El esperado domingo 7 de septiembre concluyó con una sonora derrota de la alianza LLA-PRO, que los encuestadores no previeron, y con el estallido de una crisis financiera, que todo el mundo imaginaba como su consecuencia casi obligada. El día anterior, una declaración de Política Obrera había asegurado una derrota aplastante del gobierno. El correo electrónico que portaba la declaración hacia el equipo de nuestra prensa, tenía el encabezamiento “paliza”, varias veces repetido en nuestro acto de cierre en Malvinas Argentinas, en la primera sección electoral. Lo que vino después del voto estaba presente con antelación: la bancarrota financiera, política y moral del frente liberticida con el PRO.
El oficialismo juega ahora con un engaño consuelo: las elecciones al 26 de octubre serán distintas. Lo cierto es lo contrario; los resultados bonaerenses no anuncian, es cierto, ninguna victoria peronista nacional, pero sí una derrota liberticida a lo largo y ancho de Argentina. Como se acostumbra a decir en la jerga financiera, “el mercado descuenta” esa derrota a manos de todo el resto. Por eso el dólar voló a los 1.500 pesos, las acciones cayeron en Wall Street hasta un 20 % y los bonos de la deuda pública se desplomaron. Javier Milei, ´groggy´, prometió más de lo mismo cuando fue obligado a manifestarse por los miembros de su camarilla. Una de las previsiones preelectorales aseguraba que el resultado bonaerense marcaría tendencia nacional, que es lo que, con variantes significativas, ocurrirá; el beneficiado no será Fuerza Patria. El ausentismo, que fue estrella en las elecciones desdobladas, se revirtió, aunque en forma limitada (del área del 50 % al 40 por ciento). Un 60 % de votantes reduce el voto de FP (3,8 millones) del 44 % de los asistentes, al 27 % del padrón.
Es cierto que Cristina Kirchner sobrevivió, en 2009, a una derrota electoral significativa que le propinó un personaje menor, Francisco de Narváez, a Néstor Kirchner, quien se había presentado como candidato ‘testimonial’ en la provincia de Buenos Aires; dos años más tarde, CFK lograba la reelección con el 54 % de los votos. Es con lo que sueña despierto Javier Milei, luego de la paliza electoral que recibió del electorado bonaerense. Con “Toto” Caputo ocupando el mismo lugar como ministro de Economía, es probable que termine mucho peor que Mauricio Macri cuando estalló el default de abril de 2018; ni hablar de De la Rúa, a partir de finales de 2000, cuando renunció su vicepresidente, “Chacho” Álvarez. CFK no tuvo la misma suerte en compañía con Alberto, cuando dejó al país a la deriva hasta 2023. La depresión industrial es, en la actualidad, muy superior a la de todas las crisis previas; solamente los rentistas votan a favor de la depresión de la economía.
Argentina se encuentra al momento actual en estado de default. Santiago Fioriti, el corresponsal político de Clarín, recogió en los mentideros del poder que “El gobierno le tiene pánico a la reacción de los mercados”. Toda una ironía para quien se jacta de representar, precisamente, a los mercados. Si para Milei el mercado es una categoría religiosa, lo que espera ahora es la ira de los dioses. Alguien tan libertaria como él, Liz Truss, una exprimera ministra británica, fue eyectada del gobierno por la Bolsa de Londres, por ‘torpezas’ similares a las del liberticida de Trump.
Caputo y Milei han hecho todas las apuestas políticas y financieras equivocadas, es decir, una proeza entre especuladores. La última ha sido apostar por “un empate técnico” en la provincia de Buenos Aires. Todas las otras son más graves, incluso gravísimas. Para ‘recomponer’ las reservas del Banco Central contrajeron préstamos “repo’ (en lugar de comprar dólares de la exportación) por alrededor de 4.000 millones de dólares, en un caso respaldado por tenencias de oro que fueron sacadas del país con destino desconocido. Esta garantía les ha dejado una jugosa ganancia a los bancos acreedores, porque el oro ha llegado a los 3.600 dólares la onza, lo que representa una suba del 14 % en dos meses y 20 veces en menos de 20 años.
Los otros préstamos han sido respaldados por bonos de la deuda de Argentina, que en las primeras horas del lunes se han hundido un 10 por ciento, llevando el ‘riesgo-país’ a 1.000 puntos. Esto significa que el gobierno se ve obligado a emitir y entregar nuevos bonos para compensar la caída de valor de esas garantías. Además de aumentar la deuda pública, la cobertura de los préstamos con más bonos tira abajo el precio de esos títulos en caída; otra tanda subsecuente de más bonos sería rechazada por los acreedores. En el caso de una empresa, esa situación la obligaría a presentar un balance de quiebra en sede judicial. Por si hubiera duda acerca de este desenlace, Argentina tiene vencimientos de deuda soberana por 7.000 millones de dólares en enero.
