Haití siempre fue un mal lugar para ser niño debido a la secular pobreza sufrida por ese pueblo, pero tras el terremoto que devastó la capital y varias ciudades la situación de este vulnerable sector se convirtió en desesperada, no sólo por la cantidad de menores que perecieron durante el sismo, sino por la incertidumbre para los sobrevivientes, muchos de ellos heridos o desamparados.
De acuerdo con el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia, UNICEF, antes de la catástrofe unos 380 000 infantes vivían en refugios, asilos y hogares temporales, casi todos provenientes de familias desintegradas por la miseria o huérfanos porque sus padres sufrieron temprana muerte por enfermedades o violencia.
El terremoto vino a agudizar el problema pues, según UNICEF, unos dos millones de menores quedaron en total desamparo y no pocos padecen mutilaciones y graves heridas que les dejarán secuelas permanentes que comprometerá su futuro.
Nada simboliza mejor la situación de la infancia tras el desastre que el caso de un bebé de cinco meses que permanece abandonado en un hospital de campaña, sin nombre, con apenas un número para identificarlo y sin ningún medio al alcance de la mano para conocer quiénes son sus parientes o cómo saber que fue de ellos.
Otros miles deambulan por las calles junto a grupos de sobrevivientes con la esperanza de encontrar agua, comida o, tal vez, algún lugar para resguardarse.
Aún aquellos que lograron quedar bajo el amparo de padres, familiares o vecinos sufren con mayor agudeza las carencias generalizadas en una nación rota, donde las instituciones desaparecieron o son incapaces de reaccionar ante las ilimitadas necesidades abiertas por la catástrofe.
A pesar de que según la ONU ha mejorado la coordinación en la entrega de ayuda a los sobrevivientes, ésta aún es caótica y en ocasiones impera la ley del más fuerte –que no son los niños precisamente- para obtenerla.
Con el paso de los días otra amenaza se cierne sobre los infantes abandonados o huérfanos, las adopciones irregulares que muchas veces ocultan redes de traficantes internacionales de menores con destino a la explotación laboral o sexual.
Ante la información de que numerosos países, como Estados Unidos y Holanda, están acelerando procesos de adopción de niños haitianos, la UNICEF advirtió que la prioridad debe ser hallar hogares en el mismo país caribeño, si es posible con sus propios parientes o en caso contrario con familias dispuestas a ello, antes que favorecer adopciones internacionales.
Incluso la iglesia católica de Miami anunció un plan denominado “Pierre Pan” cuyo sólo nombre despierta evocaciones sombrías, para trasladar a grupos de niños sobrevivientes del sismo a refugios colectivos y después ser distribuidos a padres adoptivos en Estados Unidos.
Conciente de los peligros que se corren en momentos de tanta confusión y caos, la UNICEF reclamó "medidas eficaces para proteger a los niños contra todas las formas de violencia y explotación, incluida la violencia sexual y los secuestros bajo cobertura de adopción".
Haití perdió una generación como consecuencia del terremoto, lo que significa una desgracia extraordinaria y el reto ahora es proteger y preparar a quienes sobrevivieron para edificar de nuevo el país, tanto desde el punto de vista material, como social e institucional, no sólo para borrar las huellas del sismo, sino para evitar la repetición de semejante tragedia.
Guillermo Alvarado
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