Ofensiva yihadista
En los últimos meses la guerra en Siria entró en una fase agotamiento. Tras meses de impasse la situación parecía inclinarse a favor del presidente Assad. Varios factores permitían obtener esa conclusión: escaso interés de la comunidad internacional por abrir un escenario nuevo en el que las fuerzas islamistas podrían jugar un papel hegemónico peligroso para los intereses occidentales, convocatoria electoral para legitimar el gobierno de Bachar e incluso la retirada de combatientes opositores de algunos núcleos urbanos. Todo ello permitía albergar alguna esperanza de que el conflicto entrara en una fase de hibernación o de baja intensidad.
Sin embargo, la ofensiva desencadenada por el Ejército Islámico de Irak y Levante (EIIL) sobre Irak ha desmentido, aunque sea de forma parcial, estas previsiones. Quizás la guerra en Siria pase temporalmente a un segundo plano pero el traslado de los enfrentamientos a Irak abre un escenario si cabe más difícil y complejo por las consecuencias que pudiera tener. Con buena parte del protagonismo mediático centrado en Siria no eran muchos los analistas que advertían de la inestable y compleja situación existente en Irak donde estaban convocadas elecciones para finales de abril de este año. Aunque las perspectivas existentes en el año 2010 se presentaban favorables, lo cierto es que la legislatura de Al Maliki ha estado marcada por su incapacidad para estabilizar al país y lograr un consenso entre las diferentes comunidades que permitiera remontar la situación que se abrió con la invasión norteamericana para derrocar a Saddam Hussein. Diversos analistas señalaban que en los últimos años se ha incrementado la pobreza en un país destruido por la guerra. De hecho se habla de seis millones de iraquíes viviendo en los límites de la miseria lo que facilita la inestabilidad y radicalización de segmentos importantes de la población. Uno de ellos está formado por la comunidad sunnita que acusa al gobierno de Al Maliki de haber patrimonializado el gobierno a favor de su partido y clientela electoral chiita, con base en Kerbala, principalmente.
A la pobreza rampante habría que añadir otros elementos como son el fracaso en lo referente a la estabilidad y seguridad con un ascenso continuado de los atentados terroristas y por otro lado estaría el empeoramiento de sus relaciones con los países vecinos. La retirada norteamericana permitió albergar alguna esperanza con respecto al incremento de la estabilidad en el país. En efecto, retiradas las tropas invasoras parecía que los niveles de violencia disminuirían de forma drástica en la medida que una parte significativa de los atentados se dirigían contra ellas. Pero esta idea se sustentaba en que únicamente la presencia americana era la causante de la violencia en Irak olvidando un elemento tan importante como es la violencia sectaria protagonizada por sunnies y chiitas. Si se hubiera hecho un esfuerzo real por integrar a la comunidad sunnita en el proceso es posible que la situación no se hubiera deteriorado tanto como lo hizo en los últimos cuatro años. Pero la realidad es que los árabes sunnies han seguido sintiéndose como los grandes marginados y excluidos lo que ha favorecido su rechazo hacia el nuevo régimen al tiempo que alimentaban una creciente radicalización.
Aunque se presentaron diversas opciones políticas, mayoritariamente de inspiración islámica como la coalición Mutahidum (Unida) que se situaba en las coordenadas ideológicas de los Hermanos Musulmanes, lo cierto es que no lograron ni el apoyo masivo necesario, ni se han convertido en interlocutores del conjunto de la comunidad sunnita que ha ido alimentado diversos grupos insurgentes desde el año 2004. La realidad es que en el último periodo se habla de unos 3.500 muertos en los primeros meses de este año, con un promedio de mil víctimas mensuales como consecuencia de diversos atentados.
