Los ajeros. Allá, en Rodeo del Medio, Maipú. Sí, en Mendoza. Los trabajadores de la tierra más maltratados por los dueños de todo. En estas páginas ya fueron protagonistas. Pero los dueños del ajo argentino no cejan en sus ansiedades de ganar en vez de repartir a cada uno lo suyo como aconsejan la racionalidad y la justicia entre los seres humanos. Aunque los ajeros tomaron conciencia de la explotación que sufren. Ya volcamos sus sentimientos ante la explotación, sus sueños de reivindicación. Que sus manos cosechadoras sean respetadas. Los ajeros, casi en su totalidad, bolivianos. Explotados en la tierra donde San Martín inició su marcha hacia la libertad de los pueblos latinoamericanos sin caer en la necedad y el egoísmo bastardo de las fronteras. En ese puente a la libertad que fue Mendoza, hoy se explota justo a los hijos de esas tierras su-damericanas que tendrían que ser hijos de una tierra para todos.
Los ajeros son explotados por los intermediarios que se quedan con parte de la paga de los recolectores. El convenio colectivo establece un valor por caja cosechada que no se respeta. Actualmente trabajan diez horas por día. Recordemos que los obreros argentinos comenzaron a luchar por la jornada de ocho horas en 1890.
Nuestros ajeros exigen que el trato sea directamente con los patrones y no con los intermediarios llamados “cuadrilleros”. Se ejerce violencia contra los ajeros, como la que le ocurrió a Dalmiro Condory, que fue atropellado por una camioneta, en tanto que a otros ajeros les fueron arrojadas piedras cuando trabajaban. Las condiciones de trabajo llegan hasta la humillación: “Hacen dormir hasta tres parejas por habitación con sus chicos”, declaran. En algunos lugares reinan condiciones como las de los esclavos antes de 1813. En ese sentido ha comenzado a actuar la Unión de Trabajadores Rurales y Estibadores (Uatre), que recordó a los patrones que los recolectores del ajo están comprendidos bajo el régimen de trabajo agrario, Ley 22.248.
El delegado general de esos trabajadores declaró: “No pueden seguir tratándonos en condiciones infrahumanas, nos llevan como animales en los camiones hacia las fincas, a las 4 de la madrugada, nos devuelven a la hora que sea y pagan una miseria”. A los trabajadores bolivianos los tienen “en negro, no les quieren tramitar el documento, se demoran un montón, Migraciones no se hace presente”. Uno de esos trabajadores bolivianos agregó: “No tenemos derecho a nada por culpa de que no tenemos documentos... No queremos ser esclavos de estos grandes empresarios que nos llevan a los galpones contratados por terceras personas, los cuadrilleros, que se están haciendo ricos a costa de todo el trabajo de esta gente”.
El ajo se ha convertido en un gran negocio para los empresarios. Para la temporada 2010-1011 se alcanzaron las 12.127 hectáreas cultivadas, 3400 más que la temporada pasada, lo que significa un crecimiento del 39 por ciento. Unas cifras para volcar a dar más dignidad a quienes llevan a cabo el trabajo pesado.
Conocemos a los ajeros y sabemos que no darán marcha atrás ni agacharán el lomo. Han demostrado siempre dignidad en todas sus luchas. Las instituciones gubernamentales tendrían que propender a la conformación de cooperativas de trabajadores, ayudarlas a democratizar de esa manera el negocio de los productos de la tierra. Hasta lograr la “noble igualdad” que cantamos en nuestro Himno desde 1813.
Luchar por ello es hacerlo por la verdadera democracia. Y en otros aspectos, nuestro pueblo lo está logrando. Lo que acabamos de vivir en la patagónica Puerto Pirámides es algo que parece de ficción. Pero es auténtica realidad. Ayer se procedió a bautizar todas sus calles con nombre. En la forma más democrática que se puede pensar: con el voto de todos sus habitantes mayores de 12 años. Fue una iniciativa de docentes, aprobada de inmediato por los representantes municipales. Fueron votados así nombres de antiguos pobladores del pueblo originario tehuelche, como Yanquetruz, Sayhueque e Inacayal; y también hombres y mujeres con un rol protagónico en la historia de la Patagonia: Peones Patagónicos (por los fusilados en 1921), Antonio Soto y Facón Grande (dirigentes de la huelga rural de 1921), Dr. Mario Abel Amaya (abogado de derechos humanos, víctima de la dictadura de Videla), el nombre del autor de La Patagonia rebelde, etcétera.
