miércoles, abril 22, 2015

A 91 años de su muerte: Lenin, el bolchevismo y la tenacidad



Si en instantes de triunfalismo empresarial rampante, Lenin y el Partido Bolchevique fueron arrojados a un basurero histórico y su tradición asociada a los denominados “totalitarismos”, hoy, la cantinela posmoderna neoliberal encuentra ecos en el empleo del término “leninista” de un modo abiertamente distorsionado.

Han pasado 91 años desde su muerte, y hoy parece que cualquier columnista de prensa puede permitirse un uso del término “leninismo” en el sentido que lo estime conveniente. Una operación equivalente a la operación posmoderna de diseminar el significado de un concepto en el que ha se ha grabado un contenido histórico. En los medios locales, el empleo que inaugurara el derechista David Gallagher, cuando hace casi 10 años, escribió, que creía “que la UDI, por ejemplo, es (…) un partido leninista en su estructura, absolutamente vertical” (The Clinic, 138), se ha instalado entre analistas y periodistas. Recientemente el sociólogo Alberto Mayol, hizo eco de este uso, titulando a una columna referida a la UDI “Del partido leninista a la doctrina Sinatra” (El mostrador, 15 de enero). En ella diagnostica que producto de la debilidad, ahora en la UDI, cada uno hace lo que quiere, y que ya no existe ese monolitismo o verticalismo que intenta identificar con leninismo.
Si bien es cierto que en muchas ocasiones la lucha de clases produce simetrías en los polos opuestos, en cuanto los contendientes combaten en una misma época histórica que condiciona la elección de sus medios de lucha (sería ridículo enfrentar a un ejército moderno con piedras o a los partidos burgueses como la UDI con un pequeño colectivo local); en esta ocasión, el concepto “leninismo” es empleado de un modo estrictamente ideológico, es decir falso. Se presupone que la experiencia de burocratización y totalitarismo que fue el estalinismo es continuidad o fruto derivado del leninismo. Se le atribuye a éste un modo verticalista y autoritario en las relaciones políticas. Pero lo cierto es que la noción de partido de Lenin es altamente dinámica. El partido es la fusión entre la vanguardia obrera y la intelectualidad marxista, pero esta definición no agota la comprensión del concepto leninista de partido. Por ejemplo, los métodos de organización, dirección y el establecimiento de las fronteras partidarias debe ajustarse a la situación concreta. Si en 1903 Lenin rompe con el iskrista y luego menchevique Martov, a partir de la contraposición de un concepto de partido que exigía militancia en uno de sus organismos y no simplemente colaborar y estar bajo la dirección de éste; en 1905, al calor de la revolución, combatió por llenar de obreros los organismos dirigentes del partido, o por considerar militante a aquél trabajador que lea y reparta el periódico partidario. Poco antes de su muerte, en la serie de cartas al XX Congreso del Partido Bolchevique, escritas entre el 22 de diciembre de 1922 y el 4 de enero de 1923, propone una serie de medidas con el fin de combatir la inicial burocratización y entre otras cosas, critica agudamente a Stalin, que encabezará la posterior burocratización de la Unión Soviética: “Stalin es demasiado brusco, y este defecto, plenamente tolerable en nuestro medio y en las relaciones entre nosotros, los comunistas, se hace intolerable en el cargo de Secretario General. Por eso propongo a los camaradas que piensen la forma de pasar a Stalin a otro puesto y de nombrar para este cargo a otro hombre que se diferencie del camarada Stalin en todos los demás aspectos sólo por una ventaja, a saber: que sea más tolerante, más leal, más correcto y más atento con los camaradas, menos caprichoso, etc.” Este pequeño pasaje, habla mucho más que nuestros sabios columnistas y sociólogos, sobre cómo concebía Lenin las relaciones al interior de una organización política y la relación de sus dirigentes y los militantes. Lenin ve en ese rasgo de Stalin algo incompatible con un rol tan central como el de secretario general. En la misma serie de cartas habla de convocar a 50 o 100 trabajadores al CC y propone una serie de medidas en contra de la inicial burocratización.
Lenin estuvo a la cabeza del partido que dirigió la revolución rusa. Cumplió el rol central en forjarlo y él mismo fue un producto del movimiento marxista, la corriente bolchevique y la experiencia del movimiento obrero ruso y europeo. Como escribía Cecilia Feijoo en Izquierda Diario - Argentina: “Olvidar que tras su figura está la experiencia de generaciones, es simplemente una estupidez. Aquellos que descartan, rechazan o quieren “deshacerse” de su herencia, no están simplemente descartando a un hombre, están descartando esa experiencia colectiva por la que generaciones siguen luchando y muriendo.”
El bolchevismo condensó en un lapso de 15 años y arraigado en la clase obrera, una experiencia que moldeó a un tipo de militante que fue capaz de tomar el poder en 1917. Entre ambas revoluciones, el bolchevismo fue la continuidad de unas lecciones estratégicas y una práctica, se fortaleció como partido, respondió con medios diversos de combate a los giros de la situación objetiva. Lenin escribe en La Enfermedad Infantil del Izquierdismo en el Comunismo, que “el bolchevismo tuvo una historia práctica de quince años (1903-1917) que, por la riqueza de la experiencia que representa, no puede ser comparada a ninguna otra en el mundo. Pues ningún país, en el transcurso de estos quince años, pasó ni aproximadamente por una experiencia revolucionaria tal, por una rapidez y una variedad tales de la sucesión de las distintas formas del movimiento, legal e ilegal, pacífico y tormentoso, clandestino y abierto, de propaganda en los círculos y de propaganda entre las masas, parlamentario y terrorista. En ningún país estuvo concentrada en un período de tiempo tan breve una tal riqueza de formas, de matices, de métodos de lucha de todas las clases de la sociedad con temporánea, lucha que, además, como consecuencia del atraso del país y del peso del yugo del zarismo, maduraba con particular rapidez y asimilaba con particular avidez y eficacia.”
Poco más de10 años después de estas palabras de Lenin, después de ocurrida la muerte de Kote Tsintsadzde, de neumonía y producto del boicot estalinista a su atención médica, Trotsky escribía en el exilio que “se necesitaron circunstancias verdaderamente extraordinarias, como el zarismo, la clandestinidad, la cárcel y la deportación, muchos años de lucha contra los mencheviques y, sobre todo, la experiencia de tres revoluciones para forjar combatientes de la talla de Kote Tsintsadzde.” Planteaba un problema: “Los partidos comunistas de occidente no han forjado combatientes de la talla de Tsintsadzde. Esa es su gran debilidad, y aunque la la determinan razones históricas, no obstante es una debilidad”. Se refiere a Kote como un ejemplo de “tenacidad revolucionaria”.
Quienes hoy se propongan transformar el mundo cuentan en la tradición del marxismo revolucionario con este importante cúmulo de experiencia militante y tenacidad. Recuperar la tradición de Lenin es también recuperar esa experiencia y esa tenacidad y ponerla al servicio de los combates actuales de la clase obrera.

Juan Valenzuela
Santiago de Chile

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