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lunes, junio 09, 2014
Gestamp y la bancarrota del "progresismo" K
El conflicto de Gestamp marca la bancarrota absoluta del "progresismo" K. El "frepasismo rabioso" que había adelantado la ruptura con los trabajadores asalariados (mediatizada por la ruptura con Moyano), así como en su momento tuvo como "modelo" a Pedraza hasta que tuvo que soltarle la mano tras el asesinato del compañero Mariano Ferreyra, termina confluyendo con una de las burocracias más rancias del movimiento obrero argentino: la del SMATA, que cuenta con el curioso "mérito" de ser igualmente apreciada por los milicos genocidas y por el kirchnerismo.
La actuación que está teniendo SMATA -y más aún si se efectivizan sus amenazas de salir a la calle-, fusionándose con el Estado (convirtiéndose en Estado o “para-estado”), confirma la caracterización que hicimos acá: la burocracia sindical “constituye un aparato para-estatal que actúa como 'sociedad civil' cuando tiene que contener y como Estado (banda para-estatal) cuando tiene que apuntalar la represión”. En conflictos claves (y por una combinación de circunstancias, no sólo económicas, sino también políticas, Gestamp ocupa hoy ese lugar), las burocracias realizan abiertamente su función esencial: policía interna de la clase obrera.
"La posición oficial del Poder Ejecutivo" se expresó "a través de la ministra de Industria, también por supuesto de Ricardo Pignanelli como titular de SMATA, y también de la empresa", dice Capitanich. Y Pignanelli completa “ya debería haber sido tomado como un delito". Estado y para-estado al servicio de una clase, contra el enemigo común de mayor peso en la “sociedad civil”.
Después de diez años de fantaseo de la "izquierda K" sobre "trascender el pejotismo", lo único que queda es un "pejotismo puro y duro" mucho más cerca de Ottalagano y Remus Tetu, que de J.W. Cooke o Rodolfo Walsh. La ministra de industria como vocera del frente patronal-burocrático y corriendo "por derecha" a Scioli por dictar la conciliación obligatoria y defendiendo los despidos de trabajadores.... pero ojo, no hay que abrirle paso a la derecha…
Un periodista valiente y por supuesto más lúcido en sus intuiciones, ya había caracterizado, con sus palabras, la esencia de la burocracia sindical, su macartismo y su función estratégica (que el “vandorismo” supo concentrar):
Pero al suceder actuaron todos o casi todos los factores que configuran el vandorismo: la organización gangsteril; el macartismo (“Son trotskistas”); el oportunismo literal que permite eliminar del propio bando al caudillo en ascenso; la negociación de la impunidad en cada uno de los niveles del régimen; el silencio del grupo sólo quebrado por conflictos de intereses; el aprovechamiento del episodio para aplastar a la fracción sindical adversa; y sobre todo la identidad del grupo atacado, compuesto por auténticos militantes de base.
El asesinato de Blajaquis y Zalazar adquiere entonces una singular coherencia con los despidos de activistas de las fábricas concertados entre la Unión Obrera Metalúrgica y las cámaras empresarias; con la quiniela organizada y los negocios de venta de chatarra que los patrones facilitan a los dirigentes dóciles; con el cierre de empresas pactado mediante la compra de comisiones internas; con las elecciones fraguadas o suspendidas en complicidad con la secretaría de trabajo. (Rodolfo Walsh, ¿Quién Mató a Rosendo?. Ediciones de la Flor)
Por otro lado, el relato de “más estado, para ponerle límites al mercado”, queda en el más absoluto ridículo, cuando la burocracia sindical policíaca se fusiona con el estado para garantizar el normal funcionamiento de las leyes del mercado, es decir, que las empresas puedan efectivizar “en paz, orden y administración” los despidos y las suspensiones. La “bronca perra” que tenía la semana pasada el patotero servicial de Pignanelli, se convirtió en “odio” no hacia las empresas, sino hacia los trabajadores y especialmente a la izquierda.
El cristinismo, como dijimos otras veces, tiene un problema con el movimiento obrero. En épocas de ajuste, no puede basar su política en una alianza "redistribucionista" con los sindicatos, salvo con aquellos como el SMATA y la UOM que luchan a brazo partido... por las ganancias de sus patronales. Pero tampoco puede chocar a la clase obrera de frente, después de diez años de recomposición objetiva y subjetiva en el terreno de la organización. De ahí que su línea sea poner techos en las paritarias por arriba y dejar correr los ataques por sector ahí donde las patronales empiezan a ganar un poco menos (no a perder) o se quieren sacar de encima a los delegados combativos y de la izquierda.
Si bien el conjunto del movimiento obrero todavía no rompió masivamente con el gobierno (en ese sentido la ruptura es más del gobierno con el movimiento obrero y no a la inversa), se expresan distintos niveles de ruptura en amplias franjas de vanguardia; lo cierto es que esta política no puede tener otro efecto que el de transformar cada vez más al movimiento obrero en "oposición social". La alianza con el capital financiero (Club de Paris), las multinacionales (con el “centro de gravedad” de las automotrices), más escasas concesiones a los pobres; no constituyen una “hegemonía” que pueda imponerse sobre el sujeto más peligroso y estratégico.
A los planes de "sucesión" hacia la derecha, empezando por el actual curso del oficialismo, cuya expresión en el movimiento obrero empieza a constituir más embrión de Triple A, que de "pibes para la liberación", con Pignanelli de vocero de la política oficial casi con más protagonismo que la propia Débora Giorgi; hay que responder contundentemente. Apoyando a la lucha de Gestamp, denunciando implacablemente (en ese sentido Walsh hacía escuela) a esta burocracia, para limitar su poder de fuego, en la perspectiva de recuperar los sindicatos.
Aquellas personas que honestamente acompañaron desde la izquierda o la centroizquierda al kirchnerismo, con la ilusión de terminar con esta práctica política del peronismo, deberán meditar seriamente si están dispuestos a avalar este oscuro rumbo que comienza a tomar el gobierno de la mano de una burocracia sindical con una historia verdaderamente siniestra.
Fernando Rosso / Juan Dal Maso
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