lunes, mayo 28, 2018

El mundial de 1978 : “todo está guardado en la memoria”



En junio de 1978, quien escribe estas líneas trabajaba en el inmenso frigorífico CAP de Rosario. Eran tiempos difíciles: en el laburo nadie se animaba a hablar de política, sólo se hablaba del Mundial. En ese entonces pensé que escribir sobre fútbol podía ser un punto de conexión con los compañeros y así fue que envié mi primer artículo de fútbol, sobre el Mundial del ´78, que vio la luz en un “Correo de Lectores” del periódico clandestino de Política Obrera (8/6/1978).
El correo fue publicado parcialmente “por razones de espacio”, lo cual tenía una explicación muy valedera: el periódico era clandestino, era chiquito y se entregaba camuflado en bolsitas, o en cajas de cigarrillos. En aquellos años de plomo, tenerlo, para un activista, era una necesidad, pero también quemaba entre las manos. De ahí en más, nos hicimos “periodistas amateurs de fútbol” y hemos escrito sobre el tema durante 40 años.
El título que elegí para aquel modesto correo era “El espejismo del mundial”, pues todo lo que ocurría era exactamente lo contrario de lo que se pintaba.
En 1977, cuando el periódico francés Le Monde publicó las primeras denuncias contra el campeonato de fútbol, supimos que en el exterior se había formado el “Comité pour le Boycott de la Coupe du Monde en Argentine”, que realizó una gran campaña internacional contra la realización de “un mundial en un campo de concentración”.
No eran tiempos de redes sociales ni de viralizaciones y en la Argentina se vivía otra situación. La inmensa mayoría de la izquierda no apoyaba ese boicot. El PC argentino era un fuerte opositor al mismo. La Unión Soviética, por ese entonces, mantenía fuertes relaciones comerciales con la dictadura. Eso yo lo sabía por experiencia propia. En el frigorífico CAP, durante el propio Mundial, hacíamos horas extras para cumplir con los embarques de carne a Rusia. Los Montoneros declararon una tregua mientras durara el mismo, el PRT hizo lo mismo y el morenismo (PST), en bloque, estaba contra el boicot y su periódico en la clandestinidad hasta saludó la presencia de la mujer de Videla en la cancha durante el Mundial como un avance de la mujer (Opción 7/7/78).
El boicot que tuvo la firma de miles de activistas e intelectuales en Europa, sólo recibió silencio en la Argentina. Políticamente, asistíamos a un espejismo.
El general Albano Harguindeguy mandó a imprimir un millón de calcomanías contra este boicot, que decían: “los argentinos somos derechos y humanos”.

El Fútbol

Si vivíamos un espejismo en lo político también lo vivíamos futbolísticamente. La crisis del fútbol argentino, por los años ’70, era muy importante: la inmensa mayoría de los clubes estaban quebrados, ningún técnico duraba un año en sus funciones, la Argentina se había quedado afuera del Mundial del ‘70, y había regresado sin gloria, al quedar eliminada en la segunda ronda, en el del ‘74.
Pero la selección vivía otra realidad, tenía un buen técnico desde hacía cuatro años, nombrado bajo el gobierno de Perón. La selección argentina del ‘78 tuvo antes del Mundial muchas confrontaciones internacionales y, a decir verdad, era un cuadrazo, con jugadores excepcionales (el joven Maradona era suplente) y tenía el modelo técnico del Huracán del ‘73, quizás el fútbol más vistoso y bien jugado que haya tenido club alguno en la historia del fútbol argentino.
Por diferir tanto de la realidad futbolística general, la selección era un espejismo. Por eso, en ese correo, me atreví a pronosticar que la Argentina podía estar en las finales del torneo.
La selección argentina pasó la primera ronda, segunda en el grupo, detrás de Italia, lo que la ubicó en un grupo difícil, pues debía enfrentar a Brasil y a Polonia, dos grandes equipos, y a Perú, con quien debió jugar el más controvertido de los partidos de la historia de los mundiales.
La Argentina le ganó a Polonia y Brasil a Perú, de manera que, igualados en puntos, debían jugarse a la misma hora los últimos dos partidos: Brasil-Polonia y la Argentina-Perú.
La FIFA dispuso, sorpresivamente, que debían jugar primero Brasil contra Polonia y después la Argentina contra Perú, concediéndole así una ventaja al equipo argentino, al conocer éste qué cantidad de goles iba a necesitar para llegar a la final. Brasil protestó contra la decisión de la FIFA, por darle una ventaja a la Argentina y pidió su anulación, pero la FIFA la confirmó.
Brasil jugó entonces en el primer turno y ganó 3-1, obligando a la Argentina a vencer al menos por cuatro goles de diferencia. Sabiendo esto, la Argentina jugó contra Perú.
Emulando a Mussolini, Jorge Rafael Videla visitó el vestuario peruano, acompañado por el ex secretario de Estado norteamericano, Henry Kissinger y les leyó a los jugadores un mensaje del dictador del Perú, Francisco Morales Bermúdez, sobre la “hermandad argentino-peruana”, en lo que era una velada amenaza. Demasiado para un partido de fútbol.
Han corrido ríos de tinta y todo tipo de versiones sobre sobornos a jugadores y dirigentes, de arreglos de Lacoste con la Federación de fútbol peruano, de colaboraciones económicas de la dictadura con el Perú -en plata y granos- y muchas cosas más que, seguramente, muchos de quienes saben la verdad sobre ellas se la llevaron o llevarán a la tumba. Lo cierto es que la Argentina ganó 6 a 0 en un cuadro absolutamente anormal y entró en las finales de la Copa.
La Argentina luego le ganó la final a Holanda en un partidazo y hubo un “permitido de festejos” de la dictadura, que creyó que, con el Mundial, salvaría una imagen -que no salvó. Durante el mismo Mundial, según la CONADEP, desaparecieron 63 personas. El torneo, como decían las organizaciones de derechos humanos de muchas partes del mundo, se hacía en un campo de concentración.
La selección del ´78, en ese Mundial, como diría el gran Hernán Cabra, fue “un Ministerio más del Estado”.
Eso es lo que está guardado en la memoria.

Juan Ferro

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