miércoles, abril 02, 2008

Una derecha intelectualmente agotada.

Notas sobre el Encuentro de la FAES en Rosario
Atilio Borón

El aquelarre que tuvo lugar días pasados en Rosario, y del cual Rebelión diera cuenta a través de un artículo de Miguel Bonasso, congregó a las figuras estelares del pensamiento y la praxis de la derecha de las Américas. En realidad, fue una escala más de esta especie de circo itinerante de la época de las cavernas que circula por diversos países de América Latina pregonando el evangelio neoliberal del imperio y que tuvo su bautismo de fuego en Madrid, el 4 de Julio del 2007, en el denominado “IV Foro Atlántico: Un Encuentro por la Democracia y la Libertad en Europa y América.” Los mismos personajes, los mismos auspiciantes, la misma retórica, la misma chatura trajinan por toda la región. Conforman su elenco intelectual el inefable Mario Vargas Llosa y su hijo Álvaro, Jorge Castañeda, Carlos Montaner, Plinio Apuleyo Mendoza, Enrique Krauze, Marcos Aguinis, Jorge Edwards, Arturo Fontaine y una plétora de “bienpensantes menores”, como diría el siempre lúcido Alfonso Sastre. En cuanto a la política el listado comienza por José M. Aznar y llega hasta Vicente Fox, pasando por Jorge “Tuto” Quiroga, expresidente de Bolivia, Francisco Flores, ex de El Salvador, Osvaldo Hurtado, de Ecuador y Luis A. Lacalle del Uruguay, todos ellos merecedores de más que gratos recuerdos en sus respectivos países por su patriótica contribución al bienestar general de la población, sobre todo de los más humildes. De los Estados Unidos vino Roger Noriega, siniestro personaje ligado a la mafia cubano-americana y durante un tiempo el “hombre fuerte” encargado de los asuntos hemisféricos del imperio bajo la presidencia de George W. Bush.
El maestro de ceremonias de este encuentro fue Aznar, en su condición de presidente de la FAES (Fundación para el Análisis y los Estudios Sociales), un “tanque de pensamiento” orgánicamente ligado al Partido Popular. Otros, como la Heritage Foundation, el Cato Institute y la Atlas Economic Research Institute, que agrupan a la derecha más recalcitrante de los Estados Unidos, también auspiciaron el evento y enviaron a sus más insignes representantes. En un trabajo anterior, también publicado en esta página, - ver Marcos Roitman, “Aznar y la FAES en América Latina”, del 20 de Febrero de 2008- se describe y analiza con gran claridad la naturaleza de este proyecto conservador. Ante ello apenas nos resta agregar que el solo listado de estos nombres de personas e instituciones evoca un extraordinario film italiano de mediados de los setentas, dirigido por Francesco Rosi: Cadáveres excelentes, en donde se revelaban las íntimas vinculaciones entre la dirigencia política, las clases dominantes y la mafia en la Italia de su tiempo. La analogía no podría haber sido más precisa para referirse a los espectrales asistentes a este encuentro, convocados bajo el lema “Los desafíos de América Latina”.
¿Qué se buscaba con este cónclave? Tres objetivos. Comencemos por el más coyuntural: eclipsar con sus destellos las grandes jornadas que se preparan para mediados de Junio en conmemoración del octogésimo aniversario del nacimiento del Che Guevara, precisamente en Rosario. Como era de esperar si algo no tuvo el encuentro de la FAES fue brillo deslumbrante. Los organizadores de las jornadas de Junio pueden dormir tranquilos.