El otro elemento que contribuyó estos años a deteriorar la situación de Irak fue su creciente aislamiento dentro del contexto regional árabe. Percibido como un gobierno sectario favorecedor de los intereses de la comunidad chiita y aliado privilegiado de Irán, los países árabes han mantenido durante estos últimos años una actitud cuanto menos distante. El estallido de la revuelta popular en Siria no ayudó a mejorar su imagen ya que, en una coyuntura en la que la calle árabe mostraba su solidaridad con los combatientes islamistas, el gobierno de Bagdad aparecía como despreocupado por esta cuestión y poco sensible al sufrimiento de la población civil. Que Bachar en Siria proceda de la minoría alauita, es decir chiita, y que Maliki sea también chiita es un elemento que la comunidad sunnita percibe con facilidad como una alianza de traidores al Islam. Es fácil imaginar que detrás de este aspecto se pueden encontrar sin dificultad las intrigas y el trabajo conspirativo de Arabia Saudita así como de los Emiratos del Golfo, que ven con verdadera aprehensión cualquier posible incremento de la influencia de Irán sobre los países de Oriente Medio o sobre las poblaciones chiitas de sus propios estados. En este sentido, Irak y su gobierno forman parte del bloque enemigo al que hay que aislar o incluso destruir. Lo cierto es que este aislamiento regional no ha ayudado a estabilizar la situación en Irak.
Unos resultados que incrementan la crisis
Si la campaña electoral estuvo marcada por una espiral de violencia ascendente, con atentados indiscriminados que afectaron especialmente a la población chiita, el resultado de la misma abrió una nueva fase en el deterioro de la situación. Con un parlamento formado por 328 representantes, la lista vencedora, la de Al Maliqui, obtuvo 92 escaños, muy lejos de la mayoría necesaria para obtener el apoyo parlamentario. Por ello se abrió un intenso periodo de negociaciones que solo han servido para mostrar las debilidades del nuevo Irak así como su desgarramiento entre los diversos grupos políticos y comunidades. Hasta cinco posibles candidatos ha presentado la Alianza Nacional Iraquí para el cargo de Primer Ministro, sin obtener resultado favorable.
Todas las partes se acusan de sectarismo o de estar al servicio de intereses extranjeros. Formalmente el Consejo Supremo de Al Hakim se presenta como una alternativa no sectaria abierta a la sociedad civil e integradora pero en la práctica no puede hacer olvidar su alianza con Irán durante muchos años al tiempo que no es capaz de presentar una ruptura con ese pasado. Su propia base electoral, chiita, se siente cómoda con la presencia e influencia iraní.
En este contexto es en el que se produce la irrupción del EIIL desde Siria ocupando, en una ofensiva relámpago, la provincia de Nínive, incluida la ciudad de Mosul, su capital. Quizás lo que más haya asombrado en el exterior haya sido el hundimiento del nuevo ejército iraquí que se ha mostrado incapaz de hacer frente a la misma. Tres divisiones se han hundido y buena parte de sus mandos han huido hacia la capital dejando en manos insurgente posiciones sin defensa así como numeroso armamento. Para los Estados Unidos, que se retiraron de Irak anunciando que se había logrado formar un nuevo ejército, entrenado y disciplinado, el escenario no deja de ser un serio contratiempo pues obliga a repensar la situación y la necesidad de una posible implicación en un conflicto indeseado. Para el gobierno de Bagdad, que ha venido incrementando el presupuesto de defensa durante este tiempo, se trata de un fracaso sin paliativos.
Ante este resultado, los yihadistas anunciaron su avance hacia el sur con la intención de alcanzar las ciudades sagradas chiitas y destruirlas. La amenaza resultó tan creíble que en cuestión de horas el clero chiita llamó a la movilización general acudiendo en ayuda del gobierno de Maliki al mismo tiempo que los pershmergas kurdos se hacían con el control de la disputada ciudad de Kirkuk, centro petrolífero iraquí, con el pretexto de evitar su posible caída en manos de los yihadistas. De este modo Irak se mostraba al mundo al borde de convertirse en un estado fallido.
Los yihadistas del EIIL
El Estado Islámico de Irak y Levante (EIIL) forma parte de la galaxia islamista/yihadista partidaria de la yihad global apadrinada por Al Qaeda. Su origen hay que buscarlo en Irak. La intervención americana permitió la formación de Al Qaeda de Mesopotamia, dirigida por Al Zarqawi que dio importantes dolores de cabeza a los norteamericanos hasta su muerte en combate. Con posterioridad, en la región occidental de Faluya se produjo una reorganización de los efectivos yihadistas para dar forma al Estado Islámico de Irak (EII).
