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sábado, mayo 12, 2018
Las tres fuentes del pequeño Marx
Casa de infancia de Marx, ubicada en Tréveris, Alemania
Cómo influyeron en su formación su lugar de origen, su ascendencia judía y el intercambio con su padre.
Quizá uno de los estudios biográficos más importantes sobre Carlos Marx sean las poco conocidas conferencias dictadas en 1922 por David Riazanov.
Sabueso eficaz en la reconstrucción de la historia del socialismo y la recopilación y publicación de las obras marxistas, erudito como pocos sobre el tema, Riazanov fue director del prestigioso instituto Marx-Engels de Moscú. Interesado en difundir y fortificar la preparación marxista entre los obreros después de la revolución, Riazanov dictó una serie de conferencias y cursos que luego fueron publicadas.
Conocidas son las “Tres fuentes y tres partes integrantes del marxismo” señaladas por Lenin en su famoso artículo: la economía política inglesa, el socialismo francés y la filosofía clásica alemana. Pero dispersas en las conferencias de Riazanov pueden distinguirse y agruparse tres elementos importantes en la formación de la personalidad de Marx: la región de Alemania en la que este nació y creció, su origen judío, y su padre.
Renania
Marx nació, al igual que Engels, en la provincia alemana de Renania, bañada por el Rin –que, desde hace 200 años, marca la frontera entre Francia y Alemania. Pujante región industrial, hacia la tercera década del siglo XIX, esta región concentró el movimiento revolucionario del sur de Alemania, y fue además el refugio de muchos revolucionarios que escapaban de las represalias sufridas después de las grandes insurrecciones de 1830-1831 en Francia y Polonia.
Riazanov destaca el hecho de que esta región estuvo largo tiempo en manos de Francia y fue restituida a Alemania en 1815, después de las guerras napoleónicas. “Habituada a una libertad relativa bajo el régimen francés, los habitantes de Renania debían naturalmente oponer resistencia al régimen al que ahora se hallaban sujetos” –en referencia al encabezado por el gobierno prusiano. En Renania, señala el historiador, “cada empuje del movimiento revolucionario francés fortificaba las tentativas de lucha de oposición”.
Es en este período cuando se fundan en Alemania los primeros periódicos dirigidos a los campesinos y las primeras sociedades de educación obrera, en las que intervienen destacados intelectuales revolucionarios como Ludwig Boerne o Heinrich Heine, el poeta.
Fue en esta región y durante este período, en una coyuntura donde se concentraba todo el movimiento revolucionario de Alemania, en que Marx –que cuenta por esos días con una edad aproximada de 13 años– comienza a adquirir conciencia política.
Paisanos
Riazanov le reprocha a Franz Mehring, autor de la que quizás sea la más completa biografía de Marx, el hecho de no destacar la influencia que en el joven Marx tuvo su origen judío. Y es cierto: Mehring sólo nombra la ascendencia judía de Marx cuando se encarga de analizar las primeras obras de este, entre las que se encuentra, precisamente, “La cuestión judía”. Riazanov va más allá.
“En la historia del socialismo alemán, cuatro judíos –Marx, Lassalle, Heine y Boerne–, desempeñan un papel muy importante. (…) es incontestable –dice– que el origen judío de Marx y de Heine tiene cierta influencia en la dirección de su desarrollo político. Los estudiantes se levantaban entonces contra la opresión política y social que reinaba en Alemania, pero los intelectuales judíos sentían más fuertemente su yugo”. Algo particularmente insoportable en Tréveris, ciudad natal de Marx, que desde la Edad Media había sido, junto con Roma, uno de los epicentros del cristianismo europeo. Además, el historiador destaca el hecho de que el padre de Marx se había convertido a la religión cristiana “para escapar de las nuevas vejaciones a las que los judíos estaban expuestos desde la incorporación del Renania a Prusia”. Y que “en tal tiempo los judíos elevaban frecuentes peticiones para solicitar la abrogación de distintas medidas vejatorias. (…) Basta con leer los artículos de Boerne donde describe las vejaciones de la censura (...) para comprender que cualquiera, por poco esclarecido que fuera, debía protestar forzosamente contra estas condiciones de vida.”
A Marx, señala Riazanov, “le interesaba la cuestión judía y participaba de la lucha por su emancipación”. Incluso, a pesar de no sentirse identificado con ese medio, escribió a pedido de sus parientes más próximos y de la comunidad de Tréveris una de las peticiones mencionadas.
Enrique Marx
Engels afirma en su libro “Ludwig Feuerbach y el fin de la filosofía clásica alemana” que el marxismo es heredero de los filósofos materialistas del siglo XVIII. Al leer las conferencias de Riazanov se puede conocer el temprano contacto que Marx tuvo con el pensamiento de estos filósofos, entre los que se cuenta a Locke, Voltaire y Diderot. Fue gracias a su padre, Enrique Marx.
Hombre culto y libre de prejuicios religiosos, mantuvo con su hijo una estrecha relación y lo comprendió y apoyó, como lo prueban las cartas en las que Marx habla con su padre como con un “amigo íntimo”. Mucho antes de entrar en contacto con las tres fuentes señaladas por Lenin, incluso en una edad escolar, Marx se vio influenciado por los pensadores del materialismo francés, que “sostenían que toda idea, todo pensamiento, es el producto de la experiencia y de la educación. Los materialistas franceses (…) demostraban que nada existe en la inteligencia del hombre que no sea ante todo sensación, que no pase por los sentidos”. Algunos años después, Marx dará cuenta tanto de los aportes como de los límites de estos pensadores, cuando comience a sentar las bases de su propio materialismo, el materialismo histórico.
Final y homenaje
Y fue en estos mismos años escolares cuando una maestra invitó a los estudiantes del curso en el que estaba Marx, a que escribieran una composición acerca de la elección de una profesión para el futuro. Puesto ante la pregunta que a todos nos han hecho, “¿Qué querés ser cuando seas grande?”, Marx compuso esta reflexión que nadie, ni chicos ni grandes, debería dejar de leer, y aquí va, a modo de cierre y de humilde homenaje a este que ya era por entonces un pequeño gran hombre:
“Las profesiones que no solo influyen en la vida, sino que además se ocupan de verdades abstractas son las más peligrosas para el joven (…) si este trabaja únicamente en beneficio propio, podrá convertirse en el futuro en un renombrado erudito, en un gran sabio o un destacado poeta, pero nunca alcanzará la perfección humana, nunca llegará a ser un hombre verdaderamente grande. La historia solo considera grandes a aquellas personas que, trabajando en favor de la colectividad, se han ennoblecido a sí mismas; la experiencia histórica nos demuestra que se es tanto más feliz cuanto mayor felicidad se proporciona a los demás (…). Si elegimos una profesión en la que podamos trabajar al máximo por los demás, ni siquiera las penas, por duras que sean, lograrán apartarnos de nuestro camino, si pensamos que nuestro sacrificio es por el bien de todos. No disfrutaremos de una alegría pobre, limitada y egoísta, sino que sentiremos que nuestra suerte está ligada a la de millones de personas, y nuestros actos fomentarán silenciosamente, seguirán siendo activos eternamente y nuestras cenizas serán regadas por las lágrimas ardientes de todas las personas nobles”.
Sin duda.
Nazareno Rosario
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