Segundo objetivo, de fondo: relanzar a escala continental una fuerza conservadora capaz de poner coto a los avances de la izquierda y, simultáneamente, tercer objetivo, coordinar y potenciar la escalada de agresiones en contra de Hugo Chávez y Evo Morales. Esto debería madurar en la creación de una nueva internacional de la derecha, habida cuenta que la demócrata cristiana no ha dado mayores señales de vida y, además, no tiene la dureza e intransigencia que estos tiempos requieren. Es preciso redoblar la presión para evitar que se reproduzcan en América Latina situaciones como las que, en fechas recientes, terminaron instalando a gentes como Chávez, Morales y, más recientemente, Correa en los gobiernos de la región. Otros países, como Argentina, Brasil, Chile, Perú, República Dominicana y Uruguay estuvieron a punto de seguir el mismo nefasto camino. Si no lo hicieron, al menos hasta ahora, es porque tal como lo señalaron algunos de los intelectuales reunidos en Rosario el mandato claramente contrario al neoliberalismo de un electorado seducido por el canto de sirena del populismo fue desoído por los nuevos gobernantes que, en un súbito e inesperado ataque de racionalidad, abandonaron sus arcaicas consignas “populistas” y “estatistas” y se reconciliaron con el libre mercado, la inversión extranjera y el liderazgo norteamericano manteniendo o profundizando las políticas del Consenso de Washington instaladas por sus predecesores. En una palabra: estafaron a la voluntad popular, cosa que de ninguna manera fue cuestionado como una muestra de la baja “calidad institucional” de esas sedicentes democracias. El problema de la “calidad institucional” está en Caracas, La Paz o Quito, donde demagogos irresponsables cumplen con sus promesas electorales. El único caso aún dudoso es el de la Argentina, pero como lo han escrito y más recientemente lo expresaron en Rosario varios de los participantes, la “atracción fatal” del populismo en ese país es demasiado grande y tarde o temprano terminará uniendo fuerzas junto a Venezuela, Bolivia y Ecuador.
El tercer objetivo, como se dijo, era redoblar los ataques a Chávez y el así llamado populismo. En este sentido las entrevistas concedidas a la prensa por los más prominentes participantes: Vargas Llosa, Castañeda, Aznar y Noriega demuestran lo avanzado de su menopausia intelectual. Produce profunda tristeza leer de los dos primeros las reiteradas calumnias y embustes dirigidos en contra de Chávez (y en menor medida de Morales) y su histérica denuncia del populismo como la mayor amenaza que se cierne sobre las democracias latinoamericanas. Hombres que en el pasado escribieron sugerentes novelas o sesudos ensayos; en una palabra, gentes que pensaban, se limitan ahora a ser los insulsos voceros del discurso oficial de la Casa Blanca sobre el virus populista, dicho sin el brillo ni la vistosidad de los papagayos con los cuales a veces equivocada e injustamente se los compara. Es más, dicho sin la enjundia que brota de la convicción profunda de lo que se está diciendo. Son funcionarios, los recompensan generosamente para que digan eso, lo dicen, pero ni siquiera ellos creen en lo que están diciendo. En resumen: una farsa. Vargas Llosa repitiendo el discurso de Bush: “el populismo es el peligro más inmediato que enfrentamos para alcanzar la modernidad”, de donde se infiere que, entre nosotros, el populismo tiene más de dos siglos de lozana y vigorosa presencia, un verdadero milagro sociológico que merecería una novela tan extensa como Conversación en la Catedral o La guerra del fin del mundo para desentrañar la esencia de este portento metafísico que desde comienzos del siglo diecinueve frustra nuestra incesante pugna por llegar a la modernidad. Otro ejemplo, esta vez grotesco: Castañeda lamentándose de que el actual presidente mexicano, Felipe Calderón, persista en cultivar un anacrónico “anti-norteamericanismo”, de lo cual se puede inferir que nadie debería sorprenderse si de un día para otro México decide sumarse al eje del mal que une La Habana, Caracas, La Paz y Quito. Sorprende que esta gente no tenga un poco más de respeto por su propio pasado intelectual y por su obra escrita.
De las intervenciones de Aznar y Noriega mejor ni hablar: simplemente son gentes a las cuales les cuesta coordinar un par de ideas, por elementales que sean. Su universo intelectual es sumamente estrecho; más que un universo en realidad se trata de una minúscula aldea en donde circulan tres o cuatro clichés made in USA y nada más. Según el ex presidente del gobierno español el dilema de América Latina es “populismo revolucionario en su vertiente más alocada o democracia liberal.” En sus intervenciones no se notó el menor atisbo de un intento de análisis. Dada la excelsa calidad de estas intervenciones se entiende que el evento haya pasado casi desapercibido en Rosario y que la misma prensa de la derecha se hubiera visto en figurillas al reportar tan primitivo cónclave. Si no lo fue se debió al enorme operativo policial que hubo que montar para proteger a estos zombies del “afecto popular” y de la ardiente indignación de los estudiantes rosarinos, que repudiaron de múltiples formas su presencia en la ciudad.
