Entrevista a Ricardo Napurí, ex diputado constituyente y senador peruano
-MH: Nuevamente apelamos a Ricardo Napurí para recordar al Che en este nuevo aniversario de su nacimiento y aprovechamos la oportunidad para hablar sobre tu libro Pensar América Latina hoy. Crónicas autobiográficas de un militante revolucionario.
-RN: En el libro dedico un largo capítulo a mi relación política y personal con el Che. En 1959, yo era el responsable de la Comisión Interna del diario La Razón y dirigente del Sindicato de periodistas de Buenos Aires y creía que podía hacer algo propagandizando la Revolución cubana, así que viajé a Cuba y me contacté con el Che. Para mi sorpresa el Che me dijo: ‘Si tú te has formado como marxista y socialista, cosa que no hicimos nosotros, tu deber es impulsar el proceso revolucionario’. Queda claro que ya en el ’59 el Che era partidario de lo que después se llamó “Uno, dos, tres... muchos Vietnam”, o sea, llenar América Latina de revoluciones.
Yo no lo tenía pensado pero tuve un dilema y opté. Decidí ir a Perú a pesar de que no tenía tradición política allí. Yo había salido como aviador militar expulsado por haberme negado a reprimir la sublevación aprista de 1949. De allí que me hubiera formado políticamente con Silvio Frondizi y el grupo Praxis en Argentina y no tuviera antecedentes políticos en mi país.
Al margen de esto, el Che me pidió que me contactara con su primera mujer -Hilda Gadea, que era peruana-, ya que tenía intenciones de viajar a Cuba para encontrarse con él. El Che tenía en Cuba una nueva compañera, Aleida March. Allí aparece el ser viviente diciéndome: ‘Por favor convéncela para que no venga todavía y así darme el tiempo necesario para solucionar amigablemente los problemas entre nosotros’. El encargo era tan personal que me pareció inverosímil. El Che era muy joven y cargaba sobre sus espaldas grandes responsabilidades, sin embargo, sentía una cierta culpa por este hecho. De todos modos, no pude convencer a Hilda y me terminé volviendo con ella y su hijita. Finalmente, ellos resolvieron amigablemente sus problemas y rompieron su vínculo de la forma más cordial y amigable.
Volviendo a Silvio Frondizi. Yo conseguí que el Che lo invitara a Cuba porque pensaba que podía colaborar o ser un buen amigo de Cuba. En una reunión en la que también participaron John W. Cooke y Alicia Eguren, Silvio le planteó al Che por qué no se legalizaban convocando a una Asamblea Constituyente o algo parecido. Le dijo: ‘Uds. tienen mayoría absoluta, por lo tanto, la van a dirigir pero al mismo tiempo, van a darle la posibilidad al pueblo, a los de abajo, que sean los protagonistas del proceso revolucionario en la medida que no han podido serlo ya que se dio en una forma tal que el ejército revolucionario fue su mentor principal’.
El Che le contestó que no conocía nada de Asamblea Constituyente pero que le parecía un buen planteo y tenía que pensarlo.
Hoy mucha gente ataca a Cuba por el hecho de no haber pluripartidismo, por el hecho que Cuba sostiene que no lo puede otorgar por la agresión norteamericana, pero Silvio llegó en un momento donde el problema no estaba todavía planteado. El tema central era quiénes iban a ser los sujetos políticos del proceso revolucionario. Si los trabajadores, las masas y el pueblo oprimido no habían participado plenamente, esa era la gran oportunidad incluso porque la conducción revolucionaria tenía la voluntad política de no cercenar el acceso del pueblo al poder. Esta es una cuestión muy importante que aún hoy está en la orden del día a 50 años de la revolución, cuando se plantea el problema de la democracia en Cuba.
-MH: Supongo que éstas no serán las únicas vivencias del Che que aparecerán en tus Crónicas autobiográficas...
-RN: Por supuesto que no, se trata de un largo capítulo, pero aprovecho los pocos minutos que me quedan para contarle a los oyentes que el Che siempre decía: ‘Yo soy vecino de la muerte’. Esto se asocia frecuentemente a la afirmación de Fidel que siempre sostuvo que el Che no le tenía miedo al peligro. Sin embargo, el Che nos decía: ‘No es que yo fuera irresponsable cuando luchamos en la Sierra Maestra. Pasé tanto con mi asma que muchas veces estuve por morirme. Me acostumbré a vivir al filo de la muerte. Estar en la Sierra Maestra combatiendo era muy difícil para mí por mis antecedentes asmáticos’.
El Che se ha convertido en un mito porque lo necesitan los pueblos, porque todo rebelde lo ve como un portaestandarte para su lucha antiimperialista, anticapitalista, la gente lo toma como bandera y la historiografía tiende a presentarlo como un hombre casi perfecto como si no fuera un mortal.
Hasta llegar a Guatemala y ver la caída del gobierno de Jacobo Arbenz el Che no había leído casi marxismo a pesar que era muy culto. Era un joven en proceso de cambio y cambió. Entre 1959/60 que fue mi vínculo fundamental, más fuerte, el Che era un joven que estaba dando un salto en su vida. Es necesario comprender que hombres como el Che no nacieron mitos. Son los hombres los que construyen los mitos porque los necesitan. José Carlos Mariátegui dijo que los pueblos oprimidos instalan los mitos porque sustituían a la ideología y lo que no les podía dar el orden existente.
Estas pinceladas humanas y otras en medio del cuadro político yo las relato en mi libro Pensar América Latina hoy. Crónicas autobiográficas de un militante revolucionario, donde en casi 600 páginas cuento una gran cantidad de incidentes de lo que fue mi presencia como actor en varios procesos políticos, sociales y revolucionarios en América Latina.
Mario Hernandez
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