Fieles a su estrategia de implicarse en conflictos ya existentes, el EII decidió intervenir en el conflicto de Siria en el año 2012. Como en otros lugares, pasaron a convertirse en parásitos, pero a la vez protagonistas, del viejo conflicto. Lo que al inicio había sido una revuelta popular en contra del gobierno de Bachir Assad, pronto se convirtió en una guerra civil y, con la incorporación de los yihadistas, se transformó en un enfrentamiento sectario en el que la línea de fractura sunnita-chiita quedó claramente delimitada. La ayuda del EII fue fundamental para la formación de Al Nusra (El Frente para la Victoria) que contó con importantes apoyos tanto a nivel económico como en lo referente al envío de combatientes. Desde el comienzo hubo acusaciones de que Al Nusra contaba con la complicidad de Turquía que, además de su apuesta por el derrocamiento de Bachar Assad, necesitaba un contrapeso para evitar que los kurdos pudieran impulsar un proceso que culminara con la proclamación de una región kurda autónoma. Dirigido por Mohamed al Jawlani, Al Nusra consiguió una presencia efectiva en diversos lugares del territorio sirio: Alepo, Deraa, Deir el Zor, Raqqa, etc.
Su ascenso parece estar vinculado a un doble proceso. Por un lado la efectividad de sus combatientes y por otro la formación de una red asistencial en las ciudades y barrios bajo su control para ofrecer ayudas a la población civil castigada por el conflicto. No hay dudas de que Al Nusra sea una fuerza política implantada en la sociedad valiéndose del conflicto. Sin embargo, en el año 2013 se produjo una división en sus filas cuando el dirigente del ISI, Abu Bakr Al Bagdadi, comenzó a hacer públicos comunicados en los que insistía que Al Nusra era parte del EII y que la nueva situación llevaba a una reorganización que daría origen al actual EIIL.
De lo recogido en diversas redes y testimonios se puede deducir que se produjo un intento de controlar un movimiento como Al Nusra en un momento en el que su prestigio estaba en alza. Pero las cosas no salieron según lo previsto y el dirigente del Frente, Jawlani, rechazó la propuesta. Las recriminaciones mutuas intentaron ser solventadas mediante una declaración del líder de Al Queda Ayman Al Zawuahiri, quien reconoció como miembro de la Yihad global al frente Al Nusra.
Inevitablemente se produjo un enfrentamiento entre ambas facciones marcado por la opacidad. Se conocen casos de batallones de diversas áreas que han cambiado de posición oscilando entre Al Nusra e EIIL en varias ocasiones. En la primavera de 2013 Raqqa, ciudad estratégica situada junto al Eúfrates, cayó en manos del EIIL que la convirtió en su cuartel general. Aunque se produjeron diversas denuncias que señalaban que los combatientes del EIIL eran básicamente extranjeros, el asunto no está claro y existen estimaciones que reducen esta composición hasta un 30% de los efectivos.
Aunque el enfrentamiento entre sunnitas y chiitas es un hecho recurrente a lo largo de la historia en Oriente Medio, nos encontramos en la actualidad en una fase de radicalización de dicha rivalidad. Desde el triunfo de la Revolución Islámica en Irán las clases gobernantes árabes han venido insistiendo en el peligro de un expansionismo iraní y por lo tanto chiita que podría poner en peligro el status quo existente en la región. Un argumento que no sirve para ocultar su temor a un posible contagio del modelo iraní a otros escenarios árabes. Arabia Saudí ha sido el país abanderado de esta posición a la que se han unido buena parte de los gobernantes árabes de la región. El derrocamiento de Saddam no fue llorado por parte de las petro-monarquías pero abrió la puerta a un ascenso chiita si acaso más preocupante. La división ideológica existente entre los reformistas modernizadores islamistas (Hermanos Musulmanes) y los tradicionalistas (wahabitas) ha sido el factor decisivo que ha mantenido durante este tiempo divididos a los estados árabes a la hora de enfrentar lo que ellos perciben como una amenazadora media luna chiita que se extendería desde el estrecho de Ormuz hasta el Líbano presionando a los estados donde los sunnitas son mayoritarios.
