El espionaje es una actividad eterna de los gobiernos. Hubo una vez un tiempo en que los gobiernos espiaban primordialmente a otros gobiernos. Hoy espían a todo mundo y en verdad digo que es todo el mundo. Recientemente hemos sabido, gracias a quienes denunciaron estos hechos, a Wikileaks y al periódico británico The Guardian, qué tan extenso se ha vuelto el alcance de Estados Unidos, que aparentemente cuenta con el sistema de espionaje más amplio de cualquier gobierno en el mundo. En particular el de la Agencia de Seguridad Nacional (NSA, por sus siglas en inglés).
Por extraño que pueda parecerle a quienes espían, muchas personas ordinarias que para nada son espías, ni están implicadas en actividades nefastas, están sorprendidas de enterarse de que su privacidad es invadida y no les gusta.
Lo que la NSA ha estado haciendo es lo que se conoce como extraer metadatos. Es decir, hacer que los servicios que transmiten correos electrónicos y llamadas telefónicas le envíen a la NSA todos los registros que tienen para que la NSA los analice en busca de tendencias que supuestamente puedan revelar actividad terrorista real o potencial.
Supuestamente, el elemento inicial que evoca sospechas es alguna comunicación entre alguien fuera de Estados Unidos y alguien dentro de Estados Unidos. Sin embargo, esto se extiende hasta incluir todas las comunicaciones entre la persona dentro de Estados Unidos y el resto. Y luego, incluye todas las comunicaciones entre estos otros y los demás con quienes se comunican. En este punto, hablamos de una red que incluye virtualmente a la población entera de Estados Unidos.
La justificación legal para esta actividad es la Sección 215 de la Ley Patriota, que permite que la FBI solicite una orden para producir cosas tangibles con el fin de proteger al país del terrorismo internacional. La orden la adjudica (virtualmente siempre se concede) la corte de la Ley de Vigilancia de la Inteligencia Extranjera (FISA, por sus siglas en inglés). El criterio de juicio y los argumentos gubernamentales ante la corte son secretos. Esta muy extensa actividad es lo que reveló Edward Snowden, y es lo que ha causado semejante conmoción. Para algunas personas, las revelaciones fueron una total sorpresa. Para otras, meramente confirman lo que ya hace mucho tiempo se sospechaba. Para el gobierno, fue una vergüenza importante.
Hubo tres principales reacciones ante las revelaciones. La primera fue la del gobierno de Estados Unidos. Pese a que el presidente Barack Obama aseguró que el debate sobre estos asuntos era deseable y prometió aumentar la transparencia sobre el proceso de toma de decisiones, también persiguió a Snowden del modo más fiero posible, buscando traerlo ante una corte estadunidense para juzgarlo y castigarlo con severidad.
La segunda reacción importante fue la de otros gobiernos por todo el mundo, que descubrieron que eran objeto activo del espionaje estadunidense (algo que por supuesto ya sabían). Y al mismo tiempo, las revelaciones de Bradley Manning y Edward Snowden, juntas revelaron el grado de cooperación entre los gobiernos de Europa occidental y Japón con las operaciones de la NSA.
Pero la reacción más interesante ocurrió en el Congreso estadunidense. Hasta ahora, la oposición de los miembros del Congreso a tales actividades había sido bastante marginal. Pero de repente, se volvió de gran escala. Dos miembros de la cámara de representantes, Justin Amash y John Conyers, unieron fuerzas para proponer una medida que habría restringido la colecta indiscriminada de tales registros.
Hay dos cuestiones que resaltan en la enmienda de Amash-Conyers. Justin Amash es un republicano de extrema derecha, lo que se conoce como republicano libertario. John Conyers es uno de los prominente miembros antiguos del ala progresista (o ala izquierda) del partido demócrata. La segunda cosa que resalta es que fueron combatidos por otra pareja inusual, el presidente Obama y el vocero de la cámara, John Boehner. Era el establishment contra los extremos. El voto fue de 205 a favor (94 republicanos y 111 demócratas) contra 217 en contra (134 republicanos y 83 demócratas) más 12 abstenciones.
La derrota de la enmienda fue asegurada gracias únicamente al intenso cabildeo de Obama y Boehner. Más aún, lo más notable es que el autor mismo de la sección 215, el representante James Sensenbrenner (republicano de Wisconsin), denunció enojado al gobierno por no llevar a cabo la intención de lo que él había redactado. Y expresó que el término relevante relacionado con los registros implicaba limitar la autoridad del gobierno, no extenderla. También le recordó al establishment que la cláusula expira en 2015 y dijo: A menos que se percaten de que tienen un problema, esto no va a lograr su renovación. Así que ¿dónde estamos? El gobierno (sea demócrata o republicano) intentará demoler verbalmente a quienes protesten mientras, de todos modos, continúa invadiendo la privacidad de todo mundo. Y utilizarán (o fabricarán) conspiraciones terroristas para justificar esto. Pero quienes denunciaron estos hechos socavaron su legitimidad y esto es lo que les duele y es por eso que el gobierno se torna vengativo con ellos.
¿Logrará aprobarse la próxima vez algo parecido a la enmienda Amash-Conyers? es difícil decirlo, pero es bastante posible. Y si lo logra, ¿entonces qué? Bueno, depende un poco de quién esté en el cargo. ¿Sería tan duro Amash si el presidente en cuestión fuera Rand Paul? Posiblemente no. Lo que de todos modos podemos decir es que la legitimidad y la autoridad del gobierno de Estados Unidos, en lo interno, se erosionó de forma severa. Cuando uno añade esto a una seria y continua decadencia en legitimidad y autoridad geopolítica, Estados Unidos comienza a verse como uno de esos países menos estables en el sistema-mundo, y no como uno de sus fundamentos.
Immanuel Wallerstein
La Jornada
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