Entre las luminarias del intelecto que procuraron iluminar todo Rosario sobresalen los nombres de los tres autores de El regreso del idiota (publicado al año pasado en la Argentina), nueva contribución del trío que, hace once años, perpetrara el célebre Manual del perfecto idiota latinoamericano: un catálogo de trivialidades, mentiras y falacias sobre las causas del subdesarrollo en nuestros países y que según el incisivo análisis de estos autores obedece a la enfermiza afición de los latinoamericanos al estatismo y al caudillismo. Sus autores, Plinio Apuleyo Mendoza, Carlos Alberto Montaner y Álvaro Vargas Llosa plasmaron un engendro, prologado por Mario Vargas Llosa, que demuestra irrefutablemente que la derecha ya no produce ideas sino que simplemente acumula ocurrencias, el grado más elemental y primario de la intelección. En línea con su antecesor, el nuevo libro es un destilado de prejuicios, estereotipos y lugares comunes urdidos por mentes exhaustas y estériles. Sería una empresa condenada al fracaso tratar de hallar en sus páginas un sofisticado argumento teórico en defensa del neoliberalismo al estilo de los que plasmaran Friedrich von Hayek, Ludwig von Mises o un Karl Popper. Lo que hay, en cambio, es un amontonamiento de ocurrencias sólo aptas para alimentar los espíritus más retrógrados y recalcitrantes y un profundo desprecio hacia lo que en el ámbito científico se conoce como la “evidencia”, es decir, el respaldo que los datos de la experiencia le confieren a un argumento teórico.
La tesis central del libro reproduce la vulgata neoliberal según la cual el camino al desarrollo pasa por la libertad de los mercados y las políticas de libre cambio. A lo largo de sus páginas el desprecio por los más elementales datos de la historia económica de los capitalismos industrializados es alucinante. ¿Por qué ? Hay dos hipótesis. Una, la más benévola, diría que esto se debe a la ofuscación que provoca su adhesión a las supersticiones del neoliberalismo y que los induce a desconocer que los países desarrollados llegaron a esa condición siguiendo políticas que nada, absolutamente nada, tuvieron que ver con el libre comercio. Gran Bretaña fue ultra-proteccionista y su estado fuertemente intervencionista hasta que su indisputada primacía en el mercado mundial, al promediar el siglo diecinueve, la hizo comenzar a predicar el librecambio para las demás naciones, conciente de sería ella la única llamada a beneficiarse con la naciente división internacional del trabajo. Eduardo Galeano captó muy bien la trampa de esta ideología al decir que en esa división internacional “unos se especializan en ganar y otros en perder.” Ya se sabe de qué lado quedaron nuestros pueblos.
No fue muy diferente la historia del desarrollo económico de los Estados Unidos. Uno de los “padres fundadores” de la nación norteamericana, su primer Secretario del Tesoro y redactor de los influyentes Papeles del Federalista fue Alexander Hamilton. Este no sólo consolidó las deudas internas y externas originadas por la Guerra de la Independencia sino que, desoyendo con dos siglos de anticipación las imbecilidades de los idiotas pluscuamperfectos que hoy predican el evangelio neoliberal, promovió la creación de un banco central y apelando a subsidios y aranceles proteccionistas impulsó el desarrollo industrial de su país. Subsidios y aranceles proteccionistas cuya vigencia se extiende hasta el día de hoy, tanto en los Estados Unidos como en Europa, mal que les pese a los autores del panfleto y a quienes aconsejan a nuestros gobernantes abandonar esas políticas y entregarse sin recato a las delicias de los mercados. Como dijera John Williamson al acuñar la expresión que luego se haría célebre: “Consenso de Washington”, hay que tener en cuenta que Washington no siempre practica lo que predica. El neoliberalismo es el discurso concebido para consumo de la periferia, para perpetuar su situación de dependencia neocolonial. En el capitalismo desarrollado, en cambio, ese discurso es una paparruchada sin ninguna credibilidad y al que ningún gobierno le presta la menor atención. La prueba más reciente, de una contundencia aplastante, fue la forma en que los bancos centrales de Europa, Estados Unidos y Japón se movilizaron para hacer frente, de modo coordinado, a la crisis detonada por las hipotecas sub prime en los Estados Unidos. Si estos cínicos gobiernos hubieran sido coherentes con los discursos que pronuncian para los demás hubieran dejado que los mercados se encargaran de la crisis, produciendo la bancarrota de los especuladores y los bancos y concentrando el capital en manos de los más listos. En otras palabras, tendrían que haber honrado el primer mandamiento del catecismo neoliberal que exige que el estado no se inmiscuya en asuntos que no le conciernen y que los mercados resuelven mejor. Este fue su consejo cuando crisis similares sacudieron, por ejemplo, a la Argentina en el 2001-2002. Pero ahora hicieron exactamente lo contrario a lo que en su momento aconsejaran para este país.
