viernes, abril 04, 2008

Guillén, un fundador


MARTA ROJAS
marta.rr@granma.cip.cu

"No es fácil para el gobierno de Estados Unidos el problema que le plantea la Revolución cubana, vista desde el campo popular de América Latina. Puede Washington alinear ‘betancures’ (*) a su lado, y así lo hace, ¿pero pueden los ‘betancures’ ya alineados, alinear también sus pueblos junto al imperialismo?" Es Nicolás Guillén quien escribe ese concepto revolucionario en 1962, que se aviene tanto a los tiempos que corren, donde nuevos actores políticos y sociales en el continente desafían a la hegemonía imperial.
El mismo Nicolás que 30 años antes a esa fecha había salido a la palestra con la voz nueva de Motivos de son, primera estación de un recorrido poético de extraordinario valor: Sóngoro Cosongo; West Indies Ltd., las Elegías, El son entero y La paloma de vuelo popular. Y qué decir de toda su obra, tan amplia como elevada tanto en la poesía como en la prosa.
Es el intelectual al que todos querríamos parecernos para merecer un lugar en la UNEAC que él fundó, pensó y dirigió por muchos años: combativo, rebelde, fecundo, comprometido y fiel a la Revolución. Miguel Barnet, presidente de la Comisión Organizadora del VII Congreso, se ha referido a la necesidad de convertir a la institución en un espejo cóncavo de la riqueza cultural y artística de nuestro país, y a la importancia de una elevada función creativa de todos sus miembros. Y evocó a Nicolás al frente del magnífico grupo de intelectuales y artistas que dieron vida a la UNEAC.
Ningún medio, ni género o modo literario fue ajeno a la obra de Guillén, a la hora de exteriorizar su vocación de servicio. Hace unos días encontré un libro extraordinario en su contenido y forma, aunque pequeño de tamaño y magro en grosor. Con él Guillén quiso privilegiar un proyecto del entonces Historiador de la Ciudad, Emilio Roig de Leuchsenring, bajo el rótulo de Cuadernos de la Historia Habanera. Entonces —era 1935— escribió una biografía excelente, tanto por la exhaustiva investigación que contiene como en el sagaz estudio psicológico del personaje que no era otro que Claudio Brindis de Salas, el rey de las octavas, o el Paganini negro, "quien con José White y Díaz Albertini, fue uno de los tres grandes violinistas dados por Cuba". Se trataba, en suma, de una contribución para nada menor a la difusión de los valores auténticos de nuestra cultura, que puede servir de paradigma para empeños similares en esta época, cuando nos orienta el proyecto fidelista de promover una cultura general e integral.
El merecido título de Poeta Nacional a veces nos hace olvidar otras grandes vertientes intelectuales y artísticas de Nicolás Guillén, como su perfección en el lenguaje, la fina y a veces cáustica interpretación de las artes plásticas, sus empeños vindicatorios de la cultura musical popular, y una impresionante labor periodística en la que nada humano le fue ajeno.
Pero sobre todo, tengamos en cuenta, junto a su caudal poético, su visión política y su comprensión de la historia nacional desde nuestras raíces hasta la contemporaneidad. En su artículo periodístico Los días de Martí escribió: "La primera enseñanza que se desprende de esta tremenda lucha —en la que al fin junto a los jóvenes tomó parte Cuba entera— es que nuestro pueblo, a pesar del doble impacto de la tiranía y del imperialismo, demostró tener un tesoro de reservas inagotables (¼ ) El enemigo no se deja vencer fácilmente. La Revolución sigue en marcha. Estamos viviendo los días que nos anunció Martí".
Hermosa premonición: estos momentos de la Patria, y de la cultura en Congreso, deben hacernos recordar, junto a Guillén, que también vivimos estos días bajo la advocación de nuestro Martí.

(*) Se refiere a Rómulo Betancourt, mandatario venezolano de la época, aliado al imperialismo.

No hay comentarios.: