Las protestas del 16 de septiembre contra el asesinato de la joven kurda Mahsa Amini no fueron un rayo en cielo sereno. Y aún continúan. Han estado abonadas desde hace años por una sucesión de luchas, movilizaciones y huelgas protagonizadas por el movimiento obrero, el movimiento estudiantil, y en forma especial por las mujeres de la nación persa, que sufren una mayor opresión. Las mujeres en Irán, aún teniendo una preparación adecuada para obtener un empleo, no lo consiguen, debido a la discriminación especial que padecen.
La rebelión de las mujeres, que recorre este vasto país, fue respaldada en forma activa por el Sindicato de Trabajadores de la compañía de autobuses de Teherán (capital iraní) y sus suburbios. La geografía iraní ha sido recorrida por este movimiento de lucha que ha abarcado a más de cien ciudades.
El descontento no solo se expresa en las calles. Encuestas oficiales han constatado que el régimen islámico tiene una aprobación que oscila apenas entre el 12% y el 14%. Ebrahim Rahisi, actual presidente, es considerado por las organizaciones de derechos humanos responsable de crímenes de lesa humanidad. Su gobierno ejerce el poder en medio de una enorme crisis socia y económica, con su expresión en una inflación galopante, desempleo masivo y precariedad laboral. El 50% de la población vive por debajo de la línea de la pobreza.
Cabe enfatizar que los levantamientos populares vienen teniendo lugar desde hace al menos un lustro. Entre 2017 y 2019, las movilizaciones que tuvieron lugar, por ejemplo contra el aumento del precio del gas, han sido reprimidas también con inusitada violencia. En 2019 hubo, como resultado de esta represión, 1.500 asesinatos por parte del Estado teocrático iraní. No obstante, la violencia estatal desatada, lejos de disminuir la insurgencia popular, parece haberla pronunciado. En 2021, se contabilizaron 4.122 movilizaciones, acciones de protesta, huelgas y concentraciones de trabajadoras y trabajadores, docentes, empleados administrativos, etc. Es para destacar la gran huelga petrolera y petroquímica acontecida durante el verano reciente en Irán. Durante 2021, también hubo grandes movilizaciones por el agua en Khuzestan, y en 2022 en Sharekord. Asimismo, la huelga del Comité Coordinador de Maestros, realizada en octubre de 2022, fue muy importante, y fuertemente reprimida.
Es que la inflación (41% en 2021), las sanciones económicas a Irán por parte del imperialismo, y las continuas devaluaciones de la moneda iraní respecto al dólar llevaron a una disminución de los puestos de trabajo (los graduados universitarios bajaron en un 7%) y de los salarios de todos los trabajadores (en el caso de los trabajadores calificados, los salarios disminuyeron en un 20%). Es decir que el régimen de la burguesía oscurantista iraní ha descargado el peso de la crisis sobre las masas trabajadoras.
Cabe decir que aunque el imperialismo esté intentando introducir una variante de recambio que desvíe la insurgencia popular, mediante la reinstauración de la dinastía Pahlevi (el sha derrocado en 1979), las consignas que se escuchan en las movilizaciones son: “Mujer, vida y libertad, muerte a los tiranos, ya sea el sha o el líder supremo”. Las grandes masas iraníes no son partidarias del retorno monárquico, al que ellas mismas han derrocado hace décadas; se trata solo de un planteo apoyado por un sector minoritario, trasnochado y nostálgico.
Sin embargo, sí existe el peligro de que tome protagonismo una variante democratizante y republicana que actúa bajo el ala y la inspiración del imperialismo norteamericano y también del europeo, cuyas expresiones políticas se encuentran en la ONU. En este marco se inscriben las campañas contra el gobierno iraní con la finalidad de reemplazarlo por un gobierno títere afín al imperialismo (bajo una máscara democrática), y mediatizado por algunas organizaciones de derechos humanos amparadas por las potencias imperialistas que atacan al régimen de los mullahs, pero que callan frente a la barbarie de los regímenes oscurantistas como los de Arabia Saudita, Qatar y otros, convalidándolos. El imperialismo actúa a sabiendas de que existe el peligro de que tenga lugar una salida propia de los trabajadores.
En el Kurdistán iraní se han comenzado a formar organismos independientes, llamados consejos juveniles, que son una especie de herencia de la revolución contra el sha de 1979, cuyo estado de evolución es aún lento. El movimiento estudiantil ha puesto en pie comités de huelga y por la libertad de los presos, aunque aún tienen una forma incipiente.
El futuro de la lucha de las mujeres iraníes debe estar atado a una perspectiva independiente de la clase obrera. Es que la discriminación hacia las mujeres trabajadoras constituye un mecanismo para dividir al proletariado iraní, que de conjunto está siendo atacado con las rebajas salariales, la desocupación y la precariedad laboral, factores que afectan principalmente a las mujeres, que son la principal fuerza motriz de las actuales movilizaciones.
La miseria general de la clase obrera iraní y el deterioro de sus condiciones de existencia la han colocado, junto a vastas franjas de sectores oprimidos, como las mujeres o los kurdos, en un estado de rebelión incesante. Un programa de respuesta integral a esta situación es fundamental. Este debe contemplar la supresión del Estado teocrático y de todas las disposiciones patriarcales, la libertad a los presos políticos (mujeres y hombres), y el levantamiento de la pena de muerte. También debe velar por la satisfacción de las demandas obreras, estudiantiles, de las mujeres y de las minorías nacionales. Es clave rechazar de plano la injerencia del imperialismo en Irán y luchar contra su bloqueo económico y sus provocaciones. No a una salida política bajo la tutela del imperialismo. Por un congreso de las organizaciones obreras, estudiantiles, barriales, de las minorías nacionales y de mujeres en lucha que centralice y organice la pelea por el derrocamiento del régimen de los mullahs e imponga una asamblea constituyente soberana. Por una república laica, obrera y socialista en Irán.
Roberto Gellert
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