Pero, ¿puede el fanatismo llegar tan lejos como para desconocer lo que un simple aficionado a la historia económica sabe de memoria? No, y por eso hay una segunda hipótesis mucho menos benévola para con el trío que concurriera al encuentro de Rosario. Estos autores, así como los demás que participan del evento, son parte del enorme ejército de intelectuales orgánicos del imperio cuya estratégica misión es construir e inculcar en nuestras sociedades una versión falsa de la historia y la realidad actual. En otras palabras, fabricar el clima ideológico requerido para favorecer la emergencia de fuerzas políticas conservadoras aptas para capturar el apoyo de una ciudadanía meticulosamente desinformada por los medios de comunicación que controla el gran capital y preservar la hegemonía de los intereses del imperialismo y sus clases aliadas en la periferia, hegemonía que se ha visto considerablemente reforzada por el auge de las políticas neoliberales. Agotada, por ahora, la vía del golpe militar la derecha se lanzó hace décadas y con bastante éxito a la conquista de las conciencias. Sus intelectuales no son tan ignorantes como parecen sino que hacen su trabajo: engañar al común de las gentes tergiversando la información, diseminando verdades a medias que ocultan sus mentiras y amordazando con guante blanco (mientras no sea necesario un recurso más contundente) al pensamiento crítico. A cambio de esta noble labor reciben espléndidas recompensas en dinero, influencia, prestigio y todo el reconocimiento “oficial” que les otorga el aparato mass-mediático del capital y que convierte a sus gastadas voces en la fuente de toda sabiduría y sensatez.
Afortunadamente, en un gesto que lo enaltece el Concejo Deliberante de la Ciudad de Rosario decidió declarar personas non gratas a algunos de los participantes del encuentro. Distinguió con esa declaración a Roger Noriega, al ex -presidente salvadoreño Francisco Flores y a Carlos Alberto Montaner, quien junto con Marc Wachtenheim, Director del “Programa Cuba” de la Pan American Development Foundation -una organización pantalla de la CIA basada en Washington y en cuyo sitio web se declara “orgullosamente afiliada a la Organización de Estados Americanos”- entretuvo a la audiencia con sus delirios sobre la futura transición de Cuba. Lo de Montaner fue un bochorno, demostrando la exactitud de un comentario que Alejo Carpentier puso en boca de alguno de sus protagonistas al decir que en ciertas personas los años cometen un ultraje irreparable. En el caso de Montaner la forma que asumió este ultraje es la estúpida comicidad que impregna todo lo que dice, aún cuando pretenda hablar muy seriamente. Un ejemplo: al referirse a la coyuntura cubana actual dijo que “Castro se va a morir de una puñetera vez y espero que sea muy pronto. Viene amenazando todos los días... ¡pero nunca se muere!” Ese fue el nivel de su “análisis”: un vómito anticastrista de este santo varón que huyó de la “tiranía castrista” para buscar refugio en la libertad y la democracia que imperaban en la España de Franco. Con razón la derecha está tan preocupada con la “batalla de ideas” que propuso Fidel. Es que con intelectuales como los que fueron a Rosario el imperio no tiene otra salvación que sus armas.

No hay comentarios.: