La solución que ofreció Marx al enigma irresuelto por la economía política clásica, cómo se forma una tasa media de ganancia y por qué las contradicciones que esto tendría con las diversas tasas de excedente de los capitales es sólo aparente, fue transformada posteriormente en piedra de toque para atacar la consistencia de la teoría de Marx.
Valores y precios de producción
Marx realiza en El capital una construcción que se mueve del terreno más abstracto hacia niveles mayores de concreción a lo largo de la obra. Así, en el tomo I considera todo el tiempo que las mercancías se venden a sus valores. Es decir, que se cambian estableciendo una equivalencia según los tiempos de trabajo medio socialmente necesario que lleva producirlas. Por eso, cuando introduce la categoría de plusvalor, que surge del tiempo de trabajo que realizan los trabajadores bajo el mando del capital por encima del que les lleva reponer el valor de su fuerza de trabajo, considera a lo largo del tomo I que cada capital realiza íntegramente el plusvalor que extrae de sus obreros. Si las mercancías se venden a sus valores, cada capitalista realiza todo el plusvalor contenido en su mercancía. Sin embargo, sabemos que no es así como los fenómenos se producen a un nivel más concreto. Y esto, Marx lo anuncia en el tomo I:
Todo el mundo sabe que el dueño de una hilandería de algodón que, si nos atenemos a los porcentajes del capital total empleado, utiliza proporcionalmente mucho capital constante y poco capital variable, no por ello obtiene una ganancia o plusvalor menor que un panadero, quien comparativamente pone en movimiento mucho capital variable y poco capital constante [1].
Acá Marx nos presenta una “contradicción aparente”, para cuya resolución “se requieren aún muchos eslabones intermedios” [2]. Esos eslabones incluyen todo un desarrollo hacia lo concreto que va a completarse en el Tomo III, cuando Marx explique la igualación de la tasa de ganancia e introduzca los precios de producción.
Como señala Paula Bach, la economía política clásica se hundió por no haber logrado responder satisfactoriamente cuando se topó con esta “piedra del escándalo”. Por qué, si las masas de valor y plusvalor producidas por diversos capitales están en razón directa a las magnitudes de las partes variables de esos capitales, es decir, a la parte invertida en fuerza de trabajo viva –estando dado el valor de la fuerza de trabajo y siendo igual en todas las ramas el grado de explotación de la misma–, la masa de ganancia que alcanzan los distintos capitales tiende a ser una proporción del desembolso total de capital en todas las ramas, sin que importe en cada caso qué parte del mismo se gastó en la única mercancía que produce valor, la fuerza de trabajo, ni la tasa de explotación de la misma.
Marx introduce, para explicar la aparente contradicción, los precios de producción, que surgen de la distribución de la masa total de plusvalía entre el conjunto de los capitales. Si en el nivel más abstracto del tomo I, el supuesto de que las mercancías se venden a sus valores significaba que cada capitalista realiza el valor (y plusvalor íntegro) de su mercancía, en el terreno más concreto del tomo III, esto ya no es así. El precio de producción significa que a los costos de producción se le suma la tasa media de ganancia, uniforme para todos los capitalistas. A su vez, Marx introduce un tercer nivel, más concreto, que es el de los precios de mercado, que oscilan alrededor de los precios de producción.
Tenemos entonces tres niveles de concreción de una única realidad en curso: los valores, los precios de producción, y los precios de mercado.
Podemos ver gráficamente la explicación que ofrece Marx. Supongamos una economía integrada por cinco capitales. En todas las ramas el valor de la fuerza de trabajo y el grado de explotación son similares.
En todas ellas, el capital se distribuye de magnitudes distintas entre capital constante (medios de producción, “c”) y capital variable (fuerza de trabajo, “v”).
Suma global de capitales invertidos = 500
Suma global de producto producido = 610
En términos de valores, con los insumos que aparecen en la columna 2, y en todos los casos desembolsando un capital de 100, dividido en cada caso de forma distinta entre capital constante y variable, cada capital produce un valor diferente. Respectivamente, cada capitalista alcanza un valor de 120, 130, 140, 115 y 105.
