A partir del sábado 11 por la noche el gobierno y los voceros de la burguesía tratan de hacer valer una idea muy simple: el proyecto de ley que ataca la jubilación será aprobado durante la semana y el movimiento obrero (que identifican con la Intersindical de las 8 centrales sindicales) ha perdido la iniciativa y va a perder la partida definitivamente. Es una campaña para desorganizar y desmoralizar a las masas y a la población explotada, típica de la burguesía, para liquidar la huelga política. La base de esta campaña está dada por dos acontecimientos: el Senado aprobó por votación la reforma jubilatoria en la noche; la sexta movilización callejera fue más reducida y menos entusiasta que las anteriores y las huelgas no se extendieron y generalizaron.
Sin embargo, el gobierno da por acabado un proceso político que todavía está en curso y cuya suerte no está escrita. Es cierto que en los últimos días el movimiento hacia la huelga general no ha avanzado y las huelgas reconductibles (decididas día por día) no se han extendido. Pero, en lo que le concierne, el gobierno ha debido maniobrar y toda su supuesta iniciativa política reposa sobre arena, un acuerdo con el minúsculo Partido Republicano que además está dividido al respecto.
Las dificultades de la unidad sindical
No hay ningún indicio de que la condena del gobierno y el apoyo a la movilización y las huelgas por parte de la población y el movimiento obrero haya retrocedido un centímetro. Todo lo contrario; se mantiene constante a pesar de las dificultades. Un episodio lo atestigua. Los recolectores de residuos de París están en huelga reconductible y la ciudad comienza a estar sumergida por la basura en las veredas y las andanzas de las ratas.
Sin embargo, los habitantes no critican la huelga, más bien la sostienen, cuando son interrogados en la televisión y los periodistas buscan la condena. La municipalidad, que es gobernada por una alianza de socialistas muy moderados y por ecologistas, insiste tozudamente en hacer responsable al gobierno de la huelga. Lo mismo sucede con las huelgas ferroviarias y la actitud de los pasajeros. Lo que es cierto es que la huelga ha retrocedido en los subtes parisinos; se mantiene en las refinerías de petróleo y en las unidades productoras de electricidad pero no ha ganado nuevos sectores. En cambio, hay fábricas que sí se han lanzado a la huelga por reivindicaciones salariales e incluso han triunfado.
Esta realidad verifica una realidad de la lucha de clases sobre la cual Rosa Luxemburgo insistió tanto en su análisis de la huelga rusa de 1905, para darle una lección a la socialdemocracia amorfa y a los dirigentes sindicales burocráticos: cuando la huelga general arranca por el motivo que sea, es muy difícil detenerla y requiere una dirección política clara y una convicción firme en las masas de su antagonismo con la burguesía. Ahora, la bronca popular contra el gobierno es profunda pero la dirección política no existe.
Desde el comienzo de las huelgas, la Intersindical fue extremadamente ambigua para decir lo menos. El acuerdo CGT-CFDT, base de la Intersindical, favoreció en esta etapa movilizaciones callejeras millonarias en todo el país; por el contrario, guardó silencio sobre el movimiento hacia la huelga general, sobre todo en la jornada combativa del 7 de marzo. La dirección de la CFDT se pronunció explícitamente contra las huelgas reconductibles y el bloqueo de actividades económicas; sus gremios aceptaron la orientación nacional, a excepción notable de los ferroviarios y algunos otros de menor importancia y no participaron en el movimiento hacia las reconductibles del 7 de marzo.
Una nueva jornada de movilización unitaria está llamada para el próximo miércoles 15 y la claudicación de la CFDT es más clara, acompañada del silencio de la CGT. Para comprender este hecho, hay que retomar el hilo de las maniobras parlamentarias del gobierno, único recurso del que dispone porque la oposición de la población al proyecto de las jubilaciones no le permite otra cosa que la utilización de los resquicios más antidemocráticos de la antidemocrática constitución de la V República.
