jueves, noviembre 05, 2009

Gramsci: una filosofía que revela contradicciones


La filosofía suele presentarse como algo que no está al alcance de la gente normal. Se considera como un conjunto de verdades eternas dictadas por grandes hombres. Para Antonio Gramsci, la filosofía es una respuesta a los problemas contemporáneos, utilizando los modos de pensamiento contemporáneos que deben ser considerados desde un punto de vista histórico y social.
La filosofía es una parte que compone las ideas de una determinada sociedad. Nosotros somos, para Gramsci, todos y todas filósofas. En nuestra vida cotidiana, el lenguaje que usamos, nuestra cultura, religión, folklore y sentido común entrañan concepciones particulares del mundo.
Las ideas que dominan nuestras vidas nos llegan filtradas desde arriba, de forma fragmentada, por lo que a menudo cristalizan de forma diferente a como las expresaron por primera vez los filósofos y los intelectuales.
La conciencia popular contiene toda una serie de ideas modernas y progresistas junto a otras terriblemente reaccionarias.
Para Gramsci, un trabajador puede ser un “anacronismo andante, un fósil” que expresa todo tipo de ideas racistas y sexistas, pero al mismo tiempo puede tratarse de un sindicalista leal que nunca cruzaría un piquete.
La conciencia popular “contiene elementos de la Edad de Piedra y principios de la ciencia más avanzada, prejuicios de todas las fases anteriores de la historia e intuiciones de una filosofía del futuro que será la de una raza humana unida a nivel mundial”.
Gramsci escribió sobre su inmersión en la clase trabajadora de Turín durante los años revolucionarios de 1919 y 1920. El amasijo de la conciencia colectiva contradictoria explica por qué la clase trabajadora no es, bajo el capitalismo, una fuerza autónoma que actúa en pro de sus propios intereses.
El avance de la conciencia popular revolucionaria no es una línea recta, ni evoluciona de forma continua. Los trabajadores pueden actuar de manera que contradiga lo que dicen. Este contraste entre el pensamiento y la acción es la contradicción central en la conciencia popular.
Las y los trabajadores luchan espontáneamente aunque puedan apoyar la ideología dominante. Gramsci escribió que “uno puede afirmar que [el trabajador] tiene dos conciencias teóricas (o una conciencia contradictoria)”.
“Una que está implícita en su actividad y que en realidad le une a sus compañeros de trabajo en la transformación práctica del mundo real, y otra superficialmente explicita o verbal, que han heredado del pasado y absorbido acríticamente”.
El choque más importante es el que se da entre la percepción que el trabajador tiene del mundo y la realidad que experimenta a través de la lucha.
Éste da lugar a la conciencia de clase, por la cual las y los trabajadores se oponen al poder de la clase dominante. Éste sería el “sentido correcto”, un importante paso adelante respecto al “sentido común”.
Entonces podría desarrollarse hacia una segunda etapa superior, hasta una identidad de clase común que trascienda los intereses sectoriales.
Después, “Un tercer momento es aquél en el que uno pasa a adquirir conciencia de que sus propios intereses colectivos van más allá de los límites colectivos de la clase estrictamente económica, y que pueden y deben convertirse en los intereses de otros grupos también subordinados”.
"Ésta es la fase más puramente política”. “Es la fase en la que las ideas previamente germinadas toman partido, entran en confrontación y conflicto, hasta que sólo una puede prevalecer”.
“Esto no solo conlleva la unificación de los objetivos políticos y económicos, sino también la unidad intelectual y moral, planteando todas las cuestiones en torno a las cuales se lucha en un plano ‘universal’, construyendo así la hegemonía de un grupo social fundamental sobre una serie de grupos subordinados”.
Como Gramsci explicó: “toda revolución ha sido precedida por un largo proceso de intensa actividad crítica, de surgimiento de una nueva cultura y de difusión de ideas a través de grupos de personas que inicialmente se resistían a ellas”.
Gramsci destacó la importancia del partido revolucionario: “por supuesto, no se le puede pedir a todos los trabajadores de la masa obrera que sean completamente conscientes de la compleja función que su clase está llamada a desempeñar en el proceso de desarrollo de la humanidad”.
“Pero eso sí que hay que pedírselo a los miembros del partido”. “El partido puede y debe, en su conjunto, representar esta conciencia más avanzada. De lo contrario no liderará a las masas sino que se verá arrastrado por ellas. Por lo tanto, el partido debe asimilar el marxismo”.
El partido y sus ideas no se pueden separar de la realidad diaria: “la teoría moderna [el marxismo] no puede oponerse a los sentimientos ‘espontáneos’ de las masas”. “Debe ser posible un intercambio de uno hacia otro, y viceversa”.

Chris Bambery

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