jueves, julio 09, 2009

La C.G.T. reivindica la figura de "El Ángel Rojo"


En la mañana del miércoles 8 de julio, nuestra sección sindical en el Ayuntamiento de Madrid ha registrado un escrito por cuadriplicado, dirigido al alcalde y a los grupos políticos municipales del P.P., P.S.O.E e I.U.
En él se reivindica la figura de Melchor Rodríguez García y se solicita que sea reconocido como el último alcalde del Madrid republicano. Se pide para él la dedicatoria de algún espacio público y su inclusión en la Galería de Alcaldes de Madrid.
Melchor Rodríguez ,militante de la C.N.T. y la F.A.I. recibió el 28 de febrero de 1939 el encargo, por parte del Coronel Casado, de entregar el Consistorio a las tropas fascistas cuando entraran en Madrid. Durante dos días presidió el traspaso de poderes, terminado el cual fue sometido a un sumarísimo consejo de guerra y encarcelado. Su condena ascendió a 20 años y un día, de los que cumplió sólo cinco por la intercesión de importantes personas a las que él había ayudado durante la contienda.
Cuando salió de la cárcel, esas mismas personas le ofrecieron cómodos y bien pagados trabajos, entre ellos el de alto cargo en la estructura sindical franquista, pero él siempre se negó, subsistiendo humildemente de la representación de seguros, componiendo letras para cuplés y de alguna colaboración periodística en el diario "Ya", de su amigo el democristiano Artajo, al que Melchor había librado de ser linchado por milicianos y turbas populares enfurecidas cuando éste se encontraba preso en la cárcel de Alcalá de Henares.
Melchor continuó siendo anarquista y militando en C.N.T., lo que le costó nuevas y prolongadas estancias en presidio. Así, hasta su muerte, acaecida en Madrid el 14 de febreo de 1972. En su entierro se juntaron anarquistas y falangistas sin que hubiera ningún altercado, y fue la única ocasión en la que, durante la dictadura, se enterró a alguien cubierto con la bandera anarquista roja y negra y se le despidió al son de "A Las Barricadas".
Melchor Rodríguez había nacido en Sevilla en el seno de una familia obrera y pobre que empobreció aún más tras la muerte del padre, cuando Melchor contaba sólo con diez años de edad. Comenzó a trabajar de aprendiz en un taller de calderería y pronto se le despertó la afición taurina, quizás empujado por el deseo de sacar a su familia de la miseria. Llegó a ser novillero de reputado éxito pero, poco después de una grave cogida, abandonó la lidia.
Ya en Madrid, trabajó como oficial chapista y pronto llamaron su atención las movilizaciones obreras. Se afilió a C.N.T. y F.A.I. y militó muy activamente en en el grupo "Los Libertos", exponente de la rama más humanista del anarquismo.
Declarada ya la contienda se vistió el mono azul de miliciano y lució al cinto una flamante pistola que le dieron en el sindicato. Aquel arma siempre estuvo descargada. Poco después fue nombrado Delegado de Prisiones de la Segunda República. En calidad de tal fue cuando llevó a cabo la mayoría de unos actos que pueden calificarse como heroicos. Como ejemplo citaremos el acaecido en Alcalá de Henares: sucedió que ,tras un bombardeo de la aviación fascista, la población alcalaina, enfurecida por el ataque y justamente dolida por la pérdida indiscriminada de seres queridos, acompañada por numerosos grupos de milicianos en armas, se dirigió a la prisión con el objeto de asaltarla y linchar a los 1532 presos, la mayoría de ellos partidarios de las tropas rebeldes protagonistas del alzamiento y entre los que se encontraban personajes que después fueron altos cargos del régimen franquista. Tras horas de interponerse entre la muchedumbre y los internos, sin más arma que la palabra, Melchor Rodríguez fue capaz de convencer a la turba de que ese no era el camino y de evitar, en último término, la ejecución ilegal de los reclusos.
Muchas otras intervenciones similares tuvieron lugar durante la guerra, como oponerse a las "sacas" de presos, que eran excarcelados y luego fusilados sin juicio, como en el caso de Paracuellos. También sacó de las cárceles a los milicianos que ejercían de vigilantes para devolver a su puesto a los funcionarios de prisiones, más profesionales que los primeros y menos proclives a hacer diferencias en el trato por razón de ideología. Naturalmente, este bienhacer le acarreó la antipatía de los comunistas del P.C.E. que recibían órdenes directas del Moscú estalinista, que exigía que aquí también se aplicaran sus "métodos" para deshacerse de los oponentes.
Todo esto hizo que fueran sus propios enemigos políticos, a las que en tantas ocasiones salvó la vida, quienes le rabautizaran como "el Ángel Rojo".
Después fue nombrado Concejal de Cementerios y, poco más tarde, como único responsable municipal del Ayuntamiento, recibiría la orden del Coronel Casado de entregar el Consistorio a los vencedores. Esto es lo que le convierte, de facto, en el último alcalde republicano de Madrid y la condición que para él se reivindica desde esta Sección Sindical de C.G.T. heredera de las organizaciones en las que militaba el compañero Melchor.
En Sevilla ya ha sido reconocida su labor mediante la dedicatoria de una calle; en Alcalá de Henares, un Centro de Reinserción Social lleva su nombre. Esperamos que Madrid rinda honores también al que fue su último alcalde durante la República.

Salud.

José Javier González de la Paz

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