Una maniobra costosa del gobierno imperialista
El gobierno fijó un tiempo muy limitado para la discusión del proyecto en diputados (Asamblea Nacional) y senadores. En la Asamblea donde el gobierno tiene una mayoría relativa, no fue votado en el lapso previsto; sí lo fue en el Senado, con enmiendas introducidas por la mayoría del partido Republicano, situado a la derecha del gobierno, si fuera posible. Cuando las dos cámaras no están de acuerdo en un texto, como es el caso, la Constitución prevé la reunión de una Comisión Mixta Paritaria (CMP) de 14 miembros, que elabora un nuevo texto, que es sometido al voto de las asambleas para ser o no aprobado. El gobierno dispone de un mecanismo excepcional, dado por el artículo 49-3 de la Constitución, que le permite dar por aprobado un texto sin votación en Diputados, a menos que se vote mayoritariamente una censura y la caída del gobierno. Una ley puede ser sancionada sin el voto del Parlamento. Son las delicias bonapartistas de la V República.
Al momento del domingo en la noche, el gobierno no dispone de una mayoría en diputados que le permita asegurar la aprobación del proyecto. En ese caso recurriría al famoso 49-3 y nos encontraríamos en la situación de una ley que va a modificar la vida de millones de personas es validada sin voto. El gobierno ya ha recurrido a este mecanismo en muchas oportunidades sobre cuestiones presupuestarias; utilizar el 49-3 sobre la modificación del régimen de jubilaciones sería una confesión de debilidad política extrema, necesaria porque el gobierno carece de mayoría y no puede correr el riesgo de una votación negativa.
El dirigente máximo de la CFDT ya adelantó que su central consideraría que la aplicación del 49-3 es una negativa democrática pero que es legal; el movimiento obrero tendría que adecuarse a esta realidad porque la CFDT no se opone a la legalidad. Los gremios combativos ya indicaron lo contrario; la aprobación sin votación es una razón para redoblar la lucha por la anulación de la ley. La central de la CGT debería tomar el mismo curso pero por ahora se limita a las amenazas del tipo “ante esta conducta antidemocrática del gobierno, el movimiento va a radicalizarse y será responsabilidad de Macron”. Sur-Solidaires tiene una posición firme de continuar con la huelga reconductible. La Intersindical tiene que reunirse el miércoles 15 por la noche y la CMP se rejunta el 16. Es posible que haya una ficción de unidad sindical con una declaración que será un saludo a la bandera y que la suerte del proyecto quede librada a la aplicación del 49-3, si el gobierno no está seguro de conseguir una mayoría con la utilización en diputados de amenazas y premios.
En las condiciones actuales todo indica que la aplicación del 49-3 le dará un nuevo impulso a la huelga general y que este impulso es muy probable aún con una votación mayoritaria en diputados, que será siempre mezquina y vergonzosa.
En los pocos días que nos separan de este desenlace hay que afirmar el movimiento hacia la huelga general con la consigna “no al proyecto reaccionario del gobierno de trabajar gratis dos años para morir después; fuera Macron y su gobierno”. El proyecto ocupa un lugar central en la política del gobierno y de la burguesía, que en esta etapa está concentrada en el ajuste más violento posible. Si Macron fracasa con las jubilaciones quedará herido de muerte. Una nueva situación política quedaría abierta en toda Francia, con un eco europeo evidente. La agitación (una consigna simple y repetida) está a la orden del día: no al proyecto; fuera Macron. Hay que defender y popularizar las huelgas de referencia: ferroviarios, energía, recolectores de basura. Hay que agitar las fábricas, los barrios, los colegios, las universidades, con pronunciamientos, agrupamientos locales, con una consigna elemental: no al proyecto jubilatorio, abajo el gobierno, viva la huelga. Asambleas y plenarios deben votar y reclamar a la CGT, a las centrales y organizaciones sindicales la continuidad y profundización del plan de lucha hacia la huelga general. El proletariado puede y debe vencer.
Roberto Gramar
París, 12 de marzo del 2023
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