La otra apuesta financiera del gobierno ha sido contener el dólar vendiendo reservas que son negativas (o sea, menores por 11.000 millones de dólares a las deudas acumuladas por el Banco Central); las reservas son garantías del pago de deuda. La otra herramienta ha sido asegurar una cotización a la baja de la divisa en el llamado mercado de futuros, en medio de una fuerte expectativa de devaluación, es decir, de que suba. En este caso deberá cubrir la diferencia con emisión de pesos, lo que perjudica a la cotización de la deuda pública en el mercado local. La opción a este callejón sin salida es volver al cepo (que recomienda Carlos Melconian); rifar 5.000 millones de dólares (propuesta por Martín Redrado); establecer el control de cambios y aranceles a la importación (el dueño de FATE). Nada de esto le cambia la vida, por supuesto, a los trabajadores, pero asegura un boicot de inversiones en Vaca Muerta y el litio, ante los obstáculos que se erigirían a la remisión de utilidades al exterior. Por este motivo, Domingo Cavallo reclama que “abran todo” y que sobreviva el más apto. El ‘pánico’ del gobierno obedece a que se enfrenta a la cuadratura del círculo.
Naturalmente, las elecciones nacionales del 26 de octubre no serán una repetición mecánica de lo ocurrido en territorio bonaerense. Para los liberticidas podría ser aún peor, tanto por la crisis misma como por el efecto bonaerense. Un avance de la corrida cambiaria llevaría a un retiro masivo de depósitos y a una quiebra de la cadena de pagos (como les gustaría a muchas patronales deudoras). Las elecciones del domingo pasado no sólo muestran una alteración de las tendencias electorales, sino la posibilidad de un derrumbe financiero, dentro del mismo proceso electoral, con consecuencias inflacionarias severas. La otra opción tampoco sería una alternativa para la alianza LLA-PRO, convertida en otro apostador político y financiero a pérdida (claro que no con la plata propia, que seguramente ha ido al mercado de futuros contra su propio gobierno). Es que el Gobierno tiene un tercero o cuarto puesto cómodo en la elección nacional, salvo (con reservas) en CABA, Mendoza y Entre Ríos (aunque el gobernador Frigerio ya ha puesto sus alforjas en la coalición de gobernadores de Provincias Unidas). Las principales encuestas dan perdedora a LLA en Córdoba. Los acreedores extranjeros y nacionales no sólo han perdido el ‘ancla cambiaria’ (y la fiscal), sino también la electoral y la política.
Los ganadores del conurbano (Kicillof y los intendentes) han obtenido una victoria importante, pero parroquial, incluso si se trata de una provincia enorme; el peronismo, como lo han demostrado las elecciones desdobladas, no tiene proyección nacional (como tampoco los liberticidas). El radical Maximiliano Pullaro, gobernador de Santa Fe, ha invitado a Kicillof, en ocasión de algunos encuentros, a asociarse al protobloque Provincias Unidas (aún en la incubadora), con un “kirchnerismo nunca más” (reserva del derecho de admisión). Es decir que, para ampliar alianzas, el peronismo necesita dividirse. El peronismo, como bloque de corrientes, carece de un programa para lidiar con el derrumbe financiero, y cada una de ellas tampoco lo tiene. Contra lo que dice CFK, el peronismo nunca rescató a Argentina de una crisis: solamente prosperó con la bonanza.
Es lo que ocurrió con el precio internacional del trigo y la carne en la inmediata posguerra, después con el de la soja y la devaluación consumada en 2002. El voto masivo a Fuerza Patria (casi el 50 % de los votantes y 35 % del padrón) es una radiografía (obviamente aproximada) de la representación confusa que se hacen los trabajadores de la situación política. El repudio a los partidos existentes no es suficiente como expresión de una conciencia de clase, o sea, de una conciencia de la crisis social y política. La llamada “alternancia” y los “votos castigos” son un reflejo de las contradicciones propias de la democracia burguesa y del sistema electoral. La propaganda del FITU se mueve en este barro, por eso no construye una vanguardia ni ha progresado en votos obreros, contra lo que anunciaron las encuestadoras.
En lo que se ha convertido en una segunda etapa electoral (los comicios nacionales) es necesario enfrentar la crisis de régimen desde un programa socialista. Es necesario explicar la envergadura de la crisis, la exigencia de una intervención del Estado contra la propiedad privada de los pulpos y capitales financieros y el desarrollo de una serie de reivindicaciones impostergables de las masas, para desarrollar un frente de la mayor parte de la clase y una movilización. En la agenda a octubre cobran primacía luchas obreras fundamentales, que abarcan a casi todas las provincias: por ejemplo, Buenos Aires, Córdoba, Santa Fe, Mendoza, San Juan y Tucumán.
Esta son las perspectivas y las tareas políticas por delante.
Jorge Altamira
08/09/2025
No hay comentarios.:
Publicar un comentario