¡Cómo finalmente triunfó la ética en la Historia! Ningún nombre de militares de la Campaña del Desierto, tampoco el del discutido Perito Moreno, ni mucho menos de los militares que fusilaron a las peonadas de 1921.
Puerto Pirámides estuvo sumido en dos días de fiesta –con actos que continuarán hoy– y dio una lección de democracia a todo el país.
Por ejemplo a Balcarce, esa ciudad en la provincia de Buenos Aires que todavía hoy conserva una estatua del dictador general Uriburu, el primer golpista argentino, quien derrocó a Hipólito Yrigoyen en 1930. Un monumento inaugurado durante la Década Infame y que ningún gobierno democrático se atrevió a tirar abajo. Pero ya se organizó una comisión que ha comenzado la gestión con gran entusiasmo, aunque choca con los intereses de acaudaladas familias que protegen el bronce del militar fusilador. La Comisión para el Cese de Homenajes al Dictador Uriburu me ha escrito que “en la ciudad de Balcarce, la democracia y la dignidad de hombres y mujeres aún sigue mancillada con la permanencia del monumento al dictador Uriburu y con la denominación de una de las más importantes avenidas del lugar con su nombre”.
En ese sentido presentaron un proyecto al Concejo Deliberante, que hasta ahora no lo ha tratado. A pesar de que el año pasado la comuna de Tandil “resolvió remover el memorial construido en 1932 en una plaza pública en honor del dictador, erigiendo en su lugar el ‘Monumento a la Democracia y contra los golpes de Estado’. También el Concejo Deliberante de Necochea resolvió poco tiempo atrás el cambio del nombre de una avenida que llevaba el nombre de ese dictador en la localidad de Juan N. Fernández, ubicada dentro de ese distrito”. En los últimos tiempos, también las comunidades de las escuelas 2 de Bolívar, 4 de Zárate y 19 de San Martín acordaron quitar el nombre de “José Félix Uriburu” de sus establecimientos educacionales.
La Comisión balcarceña señala: “La vigencia del homenaje al dictador implica un pésimo ejemplo para nuestros jóvenes a los cuales les hablamos de democracia y Constitución, pero le imponemos un homenaje a quien tanto nos dañó” (esa comisión recibe adhesiones en el O2266-15676764).
Pero el sentido de responsabilidad ciudadana no se detiene en Balcarce. Continúa, por ejemplo, en Morón, donde el Concejo Deliberante acaba de ordenar el cambio de nombre de la calle Ataliva Roca por el de Delicia Córdoba, Madre de Plaza de Mayo ya fallecida. Es increíble el grado de sumisión de ciertos representantes del pueblo que impusieron el nombre de Ataliva Roca no sólo a calles de diversas ciudades sino también a una población en La Pampa. Sólo por ser el hermano del general genocida Julio Argentino Roca. Todo ello a pesar de la definición de Sarmiento, quien –muy pícaro– ideó el verbo “atalivar”. Sarmiento escribía: “El general Roca hace sus negocios y su hermano ataliva”. Que quería decir “cobra la coima”. Bien, ahora para Morón se acabó esa humillación y esa calle tendrá el nombre de una heroica Madre de Plaza de Mayo que salió a la calle a reclamar por el secuestro de su hijo y de todos los hijos desaparecidos.
Son medidas que hacen bien al futuro de nuestra democracia. Nombres de dictadores y asesinos que son cambiados por los de verdaderos héroes y heroínas del pueblo. Paso a paso vemos que vamos en busca de una verdadera democracia, que de alguna manera es decirle no a la muerte y sí a la vida, a la convivencia, a la paz. Aunque queda mucho por hacer. No debemos conformarnos con revisar nuestra historia sobre la base de los principios de la ética y de los que defendieron la vida sino que, por lo menos, debemos dejar fundada una sociedad sin niños con hambre, ni villas miseria. Es decir, intentar fundar una verdadera democracia. Un país como soñaron aquellos hombres de Mayo.
Osvaldo Bayer
No hay comentarios.:
Publicar un comentario