El EIIL mantiene un discurso de extrema violencia contra los chiitas. Recientemente Ahmed Rashid señalaba en la prensa que su originalidad consiste en que de sus palabras se puede apreciar un llamamiento al exterminio físico, algo que no tiene precedente dentro de las pugnas internas del Islam. Los yihadistas usan el argumento del takfir, la apostasía, para justificar sus ataques en contra de quienes consideran son unos traidores a las enseñanzas religiosas. Frente a un apóstata la muerte aparece como la mejor de las opciones. Quienes viven en un estado musulmán y no son capaces de rebelarse contra quienes gobiernan ese estado son gente que se merece la muerte precisamente por su ignorancia cuando no por su propio abandono de las prácticas religiosas. Con este argumento se entiende que los yihadistas no tengan especiales prejuicios a la hora de utilizar la violencia de forma indiscriminada. Las víctimas lo son por su propia inacción. Pero frente a los chiitas, el EIIL se presenta como un grupo de Nasibis, concepto que hace referencia a quienes tomaron el control de la inicial comunidad islámica para dirigirla en contra de los idólatras, lo que encaja perfectamente en su idea de yihad o guerra santa. Los chiitas son rafidis, es decir, aquellos que rechazan o que rehúsan someterse a los principios del Islam. El valor simbólico de estos conceptos se aprecia en las declaraciones del EIIL afirmando que no tiene ninguna duda de que el destino de las ciudades sagradas de Nayaf o Kerbala es el de ser bombardeadas y destruidas, del mismo modo que el clero chiita interpreta el discurso como una verdadera amenaza lo que le lleva a pedir la movilización de la población en apoyo del gobierno de Maliki y la formación de milicias para defender sus lugares sagrados. Las ejecuciones sumarias y masivas de las que se ha hablado en estos días formarían parte de una “campaña de imagen” del EIIL presentándose como los únicos y verdaderos combatientes contra aquellos rafidis que se atreven a rechazar el verdadero mensaje religioso.
Las fronteras artificiales
Otro elemento significativo que evoca la actual ofensiva del EIIL hace referencia a la artificialidad de las fronteras existentes en Oriente Medio. Surgidas hace un siglo, en medio de la I Guerra Mundial y como resultado de un reparto de zonas de influencia entre Francia y Gran Bretaña, durante este tiempo han venido siendo cuestionadas por diferentes corrientes entre las que destacan los nasseristas y el panarabismo del partido Baas. De ahí las continuas interferencias de unos países en los asuntos de los otros, los proyectos de fusión de estados que no llegan a consolidarse, la articulación de corrientes políticas por encima de las fronteras etc. Para la corriente islamista, la única frontera reconocida hace referencia a la Umma o comunidad islámica, hecho que explica y facilita la presencia de combatientes de diversos países en cada uno de los conflictos que se desarrollan en el seno de la Umma (Afganistán, Chechenia, Irak o Siria). Las delegaciones de Al Qaeda en las zonas en conflicto han buscado siempre la superación de las fronteras estatales (Al Qaeda del Magreb Islámico, Al Qaeda de Mesopotamia, de la Península Arábiga, etc). La mutación del EII a EIIL plantea un grave desafío en la medida en que Siria deja de existir para convertirse en un vago y difuso Al Sham traducido generalmente como Levante que trasciende a estados vecinos como Líbano e incluso Jordania. Solamente el desarrollo de los acontecimientos en el futuro permitirá saber si esta denominación incluye un deseo real de extender su campo de actuación. De momento habrá que señalar que entre los objetivos a destruir en ocasiones han citado a Beirut, ciudad a la que consideran como un baluarte de Hezbollah, el partido-miliciano de la población chiita libanesa, que no ha dudado en acudir en apoyo de Assad en los momentos más delicados del conflicto en Siria.
