GERB (Ciudadanos por el Desarrollo Europeo de Bulgaria), el partido del primer ministro Boiko Borísov, obtuvo un pírrico primer lugar con el 25% de los votos, 8 puntos menos que en 2017. La victoria no habilitó algarabía alguna ya que, tratándose de un régimen parlamentario, la cantidad de legisladores obtenidos no le permitiría conformar un nuevo gobierno. Junto con esto, los demás partidos no estarían dispuestos a apoyar a Borísov, a pesar de que, por las contradicciones entre ellos, tampoco estarían en condiciones de construir una alianza coherente que les permita formar gobierno. El otro pilar del régimen político búlgaro desde la caída del dominio de la burocracia stalinista, el Partido Socialista Búlgaro (PSB) -sucesor del Partido Comunista – también sufrió una caída, de 12 puntos, cosechando el 15% de las adherencias. La población búlgara ha identificado a ambos partidos como los responsables de sus penurias y optaron mayoritariamente por otras alternativas.
Por un lado, un reagrupamiento populista de derecha, Bulgaria Democrática, cosechó el 10%; por el otro, Levántate B.G., un grupo creado por la ex dirigente del PSB Maya Manolova, con un perfil izquierdista, obtuvo un 5%. Sin embargo, la revelación de la elección ha sido el segundo lugar (17%) obtenido por “Existe Tal Pueblo” (ETP), una plataforma creada por Slavi Trifonov, un reconocido presentador y músico (el partido en cuestión lleva el nombre de uno de los álbumes de Trifonov). ETP arribó a esos guarismos implementando una campaña centrada en una crítica a los partidos y promoviendo reformas del sistema político que apunten a una reducción de costos, tales como disminuir el tamaño de la asamblea legislativa y la promoción del voto electrónico. Más allá de una orientación a favor de la Unión Europea, no se conocen las posiciones de Trifonov sobre cualquier otro problema político de fondo. El panorama se completa con el 10% obtenido por el partido de la minoría turca residente en el país balcánico.
El resultado de los comicios arroja, por lo tanto, una fragmentación que aparece, a priori, como irresoluble. En las últimas horas, Borísov ha manifestado la imposibilidad de reunir el apoyo suficiente para un nuevo mandato propio y expresó que podría llegar a apoyar la formación de un gobierno dirigido por Trifonov, aunque no descartó la posibilidad de convocar a nuevas elecciones (EFE, 7/4). Se ponen en juego una serie de contradicciones; en lo fundamental, la probable resistencia de la “oligarquía” dominante en Bulgaria a entregar el poder político a formaciones de outsiders y, por sobre todas las cosas, la expectativa popular acerca de que se abra un curso político que logre revertir la calamitosa situación social y que ponga fin al régimen corrupto.
Bulgaria es el país más pobre de la UE, los obreros cobran un salario mínimo de 300 euros, sufre una sistemática pérdida de población y sus trabajadores ocupan las peores posiciones laborales en los países del occidente europeo. Del otro lado se encuentra una elite que se ha enriquecido con la privatización de las empresas estatales provenientes de la extinta República Popular de Bulgaria como ocurriera en el conjunto de los ex estados obreros. La pandemia ha reforzado el descalabro nacional; en un país de 7 millones de habitantes, se registran 4 mil nuevos contagios diarios, han ocurrido 12 mil decesos y el sistema de salud está derrumbado. El manejo del covid por parte del gobierno ha sido otro de los detonantes del repudio popular. Al día de la fecha, solo fue vacunado el 6% de la población.
Bulgaria forma parte del espacio de influencia que se disputan Rusia y las potencias occidentales; el presidente búlgaro, Rumen Radev, aliado del PSB, es un hombre ligado a Putin y promovió las movilizaciones contra Borísov, quien es un defensor a fondo del rumbo pro UE. El cuadro de vacío político post electoral será también un escenario de reforzamiento de las disputas entre los poderes foráneos. En la última semana, Borísov echó a dos diplomáticos rusos al acusarlos de espionaje.
Las profundas demandas y ansias del pueblo y los trabajadores búlgaros, que han luchado en todo el 2020 contra el régimen que los ha arrastrado a la miseria, no serán satisfechas por formaciones políticas que no porten un programa afín a los intereses populares. La más que probable reemergencia de las movilizaciones debe dar paso a la constitución de una alternativa política de los trabajadores.
Leandro Morgan
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