lunes, enero 18, 2010

Sáhara Occidental: no hay solución bajo el capitalismo

La huelga de hambre de Aminatu Haidar, dirigente del Frente Polisario saharaui, en el aeropuerto de Lanzarote tras su expulsión de Marruecos, y su posterior regresó a El Aiún donde permanece encerrada en su casa bajo vigilancia de las autoridades marroquíes, ha vuelto a poner en primera página la situación del Sáhara Occidental. El problema saharaui es otro de los legados del imperialismo en África, un territorio desértico, olvidado durante años y que adquirió una importancia extraordinaria al descubrirse en su territorio ricos recursos naturales.
Fue colonia española desde 1894, con escaso valor económico para la burguesía española excepto como una manera de contrarrestar el dominio del imperialismo francés en la región y también como protección de Canarias y sus ricas aguas pesqueras. Así permaneció hasta los años cuarenta cuando se encontraron los yacimientos de fosfatos más grandes del mundo, además de contar con el banco pesquero más importante del mundo, en 1974 el Banco Mundial calificó el Sáhara Occidental como el territorio más rico de todo el Magreb.

El régimen franquista abandona el Sáhara

A principios de los setenta el régimen franquista vivía sus últimos coletazos y se enfrentaba a una situación prerrevolucionaria, lo que menos deseaba en ese momento era verse implicado en una guerra colonial en el Sáhara, sobre todo después de ver el efecto que las desastrosas guerras coloniales de Mozambique y Angola tuvieron para la dictadura portuguesa y que se convirtieron en un factor importante de la revolución portuguesa de 1974.
La monarquía marroquí desde los años sesenta también atravesaba una situación delicada debido a movilizaciones estudiantiles, huelgas, insurrecciones campesinas, dos intentos de golpe de estado y rebeliones armadas. Así que Hassan II reivindicó el derecho marroquí sobre el territorio saharaui, no sólo por su valor económico, sino que utilizó el tema saharaui para azuzar los sentimientos nacionalistas y chovinistas y así desviar la atención de las masas marroquíes de sus problemas más acuciantes y evitar la caída de la monarquía.
El régimen franquista retiró en 1974 las tropas del Sáhara y prometió al pueblo saharaui la celebración de un referéndum de autodeterminación para 1975. Esto era algo inaceptable para el régimen marroquí porque era consciente de que si se celebraba ese referéndum ganaría claramente la opción de la independencia.
En 1975 Hassan II lanzó la famosa Marcha Verde formada por 350.000 personas para iniciar una ofensiva militar por el Sáhara Occidental, eso era lo último que necesitaba la dictadura franquista y no dudó en firmar un acuerdo secreto con Marruecos donde a cambio del Sáhara, Marruecos renunciaba a sus pretensiones sobre Ceuta y Melilla, garantizaba los intereses pesqueros españoles y conseguía el 35% de la explotación de los fosfatos.
En noviembre de 1975 Marruecos invade el Sáhara y decide anexionarse el territorio, la ocupación marroquí fue brutal, provocó una huida masiva de saharauis que fueron atacados con fósforo y napalm, fueron perseguidos y el ejército marroquí disparó indiscriminadamente contra los que huían por el desierto. Dos tercios de los saharauis se fueron al exilio y los que se quedaron se han enfrentado a la represión, detenciones masivas y hay más de 500 saharauis que siguen oficialmente desaparecidos.