Como en Oriente Medio todo es difuso y opaco la cuestión de las fronteras y de las alianzas políticas es un fenómeno claramente volátil. Así, el nacionalismo árabe fomentó en Siria la presencia del PKK kurdo para dirigirlo en contra de Turquía e incluso de Irak en la época de Saddam. Esta alianza, rota cuando se expulsó de Líbano a Ocalan, se ha mantenido en el imaginario islamista justificando su hostilidad en contra del movimiento kurdo, señalando que el PYD en Siria es un caballo de Troya en manos de Bachir. Se trata de un argumento ideológico que, unido a la inspiración laica del movimiento kurdo, ha sido el pretexto para combates entre milicias kurdas e islamistas que han proliferado en diversos momentos y lugares durante el periodo de la revuelta contra Assad en Siria. Como nada es sencillo, también se han levantado voces señalando una extraña confluencia de intereses entre Bachir y el EIIL. El primero habría dejado actuar al segundo o, cuanto menos, no se ha implicado en conseguir su derrota, con la idea de que un auge del yihadismo del EIIL serviría para que las potencias occidentales reaccionaran con temor. De este modo Bacher jugaría la carta de hacerse imprescindible para derrotar al EIIL solamente cuando los americanos reclamaran su actuación lo que sería recompensado con una aceptación de su mantenimiento en el gobierno de Damasco al convertirse en la punta de lanza contra el terrorismo islámico, Se trataría en suma de repetir una jugada semejante a la de Milosevic en la región balcánica en la década de los noventa. Después de incendiar la zona, se presentó como único garante para imponer los acuerdos de paz firmados en Dayton, lo que obligó a los USA a mantenerle en el poder convertido ahora en su aliado. De modo semejante, Bachar estaría dejando hacer a los yihadistas convencido de que, tarde o temprano, los americanos tendrán que solicitar su apoyo. En ese momento Bachar pondrá como precio a su apoyo su mantenimiento en el poder.
Un Obama despistado
La ofensiva del EIIL ha colocado contra las cuerdas al presidente Obama quien ha venido presentándose hasta ahora como el artífice de la retirada de las tropas estadounidenses de Irak. Para justificar esta retirada se alardeó de la formación de un ejército y una policía profesional que contaban con medios y formación suficiente como para mantener el control y la estabilidad de Irak. Los hechos han venido a desmentir estas afirmaciones obligando a los norteamericanos a repensar la situación. Desde el inicio de la ofensiva las declaraciones oficiales han venido insistiendo en la idea de que no se contempla un escenario en el que tropas norteamericanas puedan hacerse nuevamente presentes en la zona. Cuando se acerca el final de su segundo mandato, Obama aspira a pasar a la historia como el presidente que sacó a las tropas USA de los avisperos de Irak y Afganistán. Dar marcha atrás en este objetivo sería considerado como un fracaso, incluso si se trata de combatir al yihadismo. Por eso mismo sus portavoces se han mostrado dispuestos a valorar otras posibilidades, haciendo referencia al uso de bombardeos mediante drones, un hecho que ha hecho sonar todas las alarmas vistos los resultados de ese método en escenarios como Yemen, Afganistán o Pakistán, donde dichos bombardeos han causado numerosas víctimas entre la población civil.
Un hecho relevante es la convergencia de intereses en esta crisis entre USA e Irán, los grandes enemigos. El gobierno de Teherán presenta en la actualidad una actitud más flexible y cooperadora en temas como el armamento nuclear, pero de ahí a establecer una alianza media todavía un trayecto importante. Sin embargo, en el caso de Irak los americanos tienen claro que no se puede suprimir la influencia de Irán y hacer de ello un objetivo esencial solo puede alimentar una insurgencia chiita antiamericana en Irak, lo que supondría una dificultad añadida. Del mismo modo, Irán lucha por mantener el espacio de influencia con el que cuenta actualmente sin que ello suponga un enfrentamiento radical con los Estados Unidos. De momento, y ante el ataque islamista a los centros de producción y refinado de petróleo, los Estados Unidos han anunciado el envío de un contingente de trescientos asesores militares para respaldar al gobierno de Al Maliki. Está por ver el alcance real de la ofensiva del EIIL y si este apoyo será suficiente para frenarla o habrá que buscar medidas añadidas.
Tino Burgos
Viento Sur
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