“Nosotros creemos que si tuviéramos que elegir un gobierno modelo y un líder modelo en la región para que los demás países lo siguieran, el actual liderazgo de Venezuela no sería ese modelo. Si esa es la lección que ha aprendido el presidente Zelaya de este episodio, bueno, entonces sería una buena lección”. (Declaraciones de Phillip Crowley, vocero del Departamento de Estado, 20 de julio de 2009).
Hace un mes ocurrieron dos grandes acontecimientos que afectan al futuro y al destino del pueblo latinoamericano. Primero, un golpe de Estado, violento, nefasto y brutal, contra el presidente Manuel Zelaya en Honduras. Soldados encapuchados secuestraron al presidente constitucional, un domingo de madrugada, y lo enviaron al exilio en un acto de cobardía. Ilegalmente, el congreso hondureño –compuesto por una mayoría golpista- nombró “presidente” a un empresario y procedió a usurpar el poder, reprimir y violar los derechos humanos del pueblo e imponer un estado de terror al estilo de las peores dictaduras del siglo XX.
Pocas horas después del violento secuestro del presidente Zelaya, la mayoría de los países del mundo condenaron al golpe y llamaron enfáticamente por su retorno inmediato e incondicional. Y aunque rechazó “la acción contra el presidente Zelaya” y llamó por la restitución del “orden constitucional”, Washington se quedó cortó al no calificar los indudables hechos como un “golpe de Estado” y se negó a pedir la restitución del presidente constitucional. Luego de tres semanas de un discurso ambiguo, el Departamento de Estado dijo definitivamente que no consideraba que lo sucedido en Honduras fue un golpe de Estado. Con esa decisión, Washington respalda la tesis de los golpistas de que sus acciones fueron constitucionales. No hay duda de que detrás de este golpe –fantasma de las operaciones sucias de la CIA- están los intereses imperiales más poderosos del mundo junto a los medios de comunicación de masas y la oligarquía hondureña.
Dos días después del golpe en Honduras, tuvo lugar una insólita reunión en la Casa Blanca entre dos presidentes. Como si la agresión contra el país centroamericano aún no resonara suficientemente en las demás naciones de América Latina, el acuerdo en un apretón de manos entre los jefes de Estado de Washington y Colombia, selló la inexistente posibilidad de “cambio” en el seno del imperio y reafirmó que Washington no abandonará su sed de dominar totalmente el hemisferio.
El Presidente Barack Obama –prometido “agente de cambio”– pidió y logró la ocupación del Pentágono de cinco bases militares colombianas, todas estratégicamente ubicadas para cubrir la región andina, la del Pacífico y el Caribe. A la velocidad de la luz, el Congreso estadounidense aprobó 46 millones de dólares para “mejorar” las instalaciones en sólo una de las bases, por ahora, la de Palanquera, en la región central de Colombia, que se utilizará para operaciones de “seguridad hemisférica”.
En el centro del golpe de Honduras está la base militar que ocupa Washington desde el 1954 en Soto Cano (Palmerola). Siempre ha sido su centro de operaciones clandestinas contra los movimientos izquierdistas en la región, desde el golpe contra Jacobo Arbenz hasta las guerras sucias de los ochenta contra los sandinistas y la influencia “socialista” de la Revolución Cubana.
Hoy, el golpe de Honduras es contra el ALBA y es un intento de abortar el renacimiento del bolivarianismo en la región. Las bases militares en Colombia servirán como centro de ataque contra los países vecinos. El próximo en el punto de mira es Bolivia, que celebrará elecciones presidenciales y legislativas en diciembre. La “Operación Tegucigalpa” se está preparando contra el presidente Evo Morales, muchos de los conspiradores trabajan desde Perú, donde se encuentra una creciente presencia militar estadounidense y además un grupo de golpistas venezolanos fugitivos de la justicia. Y no olvidemos que el presidente Obama autorizó un fondo extraordinario de 320 millones de dólares para “promover la democracia” en América Latina el próximo año. La invasión silenciosa se intensificará bajo el “poder inteligente” de la nueva administración de Washington.
Sólo hay una solución para que el pueblo hondureño derrote este golpe imperial: la convocatoria inmediata de una Asamblea Constituyente. La soberanía reside siempre en la voluntad del pueblo. Y los países del ALBA deben crear con urgencia una alianza de investigación estratégica sobre injerencia y amenazas imperiales para compartir información y diseñar escudos eficaces para defender nuestras revoluciones. ¡En la unidad está la fuerza! ¡Juntos, venceremos siempre!
Eva Golinger
Rebelión
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