viernes, enero 24, 2020

Fellini: 100 años de un genio inmortal



El mundo celebró este lunes 20 de enero, y continuará haciéndolo durante el año, el centenario del nacimiento en Rímini (1920) de uno de los genios del séptimo arte, Federico Fellini, cuyo universo fantástico y surrealista marcó la historia universal de la cinematografía.

Este director y guionista, que revolucionó el cine con sus ambientes oníricos, su melancolía y desbordante imaginación en películas inolvidables como La Strada (1954), Las noches de Cabiria (1957), La dolce vita (1960), Bocaccio 70 (1962) y Amarcord (1973), logró lo que pocos artistas alcanzaron: que su apellido se transforme en un adjetivo. El término “fellinesco”, utilizado universalmente para describir circunstancias “extravagantes”; más exactamente: cuando lo grotesco de una deformidad se une a la belleza de una situación. Un claro ejemplo se da en La Strada, obra cumbre de su etapa neorrealista, con los personajes de Gelsomina y Zampanó, dos seres con una relación autodestructiva y una personalidad grotesca y brutal, que desarrollan su historia dentro de la realidad terrible de la Italia de posguerra en un ambiente casi sobrenatural, pero al mismo tiempo en un clima de una pureza y sensibilidad extrema, que convierten a este largometraje en una experiencia absolutamente conmovedora.
Fellini obtuvo a lo largo de su prolífica carrera, cinco premios Oscar (uno de ellos honorífico), como así también el León de Oro de Venecia y la Palma de Oro de Cannes.
Como en otros de sus contemporáneos, pero en su vena propia e inimitable, su obra estuvo fuertemente marcada por el repudio de Fellini al fascismo y por el intento de representar su calaje en la sociedad. Esto ya desde su participación como coguionista de Roma, ciudad abierta (1945), la película de Roberto Rosellini considerada la obra fundante del neorrealismo que mostraba con crudeza la ocupación alemana de la ciudad. Años después en Amarcord, visión alucinada de las vivencias de un chico en un pequeño pueblo de Italia –y en la que se materializa con fuerza esa sentencia de Fellini de que “todo arte es autobiográfico”-, pondrá en pantalla con todos sus matices una visita de Mussolini; en una escena memorable de esa secuencia, un grupo de comunistas aguan la recorrida del Duce causando un apagón en la localidad y haciendo sonar La Internacional, el himno de los trabajadores, desde un fonógrafo al que los fascistas dispararán con desespero.
Vetas de su pensamiento sobre la industria cultural aparecen representadas en sentencias como que “la televisión es el espejo donde se refleja la derrota de todo nuestro sistema cultural” o la afirmación de que “el negocio del cine es macabro, grotesco: una mezcla de partido de fútbol y de burdel”. Mientras que su visión sobre la representación cinematográfica se hace sentir en su decir de que “el único realista de verdad es el visionario” y de que “hablar de sueños es como hablar de películas, ya que el cine utiliza el lenguaje de los sueños: años pueden pasar en segundos y se puede saltar en un lugar a otro”. Reivindicaba a Charles Chaplin como “el Adán del que todos descendemos”.
Buenos Aires lo homenajea con la proyección en estos días de una versión remasterizada en formato 4K de La dolce vita, de cuyo estreno se cumplen 60 años; y se espera una retrospectiva de sus principales producciones en la Sala Lugones y en el CCK. Es en ella donde aparece la imagen de Marcello Mastroianni y Anita Ekberg bañándose en la Fontana de Trevi, que más que una imagen es un ícono mundial. A su turno, la muestra itinerante “Fellini nel mundo”, organizada por los Institutos Italianos de Cultura, hará su parada en Buenos Aires durante los meses de agosto y septiembre en el Museo Nacional de Arte Decorativo.
En sus últimos días, tras una grave operación, y viendo que sus fuerzas estaban muy débiles para poder volver a dirigir, decidió dedicarse nuevamente a la pintura. Con esta decisión se cerraría su ciclo creativo, volviendo así al punto de partida, la pintura, el dibujo, el comic, ya que en sus dibujos, historietas y caricaturas están plasmados los personajes más famosos de sus películas.
Falleció a los 73 años, el 31 de octubre de 1993, en Roma, ciudad que supo plasmar, como a la vida misma, en su magia y su decadencia.

Silvia Gabay

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