Si se considera 500 como un capital global único y que I, II, III, IV y V solo constituyen partes alícuotas del mismo entonces, la composición media del capital sería 78c+22v. Si se toma cada uno de los capitales como un quinto (1/5) del capital global, entonces, a cada 100 le correspondería un plusvalor medio de 22 o una tasa media de ganancia del 22 %. Cada capital de 100, entonces, realizará su producción obteniendo una ganancia de 22. Acá surge el precio de producción, en este caso 122, que surge de cargar sobre el capital total adelantado la tasa media de ganancia. Los que tienen una menor composición orgánica (es decir una menor proporción de capital constante sobre capital variable) recibirán una masa de ganancia que será menor que la masa que plusvalía que extraen, y lo opuesto ocurrirá con los capitales que tengan una mayor composición orgánica. Marx va a sostener que esto es lo que ocurre.
Comoquiera que esté compuesto el capital industrial, así ponga en movimiento una cuarta parte de trabajo inanimado y tres cuartos de trabajo vivo, o bien tres cuartas partes de trabajo inanimado y un cuarto de trabajo vivo, así absorba en un caso tres veces más plustrabajo, o produzca tres veces más plusvalor que en el otro con un mismo grado de explotación del trabajo […] en uno y otro caso arroja igual cantidad de ganancia [3].
Haber planteado esta relación, entre plusvalor y ganancia, es decir entre valores y precios, es lo que le permitió a Marx articular de forma consistente una teoría del valor trabajo dando cuenta desde ella de los fenómenos en los que la manifestación concreta parece contradecirla.
Tomo I vs. Tomo III
Pero no había terminado de secarse la tinta de la impresión del tomo III, y ya los nuevos espadachines del último grito de la moda de la teoría económica burguesa de ese momento, la Escuela Austríaca, abrieron fuego contra el libro de Marx. Eugen von Böhm-Bawerk escribió en 1896, dos años después de que Engels entregara a la imprenta el tomo final de El capital, un libro titulado Karl Marx and the Close of His System. Allí mostró lo que según él eran inconsistencias en la teoría del valor trabajo y formuló contra ella el ataque más fuerte y hasta ahora el más exitoso: el argumento de redundancia. Los precios de mercado debían oscilar alrededor de los precios de producción, los que garantizan la misma tasa de ganancia a todas las ramas de la economía, mientras que para explicar esos precios el valor es innecesario. Es decir, la esfera más abstracta no tendría, según Böhm-Bawerk, ninguna incidencia sobre la más concreta de los precios de producción y los precios de mercado, que por lo tanto podrían explicarse prescindiendo de ella. Además, el hecho de que en las distintas ramas se requieran desiguales cantidades de valor de los medios de producción (distintas composiciones orgánicas del capital) con respecto al trabajo directamente empleado invalidaban, en su opinión, la teoría del valor trabajo estudiada en el tomo I de El capital.
No podemos tener dudas sobre la inspiración de su ataque, el autor había señalado muy claramente que la teoría de la explotación se basa en la teoría del valor y que desde el punto de vista de la clase dominante había que combatir a ambas [4].
Posteriormente Ladislaus von Bortkiewicz formuló matemáticamente el problema del vínculo entre valores y precios de producción. El autor sostiene que la transformación que realiza Marx es incompleta, ya que no solo debe ocurrir en la columna final, es decir, en la del nivel de ganancia de cada uno de los capitales según la ganancia media, sino que debe producirse de forma simultánea en los insumos, que según el autor están expresados en valores en la columna de composición de capital que vimos más arriba, deben ser también transformados a precios (tanto los “c”, como los “v” que aparecen en nuestra segunda columna, que el caso de los “v” expresan el valor de los bienes que los obreros consumirán con el salario que recibirán). Al no hacerlo, argumenta Bortkiewicz, el resultado de Marx produce una diferencia entre los precios de los insumos y los del producto final (por ejemplo, si el mismo bien está computado con un valor en la columna de insumos, y con un precio de producción distinto de este valor en la columna final). Al “corregir” esta “contradicción” desarrollando un modelo que elimina la diferencia entre valores y precios, el resultado es un sistema dual donde se generan discordancias entre valores y precios: las magnitudes de capital constante y de capital variable en el sistema de valores son distintas que en el sistema de precios. Sobre la base de esta corrección Bortkiewicz concluía que las teorías del valor y de la plusvalía y de la tasa de ganancia de Marx eran erróneas.
