¿“Stand up” mercantil un sabotaje al “sentido del humor”?
Tampoco el “sentido del humor” ocupa las “primeras planas” de la prensa ni es foco de preocupaciones en las agendas políticas o científicas. Algunos creen que el humor no es un tema académico, (o suficientemente solemne) y no les importa que Aristóteles, Sófocles, Freud o Bergson (por mencionar algunos filósofos) se hubieren tomado la tarea de reflexionar el papel del humor en el ser y el modo de ser de la especie humana. Simplemente porque el capitalismo ha demostrado ser un enemigo acérrimo del “sentido del humor” así como lo es del arte, de la cultura… y de los seres humanos en general.
Con sus excepciones honrosas, prolifera como plaga cierta mercancía ideológica llamada “stand up”. Sus vendedores ponen todos los medios a disposición de un negocio basado en vender saliva destacada fundamentalmente por su mediocridad conceptual, sus limitaciones histriónicas y su imaginación miserable. Hombres y mujeres, jóvenes y no tanto, aprovechan cierta cresta de ola publicitaria que se ha fabricado para que el “stand up” agonice en medio de un glamour mediático de pacotilla y de la proliferación que, tarde o temprano, terminará saturando al formato, a los medios y las “audiencias”. Alerta, se salvan aquí las excepciones que han sabido ponerse a salvo.
Una razón todopoderosa para tal enemistad consustancial del capitalismo con el sentido del humor, es el carácter bélico de un sistema económico e ideológico cuya mecánica de expansión radica en invadir territorios, asesinar personas para imponer sus mercancías y sus precios. La guerra es el comercio por otros medios. Así, esos que se dedican a barnizar al planeta con miseria y con tristezas; con sangre y con desesperanza, mal pueden después exigimos risas o sonrisas ante el “pastel de carne humana” que nos ofrecen agitando las banderas de su progreso. Aunque cuenten con “humoristas” asalariados para infectarnos la vida con chistes obscenos y burlas a destajo, como si eso tuviese alguna gracia. Bagatelas ideológicas racistas, sexistas, excluyentes, machistas… enmarcados en carcajadas fútiles e imaginación fétida. La náusea.
Es asfixiante el facilismo, el manotazo de la desfachatez que se solaza en hacerse pasar por simpática. Historias van e historias vienen impregnadas de chabacanería. Disfrazadas de “audaces”, se pronuncian las más diversas sandeces embebidas en impunidad e impudicia. Con lujo de pobreza léxica se despliega la miseria de una imaginación encerrada en escatologías y morbo que sobreactuadas con desparpajo hasta parecen “liberales”. La fórmula es simple: hay que burlarse de algo o de alguien, (eso puede incluir al que narra y al público) someterlo a toda suerte de emboscadas denigrantes y presionar al espectador para que festeje, mansamente, el escarnio. Negros, blancos, gordos, feos… suegras, primos, hermanos… nadie se salva a menos que sea un ejecutivo o empresario capitalista exitoso, paradigma de la mentalidad burguesa, dueño de una esposa, unos hijos y una cuenta bancaria jugosa. Esos suelen ser intocables. Incluye a los dueños de los medios. Hombres y mujeres del “stand up” mercantil no tocan al dueño del circo. Ni a los anunciantes.
Se trata de un problema político en todas sus definiciones. Atañe a la Cultura y a la Comunicación e involucra un conjunto de problemas sociológicos e históricos que deberían ser agenda urgente de toda organización social que se preocupe y se ocupe por el bienestar común. En el terreno del “sentido del humor” se libran batallas cruciales y decisivas que marcan para siempre el imaginario colectivo y el conjunto de las relaciones sociales. No pocos problemas psicológicos han sido producidos por la intencionalidad ofensiva enmascarada por chistes y burlas aparentemente inocentes o inocuas. Algunos expertos en combatir el “bulling” dedican atención cuidadosa al carácter humorístico de cierta violencia psicológica que se desliza permanente a la vista de todos y con las carcajadas complacientes y cómplices de tirios y troyanos. En la cara o a las espaldas de una victima por linchamientos humorísticos, existe todo tipo de bajezas que normalmente no encuentra la oposición, ni la denuncia, de quien las escucha porque le gusta o por miedo a ser, también, victimada.
Y es que en el arsenal de las injurias “chistosas” radica un dispositivo aplanadora dispuesto a demoler todo bastión ético o todo reducto de dignidad. Una mezcla de pánico al “que dirán” con sorna y burla puede ser demoledor para muchas personas, especialmente si no existe en su entorno una fuerza colectiva organizada para derrotar todas las canalladas burlonas. Hacen falta talleres para la formación de contraofensivas ante la metralla mediática que va legitimando al humor mercantil basado en la humillación y oponerle un sentido del humor liberador realmente emancipador.
Una y otra vez es -necesario repetir- que el espectro completo de las necesidades y las expresiones humanas debe ser emancipado de los estragos inclementes de la ideología de la clase dominante. El pueblo trabajador debe ser dignificado hasta en su risa, en las causas y los objetivos de un “sentido del humor” inteligente deslastrado de las baratijas estereotipadas con “gracejetas” de estulticias. Otro “humor” es posible.
En toda la herencia que la comedia nos ha aportado, en el genio de no pocos artífices (casos de excepción) del humor que libera y que fortalece convicciones transformadoras... encontramos bases fértiles para ambicionar un movimiento amplio capaz de combatir y destruir bloqueos y autoritarismos, por ejemplo. Para combatir conductas “acomplejadas” para romper prejuicios y atavismos emocionales, sexuales, religiosos o laborales; para someter al escrutinio popular la autoridad y la moral del “patrón”, en suma, para contribuir en la superación del capitalismo, el sentido del humor emancipado ha de convertirse en clave fortalecedora de la moral de lucha y no en reducto de burlas y canalladas.
Necesitamos una clase trabajadora capaz de reír y sonreír de manera franca y amigable, dueña de la claridad conceptual necesaria para distinguir que el capitalismo y su “cultura”, por definición es ridículo. Lo amargo es someterse a él. Necesitamos un pueblo trabajador que se libere de los escuadrones de payasos mediáticos y su artillería de basura camuflada de “chiste”, para expresar una victoria contundente y confiable en el espíritu y en la ética de la lucha; expresará la calidez de la inteligencia que con sentido del humor fortalece lazos y enriqueces la confianza; hará visible el poderío emancipador del sentido del humor que ha de ser revolucionario o será nada. Todo eso comienza por un balance crítico contundente y por no seguir tragarnos la basura ideológica burguesa… aunque la disfracen de “chistosa” y ellos se crean “divertidísimos”. Hay que tomársela en serio.
Fernando Buen Abad Domínguez
Instituto de Cultura y Comunicación UNLa
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