Los desmedidos elogios a los partidarios de Pinochet no le hacen ningún favor a Mario Vargas Llosa, aunque de repente sí en los negocios entre manos. Ya conocemos que el escritor no da puntada sin nudo. El ajustado triunfo de Sebastián Piñera en Chile, se ha convertido en la cantera ideológica que necesitaba para emprender con nuevo vigor sus batallas perdidas contra la revolución bolivariana en América Latina.
El fracasado político en el Perú, derrotado en 1990 por un desconocido que apenas hablaba español como Alberto Fujimori, pretende hoy dar clases de democracia y desarrollo. Y lo hace cuando el neoliberalismo extremo, profesado por el otrora escritor progresista del “boom latinoamericano,” está de retirada en Estados Unidos y Europa. Para este propósito, en su último artículo periodístico, se vale de meter en el mismo saco a Uruguay y Brasil en una cultura democrática nos dice que, por supuesto, para cualquier observador imparcial no es ni puede ser la misma que la inexistente en México, Costa Rica, Panamá, Colombia y Perú.
Sólo un hombre alucinado podría comparar a los regímenes del Partido de los Trabajadores de Lula Da Silva en Brasil o del Frente Amplio de Tabaré Vásquez y ahora el que viene con Pepe Mújica, con la abrumadora putrefacción de gobiernos y sistemas de inmoralidad innata como los representados en México por Felipe Calderón o en el Perú con los “faenones,” la represión militarizada y el etnocidio amazónico en Bagua de Alan García o el de los narcos paramilitares favorecidos con la invasión norteamericana de siete bases del Pentágono, auspiciadas por la Casa Blanca y Álvaro Uribe. Acostumbrado a los sofismas, de pintar verdades por mentiras y mentiras por verdades, el escritor actual de las frivolidades burguesas intrascendentes ("Tía Julia y el escribidor," "Los cuadernos de don Rigoberto" "Pantaleón y las visitadoras," "Elogio de la Madrastra," "Travesuras de la niña mala," entre otras; y la de "El paraíso en la otra esquina," donde llega al colmo de desprestigiar la inmensa labor de Flora Tristán como feminista y luchadora social por la emancipación de la mujer y de la clase obrera, para reducir, a esta persona histórica, en una vulgar lesbiana y al gran pintor, su nieto, Paúl Gauguin en homosexual pervertido y no como el artista perseguido que fue por su innata rebeldía junto a Vicente Van Gogh.) pretende enredar a sus lectores haciendo comparaciones traídas de los cabellos.
Así, con esta manera de ser, Mario Vargas Llosa es de los individuos que sin ningún pudor puede ponderar a grandes poetas como César Vallejo o Pablo Neruda, ambos comunistas, sin asumirlos; y al mismo tiempo, reprobar a los sangrientos dictadores Francisco Franco y Augusto Pinochet, asumiéndolos en sus sucesores directos, es decir, en las personas de José María Aznar y Sebastián Piñera, sus íntimos amigos y socios ideológicos. Con el juego de palabras pretende este escritor aburguesado o intelectual de lujo como se cree, olvidar que su amigo Sebastián Piñera no sólo defendió a Augusto Pinochet, con uñas y dientes, sino acumuló su inmensa fortuna a la sombra de la corrupción de la junta militar de gobierno en sus 17 años de permanencia sangrienta en los destinos de Chile. Pero no sólo pretende ese olvido sino otros mayores que, tanto en España como en Chile, fueron el sueño político redentor de los dictadores que costó miles de muertos, desapariciones, persecuciones y violaciones imperdonables; pretende olvidar que estas infracciones redentoras sirvieron para consolidar el poder omnímodo de los dos tiranos hasta que murieran, sin castigo alguno, en la demencia senil de sus lúgubres camas familiares.
Justifica de este modo el otrora escritor social, convertido en cortesano habitual de la monarquía española, las prebendas miserables, el terror de la represión social, las torturas y el genocidio, necesarias de alguna manera para salvar el sistema democrático de sus herederos (Aznar y Piñera) en el pensamiento ideológico ultracapitalista y en la sistematización coercitiva de la sociedad. ¿Qué otra cosa puede defender Vargas Llosa cuando, engañando afirma: “La izquierda que ha gobernado el país estos últimos veinte años no ha sido la misma que subió al poder con la Unidad Popular y Salvador Allende”? Sí es cierto, no es la misma, porque no fue la izquierda la que gobernó Chile en los últimos años. ¿De dónde saca que la izquierda gobernó 20 años en Chile? El contrabando es atroz, poco serio para quien desea ser creído sin el riesgo de pasar por un ignorante político. Vargas Llosa sabe muy bien que la Concertación fue un acuerdo político para deshacerse de la dictadura, con muchas subordinaciones a ella. Y hasta aceptando, un numeroso cupo de senadores nombrados a dedo, por el sangriento dictador convertido por sí y ante sí en senador vitalicio: Augusto Pinochet. Ahora, de acuerdo a lo escrito, ya no sabemos dónde tiene la izquierda el acucioso sofista de la noveleta policial “La fiesta del chivo,” aquella donde el dictador y la dictadura de Rafael Leonidas Trujillo sólo son el pretexto narrativo. En esos 20 años que menciona ¿le parecen de izquierda los demócratas cristianos de Patricio Alywin y Eduardo Frei o los socialdemócratas Ricardo Lagos y la señora Michel Bachelet, todos ellos seguidores del neoliberalismo moderado?