A comienzos del siglo XX fue Rudolf Hilferding quien encaró una defensa de la teoría de Marx frente al ataque de Böhm-Bawerk. Pero otros debates concentrarían las energías de los marxistas en tiempos de avance del revisionismo en las filas del marxismo, primero, y de choque abierto entre revolución y contrarrevolución, después: el debate sobre las crisis, la reforma versus la revolución, el imperialismo como fase superior del capitalismo, la economía de transición y sus leyes específicas desde la conquista del poder por el proletariado en Rusia; el crack del ‘29 y el destino del capitalismo.
Pero las tesis de Böhm-Bawerk y de Bortkiewicz serían retomadas varias décadas después. Uno de los que dispararon contra la teoría de Marx fue nada menos que el célebre economista keynesiano Paul Samuelson. También desde la denominada heterodoxia económica, el trabajo de Piero Sraffa originalmente concebido para criticar a la teoría neoclásica, ha dado lugar a la misma crítica arrojada a Marx. Aunque los argumentos poco agregaron a los de comienzos de siglo, la crítica ha sido exitosa en gran medida pues innumerables marxistas la aceptan como válida.
Respuestas marxistas al problema de la transformación
El retorno de este ataque a la teoría de Marx suscitó como respuesta numerosos esfuerzos por parte de autores marxistas por resolver el alegado problema de la inconsistencia.
Una de las primeras respuestas fue dada por Michio Morishima. Este buscó resolver la contradicción entre sistema de precios y de valores, buscando generar un sistema de valuación simultánea. Para eso construyó un modelo sustentado en la matriz insumo-producto de Leontieff, es decir la misma herramienta que había utilizado Sraffa en Producción de Mercancías por Medio de Mercancías para construir un modelo que parte de las unidades físicas para transformarlas en valores y precios. Es decir, una herramienta basada en el edificio conceptual en Ricardo y no de Marx. Este sistema produjo en ocasiones resultados paradojales (valores y plusvalores negativos pero precios y ganancias positivas); ofrece una “solución” sólo aplicable a algunos casos. Logra compatibilidad entre valores y precios, pero ésta es condicionada y no es válida para todos los casos, lo que de hecho niega la tesis de Marx.
Anwar Shaikh desarrolló de forma independiente una solución al problema de la transformación basada en un proceso iterativo [5]. Parte del procedimiento de Marx, pero en lugar de detenerse en el primer cálculo de los precios de producción, continúa en una segunda, tercera y sucesivas rondas, introduciendo en cada una de ellas los precios de producción obtenidos en las rondas anteriores como precios de insumos. El resultado es que los precios de producción, y la tasa de ganancia, convergen hacia los precios de producción y la tasa de ganancia calculados por medio del sistema de ecuaciones. Aun suponiendo que en el punto de partida del proceso los insumos estén en valores (en realidad, precios directamente proporcionales a los valores), a partir de la segunda ronda los capitalistas ya están comprando sus insumos a precios de producción, no a precios valores.
Otras respuestas dadas se engloban en lo que se conoció como “nuevo enfoque”, representado entre otros por Gérard Duménil y Duncan Foley, y en el sistema temporalista, entre los que podemos nombrar a Andrew Kliman, Alan Freeman y Alejandro Ramos. Sin embargo, en el primer caso, según manifestó el propio Duménil no se trataba en realidad de ofrecer una solución al problema de la transformación [6]. De hecho como sostiene otro autor este “nuevo enfoque” es un marco contable expresado íntegramente en precios: la tasa de plusvalía es la razón ganancia salarios para el agregado, la composición del capital es el valor monetario de los medios de producción dividido entre la masa de salarios y la tasa de ganancia se define como convencionalmente se hace a partir de agregados monetarios. No hay tasa de ganancia en valor, ni hay nada que suceda debajo de las decisiones capitalistas basadas en los precios [7].
