El gobierno introdujo el debate parlamentario como una formalidad, ya que ha ingresado el proyecto como una ley de urgencia, lo que habilita su aprobación automática si luego de 60 días de debate parlamentario el Congreso no rechaza explícitamente el proyecto. La aprobación del mismo en el Senado obliga a ambas cámaras a un trabajo bicameral para adoptar de conjunto una propuesta unificada de texto. La Asamblea Nacional, donde Macron ha perdido la mayoría absoluta, no pudo dar ningún voto a la Ley debido a una cantidad irrisoria de enmiendas presentadas fundamentalmente por La Francia Insumisa, el partido de Melenchon. La aprobación en el Senado le evita al debilitado gobierno de Macron, por lo pronto, cargar solitariamente con el costo político de un proyecto que es rechazado masivamente por los trabajadores.
La enorme huelga general del 7 de marzo, sexta jornada de huelgas y movilizaciones desde enero, tuvo una escala en la combatividad de los trabajadores. Las huelgas locales, fundamentalmente en el sector energético, fueron acompañadas por piquetes en las puertas de refinerías, minas y centros de distribución. Esto ha generado un impacto mayúsculo sobre un sector clave de la economía, en el cual rige una ley de servicio esencial que inhabilita el cese total de actividades. Los puertos de Le Havre, Ruán y Marsella también se bloquearon temporalmente. Los camioneros han paralizado prácticamente la distribución y hubo más de 300 piquetes en diversas rutas y autovías de todo el país. Trenes, subtes y colectivos fueron prácticamente paralizados en París y las principales ciudades, las conexiones internacionales, como la Barcelona-París, estuvieron canceladas. Los aeropuertos vieron afectados entre el 20 y 30 % total de los vuelos, por el paro de señaleros junto al de azafatas y pilotos.
La administración pública y los docentes han declarado una adhesión que va del 30 al 70 %, según los sindicatos. Los estudiantes, como ya es regular, acompañaron la huelga de sus docentes con paros y piquetes estudiantiles en las universidades y liceos.
El gobierno de Macron apuesta a un desgaste del movimiento sindical, principalmente, ahora que la enorme huelga del 7 de marzo ha sido desafiada con un voto positivo del Senado. Una estrategia que algunos caracterizan como “arriesgada” (La Nación, 8/3)
El debate en el Senado estuvo cruzado por una acusación de parte de los senadores del gobierno y los republicanos hacía los bloques del NUPES (izquierda), por querer una “melanconización” del Parlamento, en referencia a las casi 7.000 enmiendas que presentó este partido. El reglamento del Senado, más precisamente su artículo 38, estipula la posibilidad de cerrar el debate y obligar la votación del punto en debate. De esta manera, se ahorraron horas de saliva los legisladores. La primera ministra, Elisabeth Borne, twitteó “estoy encantada de que los debates hayan hecho posible llegar a esta votación” – el bonapartismo (más que decadente) francés celebra históricamente las pantomimas.
Burocracia sindical
La otra pantomima es la encabezada por la intersindical, el órgano creado por las burocracias sindicales, que ha solicitado de manera urgente una reunión personal con Macron para que retire el proyecto. Este ha acusado que la palabra ahora la tiene el Parlamento y que no puede abusar de su poder como Ejecutivo.
Los trabajadores, por su parte, buscan avanzar con huelgas renovables en los distintos lugares de trabajo. Ante la aprobación del Parlamento, se han convocado nuevas huelgas y piquetes para las próximas 72 horas. El miércoles, la movilización por el Día Internacional de la Mujer Trabajadora, fue escindida de todo reclamo contra la reforma previsional.
Los principales medios franceses hablan de la inminencia de una huelga general, incluso si el gobierno logra aprobar el proyecto. El recurso del decreto presidencial nunca ha sido utilizado en la Quinta República, lo que hace dudar a los propios ministros de gobierno. Francia ingresa a la primavera con altas temperaturas.
Joaquín Antúnez
09/03/2023
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