Jugosos beneficios para el régimen marroquí

Actualmente el Sáhara Occidental está dividido en dos: la parte costera occidental ocupado por Marruecos, en esta zona es donde se concentran los yacimientos de fosfatos, y la franja oriental fronteriza con Argelia y Mauritania que se conoce como los Territorios Liberados. Las dos partes están separadas por un muro que Marruecos comenzó a construir en 1980 y que mide 2.720 kilómetros, rodeado de minas, bunkers, con una compañía militar marroquí cada 5 kilómetros y un radar por cada 15 kilómetros, se calcula que actualmente hay estacionados a lo largo del muro más de 100.000 soldados.
Los saharauis que lograron huir viven en cuatro campos de refugiados en Tinduf (Argelia), en ellos hay más de 160.000 saharauis, los campamentos son una enorme extensión de piedra y arena en medio del desierto, con poca agua y vegetación, viven en haimas o casas hechas con un puñado de arena, sin suficientes reservas de alimentos, con 50 grados de temperatura en verano y en unas condiciones infrahumanas.
El régimen marroquí ha contado siempre con el apoyo de las principales potencias imperialistas, sobre todo Francia, que acapara el 60% de las inversiones extranjeras en Marruecos y también EEUU que tiene en la monarquía marroquí su principal aliado en la región. Actualmente Marruecos es el país árabe o africano (exceptuando a Egipto) que más ayuda recibe de EEUU. Pero también durante todos estos años, los distintos gobiernos españoles (incluidos los gobiernos del PSOE) han apoyado activamente al régimen marroquí y han guardado silencio ante las atrocidades cometidas en el Sáhara (y en Marruecos), todo para no poner en peligro los beneficios de las empresas pesqueras españolas.
La monarquía alauita no está dispuesta a abandonar incondicionalmente el Sáhara Occidental porque eso significaría renunciar a unos jugosos beneficios. Gracias a los yacimientos de fosfatos saharauis Marruecos es el primer exportador y tercer productor mundial de fosfatos, un material de tremenda importancia para la industria de la cosmética y alimentación entre otras, y es el propietario de tres cuartas partes de las reservas mundiales. Mohamed VI dirige el país a través de una brutal dictadura donde están suprimidos los derechos democráticos fundamentales. Además el monarca controla directamente la mayor parte de la tierra cultivable y las principales industrias. Según publicaba la revista Forbes (17/6/09) en un artículo titulado El rey de la roca, en referencia al fosfato, Mohamed VI es uno de los 15 monarcas más ricos del mundo y la mayor parte de sus ingresos proceden de la industria del fosfato. En 2008 fue el único monarca en el mundo que incrementó su riqueza, entre 1.000 y 2.500 millones de dólares netos. Sus negocios representan el 6% del PIB del país. Al otro lado de esta obscena riqueza está la pobreza en la que vive un 20% de la población, el salario mínimo de un trabajador marroquí es de 200 euros mensuales y el nivel de precios en ciudades como Casablanca es similar al de Madrid.

¿La ONU es la solución?

A principios de los años noventa la ONU crea una misión para resolver el conflicto saharaui y la celebración del prometido referéndum de autodeterminación. Se han propuesto varios planes pero ninguno ha recibido el visto bueno de las dos partes, por un lado el gobierno de Marruecos y por otro el Frente Polisario. Uno de los principales escollos para la celebración del referéndum es la cuestión del censo. Actualmente el único censo que existe es el que hizo el gobierno español en 1974, el problema es que omite a muchos de los que están asentados fuera de las fronteras artificiales del Sáhara Occidental. Marruecos se opone además a este censo porque no incluye a los miles de marroquíes que a lo largo de estos últimos años se han asentado en territorio saharaui y que votarían en contra de la independencia del Sáhara.
El primer plan de paz de la ONU fue en 1991, conocido como Plan Baker o Tercera Vía, pero fue rechazado. El último plan propuesto fue en 2003 y se conoce como Plan Baker II. Este plan es inaceptable para los saharauis porque otorga unos poderes y competencias al gobierno marroquí que actualmente no tiene. En primer lugar acepta incluir en el censo a todos los colonos marroquíes independientemente del tiempo que lleven viviendo en territorio saharaui. Establece una autonomía para el Sáhara bajo soberanía marroquí, se elegiría un Consejo Ejecutivo con competencias pero la bandera, moneda, aduanas, política exterior e interior, policía y justicia estarían bajo el control de Marruecos. Además se dividiría en dos partes, Marruecos se quedaría con el norte, donde está la mayor parte de la riqueza y el referéndum se celebraría 5 años después de la autonomía.
La ONU ha gastado más de 500 millones de dólares en buscar una solución al problema saharaui y 35 años después está más lejos que al principio. El pueblo saharaui no puede confiar en un organismo que ha demostrado constantemente estar al servicio de los intereses de las grandes potencias imperialistas.
La única solución es la lucha revolucionaria de los saharauis con los jóvenes y trabajadores marroquíes contra el mismo enemigo común: la lucha por el derrocamiento de la despótica monarquía marroquí, contra el capitalismo y el imperialismo que son los responsables de la situación que sufren tanto el pueblo saharaui como el marroquí.

María Castro

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