El llamado enfoque temporalista argumenta que los planteos sobre la inconsistencia parten de considerar correctas ciertas ideas que no lo son, utilizan un enfoque estático mediante ecuaciones simultáneas y tratan con dos sistemas no conectados: el de valor y el de precio. Estos autores, por el contrario, construyen un sistema unificado. Y sostienen que, al contrario de lo que afirmaba Bortkiewicz, los insumos no deben ser transformados porque el capitalista compra a precios de producción. O más precisamente, a precios de mercado que oscilan en torno a los precios de producción. Así, el señalamiento de Marx de que los elementos del capital avanzado debieran medirse de acuerdo a sus precios de producción y no a sus valores, no debe ser entendido como hace Bortkiewicz, en el sentido de que estos deben ser retrospectivamente transformados a precios, al mismo tiempo que se realiza esta conversión para el valor del producto terminado del conjunto de los capitales.
Para Marx, cuando los precios de las mercancías ya no son directamente proporcionales a los valores, el capital constante y el capital variable pasan a ser precios que no necesariamente se corresponden con sus valores. “Los capitalistas adquieren el capital constante y los trabajadores sus medios de subsistencia en términos de precios” [8], observan Ramos Martínez y Rodríguez Heredia.
Como se ve, una vez introducida la variable temporal, que el (absurdo) enfoque simultaneísta de Bortkiewicz hace imposible, planteando la cuestión en los atemporales términos de la economía neoclásica, la cuestión de la transformación pierde sentido. El proceso de transformación se realiza impulsado por la competencia y la movilidad de los capitales, partiendo una y otra vez de insumos adquiridos a precios de producción, redistribuyendo en cada período la plusvalía generada por la nueva masa de capital desembolsada para realizar dicha producción. Los precios de los insumos no pueden ser transformados una vez que están incorporados al proceso de producción, porque para ese momento los capitalistas ya han pagado por ellos.
Estos resultados no impidieron que se instalara un consenso bastante extendido sobre la redundancia del valor y la inconsistencia en la teoría de Marx [9].
Lo peculiar es que, como observa Alejandro Valle Baeza, este convencimiento ocurría al mismo tiempo que varios trabajos que verificaban una de las predicciones de Marx que los valores resultaban el centro de gravedad que dominaba a los precios de mercado y mostraban las posibilidades explicativas de la teoría del valor trabajo[10].
Toda una serie de resultados que confirmaban la importancia teórica del valor, refutando la supuesta redundancia e irrelevancia teórica.
Esteban Mercatante
[1] Karl Marx, El capital. Crítica de la economía política, tomo I, Siglo XXI, México DF, 1976, p. 372.
[2] Ídem.
[3] Karl Marx, El capital. Crítica de la economía política, Tomo 3, México DF, Siglo XXI, 1976, p. 214.
[4] Eugen von Bhöm Bawerk, Capital e interés, México, Fondo de Cultura Económica, 1986, p. 376.
[5] Un método iterativo trata de resolver un problema matemático (como una ecuación o un sistema de ecuaciones) mediante aproximaciones sucesivas a la solución, empezando desde una estimación inicial.
[6] Gérard Duménil, Dominique Lévy, The economics of the profit rate: Competition, crises and historical tendencies incapitalism, Edward Elgar, Londres, 1993, p. 48.
[7] Simon Mohun, “The Labour Theory of Value as Fundationfor Empirical Investigations”, Metroeconomica, v.55(1), enero 2004, pp. 93-94.
[8] Alejandro Ramos Martínez y Adolfo Rodríguez Herrera, “The transformation of values in prices of production: A different reading of Marx’s text”, en Alan Freeman y Guglielmo Carchedi, Marx and non-equilibrium Economics, Londres, Cheltenham, 1996, p. 60.
[9] Ver por ejemplo lo que afirma David Harvey en Los límites del capitalismo y la teoría marxista, Fondo de Cultura Económica, México DF, 1990, pp. 16-17.
[10] “La discusión reciente sobre el problema de la transformación de valores a precios de producción”, documento de trabajo, UNAM, México-DF, marzo de 2007.
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