Los documentos desclasificados de la CIA y el Congreso de Estados Unidos exhiben la intransigencia de Richard Nixon y de su Secretario de Estado, Henry Kissinger, ambos autores intelectuales y directos del golpe militar de Augusto Pinochet en Chile contra el presidente constitucional, Salvador Allende. Sin embargo, el inenarrable fabulador, Vargas Llosa, que presenció esa época y no se la contaron, afirma: “Su política (de Allende) de nacionalizaciones y de desenfreno fiscal provocó una inflación estratosférica, caos y empobrecimiento generalizado, lo que hizo posible el golpe militar y la sanguinaria dictadura de Pinochet.” La justificación de los asesinatos, el bombardeo a La Moneda, las caravanas de la muerte y el genocidio; de la inmensa corrupción, la inmoralidad y el enriquecimiento millonario sobre la sangre del pueblo, entre ellos el de Sebastián Piñera, no puede ser más explicita. Peor aún, Vargas Llosa justifica la sangrienta dictadura de 17 años cuando señala: “La Concertación aprendió la lección y ha gobernado con espíritu democrático, resucitando la vieja tradición legalista chilena, reconstruyendo el Estado de derecho y las libertades públicas, a la vez que manteniendo la economía de mercado y el aliento a las inversiones así como la disciplina fiscal.”
Bonita forma de aprender la cultura democrática pregonada por Mario Vargas Llosa. A más bala y bota militar, a más asesinatos y desapariciones, a más tortura y persecución, mejor enseñanza o aprendizaje de la lección. Resulta formidable para los verdaderos demócratas, para quienes creen en la democracia participativa, la conciencia social, la educación política del pueblo y por último en el valor de las decisiones populares y su voto, conocer el prístino pensamiento de uno de los intelectuales mejor cotizados en el mundo de las reparticiones, las sinecuras y los beneficios del mercado. Pero la euforia del escritor, por el triunfo del pinochetismo, no se queda sólo en la amistad íntima con Sebastián Piñera, de ahí se traslada a dar lecciones en el Perú alabando el régimen corrupto y criminal de Alan García. Allí en su tierra natal donde nadie lo acepta como el político fracasado que es, pretende ser escuchado y quiere convencer diciendo que “pese a los defectos de la democracia peruana, en los últimos años el país ha experimentado un progreso real y auténtico en economía y dará el gran salto si aplica diez años más el modelo económico actual. Creo que hasta ahora hemos avanzado mucho, pero lo que tenemos es precario. Puede desmoronarse. Hay una violencia social explícita y latente por los problemas del país que en un momento dado pude sembrar el desorden.”
Y no se ha preguntado el escritor ¿por qué existe una violencia social explícita y latente? Tal vez por vivir en España, a la diestra del Borbón Juan Carlos, no se ha dado cuenta de la realidad existente, pero se le puede explicar. La violencia social explicita y latente, la exclusión, es la parte fundamental, inherente a la política del modelo neoliberal que usted, Aznar, Piñera y Alan García, defienden sobre los cadáveres de la extrema pobreza, el hambre, el desamparo y la niñez abandonada; y esta violencia como en los fenómenos físicos es el efecto de una causa, no sólo en el Perú sino en toda América Latina. Por ejemplo, es una lástima que este intelectual de lujo, Vargas Llosa, al haber sido atendido a cuerpo de rey en la mansión de Piñera, no se haya enterado de la lucha de los pueblos originarios Mapuches ni de la represión ni de los asesinatos cometidos contra ellos. No hay peor ciego que el no quiere ver, el singular escritor de las frivolidades acondicionadas al mercado de los libros es capaz de engañarse a sí mismo con tal de aparecer virtuoso, ético, moral, severo en sus juicios políticos. Ya no se acuerda de cuando escribió “El pez en el agua” testimonio retorcido, a su manera, para rescatarse de la amargura y decepción sufridas por no llegar a ser presidente del Perú en 1990, cuando un desconocido japonés ahogo sus sueños de salvador de la patria. No se acuerda de los juicios expresados en ese libro y en sus conversaciones, respecto a la personalidad de Alan García a quien sindicó de corrupto, inmoral, ladrón, sinvergüenza, cínico, etc. hoy su amigo íntimo como Sebastián Piñera. No se acuerda de su artículo, Una montaña de cadáveres: carta abierta a Alan García, donde censura el genocidio de los penales de Lima en junio de 1986 (reproducido en Contra viento y marea.) En fin, la frágil memoria de Mario Vargas Llosa da para mucho más.
Esta frágil memoria olvida los acontecimientos recientes en el Perú y recomienda diez años más de la misma política de Alan García que todavía no ha cuajado lo suficiente nos recuerda: corrupción total, negociados y “petroaudios,” represión sangrienta a los pobres y a los pueblos originarios de la costa, la sierra y la selva; entrega absoluta de los recursos naturales del país a las empresas transnacionales, apropiación ilícita de los recursos del estado, impunidad a los ladrones, manutención de las mafias organizadas en el Congreso y el Poder Judicial, subsistencia de los obscenos e indignos medios de comunicación patronales, etc. Conocida situación nacional que en la TV limeña el escritor la invoca como una panacea que debemos repetir sin pensarlo dos veces y lo hace como un sumo pontífice con las siguientes palabras: “Creo que hasta ahora hemos avanzado mucho, pero lo que tenemos es precario. Puede desmoronarse.” Pues a ello se apuesta preciado narrador de las mentiras, ojalá se desmorone la putrefacción en la que el país está sumergido. No hay nada por hacer, Mario Vargas Llosa es un personaje de novela. Defiende lo indefendible con la seriedad propia del género histriónico. En materia política se ha convertido en una caricatura excéntrica latinoamericana, no sabemos cómo actúa en la corte monárquica española como invitado especial, súbdito del rey.
Carlos Angulo Rivas, poeta y escritor peruano residente en Canadá.
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