miércoles, enero 20, 2010

Jesús Menéndez: digno e incorruptible


A Jesús Menéndez intentaron comprarle la dignidad. Le ofrecieron un millón de pesos para que abandonara la lucha por los intereses de los trabajadores, en especial el pago del diferencial azucarero, logrado durante las negociaciones con Estados Unidos. Su respuesta resultó aplastante: sólo aceptaría si igual cantidad era entregada a cada trabajador. (1)
No era posible esperar otra actuación de aquel hombre que por capacidad y combatividad había sido electo como secretario general de la Federación Nacional de Trabajadores Azucareros, además de desempeñarse como secretario agrario de la Confederación de Trabajadores de Cuba (CTC), y ser miembro del Comité Nacional del Partido Socialista Popular (PSP) y representante a la Cámara.
Figuraba entre los valiosos líderes sindicales y del PSP que alertaban a las masas, y las dirigían en el enfrentamiento a las pretensiones del imperio del norte, de imponer sus designios económicos y militares en América Latina.
Ese proceder determinó que el imperialismo y los grandes propietarios del país se aliaran para destruir el movimiento obrero cubano, en lo cual contaron con la anuencia de los gobernantes y el apoyo de elementos infiltrados en el movimiento sindical, en su mayoría procedentes de la comisión obrera del partido auténtico (PRC).
Concibieron un plan destinado a apoderarse de la CTC y los sindicatos, lo cual lograron en 1947 mediante el concurso de pandillas gangsteriles que, encabezadas por Eusebio Mujal Barniol, desataron una ola de asaltos, crímenes e imposiciones.
A ello se sumó, en franca correspondencia con la intensa campaña internacional liderada por Estados Unidos contra el comunismo, un cúmulo de calumnias y mentiras que presentaban a los dirigentes unitarios de la CTC como un instrumento del PSP y de la Unión Soviética. Pero se impusieron la autoridad y el prestigio de la organización sindical y sus líderes unitarios.

Confabulación criminal

Cuando en 1947 el presidente Ramón Grau San Martín, plegado a los intereses estadounidenses y de los magnates del azúcar, se negó a pagar el diferencial azucarero, Menéndez convocó a los trabajadores a defender esa conquista bajo la consigna El diferencial en la punta de la mocha primero y la zafra después.
Desestimar el diferencial no solo significaba traicionar a los trabajadores azucareros, sino también a la nación, por lo que representaba para su economía.
El 15 de enero de 1948, Menéndez inició un recorrido por todo el país, destinado a reunirse con los trabajadores agrícolas e industriales vinculados al azúcar, y dirigentes sindicales de ese y otros sectores, para explicarles las pretensiones del gobierno en relación con el diferencial y recabar su apoyo si era necesario recurrir a la huelga.
En Yara, el 22 de enero, abordó el tren hacia Manzanillo, en el cual también viajaba el capitán Joaquín Casillas Lumpuy. Desde el primer momento, este se le acercó y al llegar a su destino pretendió detenerlo. Jesús se opuso, le dio la espalda y emprendió la marcha. Tres disparos salidos del arma de Casillas segaron su vida.
La conmoción popular generada por el vil asesinato obligó a enjuiciar al criminal y condenarlo; pero por poco tiempo. La desvergüenza imperante en Cuba se impuso: como premio por el servicio prestado en la lucha contra el comunismo, el tirano Fulgencio Batista lo puso en libertad, y en enero de 1953 lo ascendió a comandante, el 14 de marzo de 1957 a teniente coronel,
y el 26 de diciembre de 1958 a coronel y jefe del Regimiento No. 3 Leoncio Vidal, en Santa Clara, donde dos días más tarde los rebeldes, bajo el mando del comandante Ernesto Guevara, comenzaron la batalla por la toma de la ciudad.
A las tres de la madrugada del 1º de enero de 1959, supo Casillas queBatista había huido. De inmediato abandonó el regimiento con el pretexto de realizar una inspección. Horas más tarde fue detenido entre Santo Domingo y Manacas.
El teniente coronel (r) Roberto Espinosa Ruiz, uno de los combatientes rebeldes que el 2 de enero de 1959 se presentaron en la cárcel de Santa Clara en busca de Casillas Lumpuy, para procesarlo por sus innumerables crímenes, contó a Trabajadores:
“Cuando lo conducíamos hacia la camioneta en que sería trasladado, Casillas se aferró a la puerta de la cárcel y tuve que empujarlo en dos ocasiones para que subiera. Al percatarse de que sobre el vehículo había un rebelde armado, subió rápidamente e intentó arrebatarle el arma, con el claro propósito de disparar contra nosotros; ante ese proceder nos vimosobligados a ultimarlo”.

(1) Testimonio ofrecido a la autora por Suilberto Bello Olazábal, entonces secretario agrario del central Jaronú, en Ciego de Ávila, en enero de 2008

Felipa Suárez Ramos

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