El inapelable resultado de las elecciones taiwanesas indica, en primer lugar, una importantísima victoria personal para la presidenta Tsai Ing-wen que con su 57,1 por ciento de los votos se toma la revancha de la agria derrota sufrida en las elecciones locales de noviembre de 2018 que le obligó a dimitir de la presidencia de su partido, asumida en 2012. El resultado acalla también a las influyentes voces internas que dudaban abiertamente de su idoneidad.
En segundo lugar, es la victoria del Minjindang o PDP (Partido Democrático Progresista), que logró cumplir el difícil objetivo de mantener la mayoría absoluta en el Yuan legislativo o Parlamento. A pesar de un leve retroceso, sus 61 escaños le blindan para seguir aplicando su política de reformas sin necesidad de pactar con otras fuerzas.
En tercer lugar, es la victoria también del Partido Popular de Taiwán del alcalde de la capital, Ko Wen-je, quien partiendo de la nada logra afianzarse como tercera fuerza con el mensaje de ejercer un control crítico de los dos principales partidos. Esta circunstancia asegura a Ko una supervivencia política longeva, más allá de su actual mandato en el poder local y quizá futurible presidencial.
En cuarto lugar, es la victoria de una generación joven que ha ganado terreno sobre el resto de una sociedad que parecía resignarse a un destino inexorable trazado en el continente. Confirma así que el Movimiento Girasol surgido en 2014, lejos de representar un episodio puntual, fue realmente indicativo de un punto de inflexión en la sociedad taiwanesa cuyo eco político en la cristalización de una identidad genuina y diferenciada de la continental señala un agravamiento de la distancia entre Beijing y Taipéi.
Asimismo, la primera derrota es para James Soong y su Partido el Pueblo Primero, escindido del Kuomintang y como éste partidario del acercamiento a China. Soong fue barrido del mapa sin contemplaciones, lo cual supone también una derrota sin paliativos para su aliado en la sombra, Terry Gou, el todopoderoso dueño de la multinacional Foxconn a quien había logrado atraer tras haber perdido las primarias en el KMT frente a Han Kuo-yu.
Y la segunda derrota es, indudablemente, para China continental. Ni la presión diplomática, económica o militar, han logrado el efecto deseado. El sentido de urgencia transmitido por el Partido Comunista para acelerar la convergencia a través del Estrecho ha funcionado como un boomerang.
En buena medida, la contundente victoria de Tsai es inseparable de la crisis vivida en Hong Kong. Y cualquier hipotética recuperación de terreno en la isla por parte del continente va a depender de la gestión que a lo largo de 2020 pueda llevar a cabo el nuevo jefe de la Oficina de Enlace, Luo Hunning, recientemente nombrado para el cargo, al frente del complicado desafío de templar de nuevo la política territorial del PCCh en la ex colonia.
¿Qué curso tomarán ahora las relaciones entre Taipéi y Beijing? De entrada, la viabilidad de la fórmula “un país dos sistemas” está más en entredicho que nunca. No obstante, admitirlo es otro cantar.
Xulio Ríos
Observatorio de la Política China
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