical, y lo primero que hemos de pensar es, ¿qué queda del original debajo de todo el espectáculo?
No seré yo el que me queje, como la inmensa mayoría de la población, sobre todo en la clase trabajadora, sin el cine habría sido muy difícil que nos hubiéramos enterado de los grandes de temas y de los grandes nombres del arte y de las letras. Por lo demás, es bastante posible que Víctor Hugo, al igual que ha sucedido con Charles Dickens, sus adaptaciones fílmicas por lo general, han sido en muchos casos bastante ajustadas. Esta es mi impresión de parte de lo que he visto, pero no creo que este sea el caso de esta versión musical que ahora se estrena como un producto de alto nivel, que puede valer como espectáculo, pero no me parece que se ajuste al original.
Pero aparte de este asunto de las adaptaciones sobre las que volveremos seguramente, se trata de una película de mucho éxito que adapta una versión que se había paseado triunfalmente en las grandes metrópolis, y ofrece por lo tanto un pretexto para decir cuatro cosas sobre Víctor Hugo (1802-1988), el más prolífico y variados de los románticos franceses. Hugo, hijo de un coronal luego general napoleónico, comenzó siendo un entusiasta de Chautebriand al que prendió continuar, un conservador legitimista que al cabo de los años evolucionó hacia el republicanismo, a un cierto socialismo romántico en la estela del 1848, y que con Los miserables escribió una de las primeras grandes novelas de la historia en la lucha de los trabajadores y oprimidos ocupaba un lugar central. Esto hizo que muchos militantes socialistas tomaran su nombre como referente, y que Los miserables fuera una obra de lecturas de la militancia obrera con afanes autodidácticos, amén del nombre de numerosas revistas “subversivas”.
Se trata de la obra más importante de Hugo, junto con Notre Dame de Paris, igualmente muchas veces revisitada por el cine, a veces en obras mayores como las protagonizadas por Lon Chaney y Charles Laughton, respectivamente. Recuerdo que me atrasé un tiempo ante de abordar la lectura de al menos de estas dos obras de Hugo, y eso que pude acceder a unas ediciones magníficamente ilustradas, y eso que me animaba el propósito de hablar de ellas en las charlas que daba para animar a algunas hogares de jubilados y pensionista, convencido que esta podía ser una de las mejores maneras de llenar sus días. El problema es que no encontraba una buena biografía, y sigo sin encontrarla. Siempre pensé que este era un previo necesario, pero finalmente lo hice, y fue como entrar en una fiebre muy especial, un gozo memorable.
Aparte de poeta (el mejor según Gide), y de ser un loco que se creía Víctor Hugo (el decir célebre de Jean Cocteau), de ser poeta, pintor, autor de obras de teatro que en su día conmovieron la sociedad como sucedió con Cromwell y Hernani, pero que no se representan, Hugo es junto con Stendhal y Gustave Flaubert, una de las cimas de la novela del siglo XIX, de obras que se escribían para todo el mundo. Es curioso que el niño enfermizo y escuchumizado llegara a gozar de tanta vitalidad, de una fuerza que mantuvo hasta el final, con una vejez de una plenitud espléndida. En Los miserables, se conjugan literatura e historia, periodismo y ensayo, la acción, más una potente reflexión, el azar melodramática y el peso del destino trágico. Es una novela policial animada por un interrogante metafísico en la que se siente claramente su sentido: la libertad es la lucha por la libertad.
Víctor Hugo fue muchas cosas, pero entre ellas sobresale su marcada evolución hacia la izquierda que llevó, entre otras actitudes, el internacionalista que defendió la independencia del México de Benito Juárez en contra la ambición imperial de Napoleón III, Napoleón el Pequeño, tal como lo llamó sin entrar en mayores profundidades según Marx en su 18 Brumario de Louis Bonaparte. Marx prefería al reaccionario Balzac porque nadie como él describía el mundo de la burguesía, clase que Víctor Hugo despreciaba desde su altura moral y estética pero sin mucha penetración. Sus trazos son mucho más gruesos, y mucho más vivos cuando describe a la gente pobre que lucha por la vida y que tratan de mantener su dignidad en contra de los mayores avatares. Víctor Hugo fue igualmente enemigo de la pena de muerte, una voz que clamó contra la muerte en vida de los miserables, el promotor del sufragio universal… De vuelta a París, tras la caída de Napoleón III (1870), fue aclamado públicamente y elegido diputado. Fue derrotado en los comicios siguientes, pero en 1876 obtuvo el escaño de senador de París, posición desde la que defendió la amnistía para los comuneros, entre los cuales conocía sobre todo a la anarquista Louise Michel (a la que dedicó un poema), conocida como “La Petrolera”, la más odiada por las damas de la alta sociedad y por las beatas
En España su obra hizo furor en su tiempo, y traspasó nuestro tardío y frustrado romanticismo; desde Espronceda que bebió los vientos por él, hasta Larra que al parecer con toda la razón, no gustaba de su teatro, prefería el de Dumas padre, para mantenerse a lo largo de los tiempos como un autor siempre presente. No hay más que darse una vuelta por cualquier biblioteca pública o por cualquier librería importante, para comprobar hasta qué punto Hugo sigue siendo considerado como un clásico al que es muy importante conocer.

Pepe Gutiérrez-Álvarez

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