lunes, mayo 24, 2021

“Que se levante el bloqueo a Gaza”, la consigna

El sábado fue el primer día completo de la tregua que terminó la cuarta guerra entre Israel y Hamas en poco más de una década. Los ataques comenzaron el 10 de mayo, cuando Hamas en Gaza lanzó 4.000 cohetes hacia Jerusalén, como una respuesta a amenazas de desalojo de familias palestinas por colonos judíos (en Sheikh Jarrah) en el este de Jerusalem, y a la represión brutal contra los feligreses que se acercaron a la mezquita de Al Aqsa, al finalizar el Ramadan. 
 Israel respondió con más de 700 ataques aéreos contra Gaza, arrojando varios centenares de víctimas. Hasta el 19 de mayo, 219 palestinos habían muerto en Gaza por los bombardeos israelíes, entre ellos 66 niños. Fueron destruidos hospitales, escuelas y más de 700 edificios. “El número de muertos en Gaza sigue aumentando a medida que los cuerpos se retiran de los escombros”, indica Haaretz. Acordado un cese al fuego, por presión de Biden y la mediación de Egipto, tanto Israel como Hamas se han adjudicado “la victoria”. 
 El primer ministro Benjamin Netanyahu anunció la vuelta a “la tranquilidad y la seguridad”. Sin embargo, el “cese al fuego unilateral” que declaró su gobierno se produjo bajo la presión de una enorme rebelión popular y la huelga general en Israel, en movilizaciones que unieron a israelíes junto árabes-israelíes (más de dos millones viviendo en Israel). Netanyahu advirtió que los acontecimientos amenazaban, en sus propias palabras, con una potencial “una guerra civil”. 
 El ministro de Relaciones Exteriores, Gabi Ashkenazi, admitió presiones para que Israel terminara su operación, y el secretario de Estado Tony Blinken dijo que Israel necesitaba aún “más tiempo” para poder garantizar sus objetivos que garanticen su seguridad (ídem). El sábado se realizó una manifestación a favor de la paz en el centro de Tel Aviv (Haaretz, 23/5). Biden prometió a Netanyahu, a cambia de un cese inmediato del fuego, continuar proveyendo la tecnología para el Escudo de Guerra, que neutraliza los cohetes contra su territorio. 

 “Autoridad Palestina” 

El secretario de Estado norteamericano anunció un viaje a la región, donde está prevista una reunión con Mahmoud Abbas, el presidente de la Autoridad Palestina, que se ha olvidado de convocar a elecciones durante quince años. La afirmación de la tregua requiere una reconstrucción de la Franja de Gaza, con financiamiento norteamericano, pero bajo la supervisión de Egipto y Abbas. El emprendimiento apunta a intervenir políticamente en Gaza; bajo cuerda se negocia el consentimiento de Hamas.
 En este contexto intervencionista, “el viernes, horas después de que entrara en vigor el alto el fuego, miles de palestinos en el complejo de Al-Aqsa gritaron contra el presidente palestino Mahmoud Abbas y su gobierno. ´Perros de la Autoridad Palestina, fuera, fuera´, gritaron, y ´la gente quiere que el presidente se vaya´" (ídem). El repudio a la AP no ha sorprendido a nadie; Abbas, cuyos servicios trabajan en acuerdo con los servicios sionistas, ni siquiera repudió el ataque a Gaza. Haaretz destaca que “el conflicto también sacó a la superficie una profunda frustración entre los palestinos, ya sea en la ocupada Cisjordania, Gaza o dentro de Israel”. Biden sabe muy bien que la Autoridad Palestina es un cadáver político. La fragilidad del armado político de la ‘tregua’ es evidente para cualquiera. No está amenazada por un choque militar, aunque muchos observadores opinan lo contrario, sino por la crisis política en que han quedado sumidos Israel y la Autoridad Palestina, y de otro lado por el descontento popular creciente en las masas palestinas y manifestaciones de protesta de una parte de los judíos israelíes. El conjunto del Medio Oriente se encuentra en erupción.
 La cuestión del bloqueo de Gaza, en todas sus fronteras, incluida su propia costa, es apremiante. La reconstrucción de un territorio sitiado es una contradicción en términos. Abolir el bloqueo podría convertirse en la gran consigna de una rebelión popular más intensa, porque cuenta incluso con el apoyo de un sector amplio de judíos sionistas y es visto como una salida de emergencia entre una minoría de círculos dirigentes del sionismo. Los dos millones de habitantes de la franja, lo que ellos llaman la "prisión más grande del mundo", tiene un 70% de desempleo, un sistema de salud colapsado, escasez de agua potable y cortes de energía constantes; faltan medicamentos, agua, alimentos y vacunas. Hubo 80.000 desplazados (The Guardian, 23/5). El daño a treinta instalaciones de salud obligó a detener las pruebas de coronavirus.

 Emiliano Monge y Jorge Altamira
 23/05/2021

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