martes, julio 21, 2009

Carpentier y el arte universal


Las artes plásticas fue una constante, al igual que la música, en la obra literaria y periodística de Alejo Carpentier y en su vocación personal. En sus novelas casi siempre está presente, el mejor ejemplo es La explosión de la catedral (Monsú Desiderio, barroco del siglo XVII). Desde el arte de Tracia, los enigmas arquitectónicos de Egipto de Escandinavia o las tallas de Marfil del Congo belga; Loutré, Calder, Matisse, Gauguin, Miró, Picasso, Diego Rivera, Courbusier; Salvador Dalí, el arte abstracto o nuestro Agustín Cárdenas y Wifredo Lam, entre otras representaciones, el recorrido de Alejo Carpentier por las artes visuales es profundo e inmenso. Resultó natural el hecho de que se empleara la donación del monto recibido por su Premio Miguel de Cervantes (el primero otorgado a un escritor latinoamericano) a la adquisición de reproducciones de obras de arte universal, tarea en la cual participó personalmente con la colaboración de Marta Arjona, entonces directora de Patrimonio Cultural, artista ella misma y notable museóloga.
Hace ahora 30 años, en julio de 1979 fue inaugurado en Santiago de Cuba, el primer museo provincial de esas reproducciones invaluables, coincidiendo con los actos por el asalto al Moncada.
A partir de esa fecha, se instalaron colecciones iguales en las demás provincias del país compuestas con lo más representativo y valioso de la pintura del mundo, para que el pueblo cubano pudiera admirarlas como si visitara los museos y galerías que atesoran los originales. Hace unos meses, en ocasión de la Semana de la Francofonía, la Embajada de Francia exhibió en el torno del Castillo de la Fuerza reproducciones extraordinarias de obras, pertenecientes al Museo del Louvre. Algo parecido pero de muchos museos constituyen las colecciones adquiridas por el regalo en metálico de Alejo Carpentier al Partido Comunista de Cuba, que por decisión de Fidel se empleó en esa rama de la cultura.
Lamentablemente, de forma indolente, algunas de esas colecciones han sido desarticuladas, y otras ya no existen, pero ello no demerita el hecho de que las que se conservan intactas, merezcan que se promuevan y también así se recuerde ese gesto generoso del gran novelista y periodista que fue Alejo, quien ese mismo año de 1979 —uno antes de su muerte— publicó la primera edición de su obra El arpa y la sombra; esta novela fue traducida inmediatamente al alemán de conjunto con Los pasos perdidos, así como a otras lenguas. Además, 1979 fue el año en que recibiera el Premio Médicis Extranjero, el más alto galardón que adjudica Francia a escritores de otros países. También dictó en la Universidad de Yale su conferencia imperecedera, La novela latinoamericana en vísperas de un nuevo siglo, impresa más de una vez por la editorial Letras Cubanas, del Instituto del Libro.

MARTA ROJAS
marta.rr@granma.cip.cu

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