domingo, noviembre 21, 2010

MARX: ¡RESUCÍTANOS!


En "Resucitar a Marx" Manuel M. Navarrete ofrece una reseña del libro sobre el El Capital de Carlos Fernández y Luís Alegre, en la cual anuncia (además de la propia reseña) la aportación de "ciertas claves" para los presuntos lectores de la obra de Marx que "a priori" (en castellano: de antemano) pudieran considerarla "áspera".
El título del escrito no es muy afortunado: "Resucitar a Marx", implica que Marx está muerto. En todo caso, los que estamos muertos somos nosotros, y es Marx quien puede resucitarnos si somos capaces de comprenderlo (quede claro que hablamos de pensamiento y no de individuos, aunque los "occidentales" seamos casi unos muertos-vivientes).
Dice Navarrete que los autores "exponen tesis que, sin duda, van a dar mucho que hablar. Sin embargo, se piense lo que se piense de dichas tesis, nadie podrá discutir que esta nueva obra constituye un novedoso instrumento desde el que acercarse a El Capital y arrojar luz sobre sus implicaciones". Bueno, que algo sea nuevo no significa que sea bueno. Esto no es un buen argumento.
Sigue Navarrete diciendo que los autores se percataron de un error en la argumentación:
"el problema surgió a partir del desconcertante hecho de que Marx, después de haber expuesto en el libro I de El Capital que toda mercancía tiene un valor de uso y un valor (de cambio), nos informa, en el libro III, de que las mercancías... no se venden a su valor (tal como éste concepto había sido definido en el libro I), sino a su "precio de producción". ¿Qué sentido tiene entonces la ley del valor? ¿De qué fenómeno puede dar cuenta? ¿Qué realidad invisible puede sacar a la luz? ¿Para qué, en suma, la pone en juego Karl Marx?"
Tanto Navarrete como los autores citados cometen un primer error, que consiste en tratar el material no publicado por un autor (máxime tratándose de alguien tan meticuloso y riguroso como Marx) como si efectivamente lo hubiera sido. Marx sólo publicó el primer tomo de su gran obra, hecho que se nota tanto en el estilo como en los contenidos; por lo tanto, los tomos II y III hay que tratarlos como materiales auxiliares. Otra manera de afrontar la obra de Marx puede resultar en un buen ensayo, pero no en un trabajo científico.
El segundo error estriba en no leer detenidamente el primer capítulo de El Capital, donde no se menciona para nada la supuesta "ley del valor". Tampoco dice Marx que "toda mercancía tiene valor de cambio", sino que los objetos susceptibles de ser mercancía tienen un valor, que precisamente consiste en su "precio" de producción, al contrario de lo que dicen Navarrete y los autores del libro reseñado (que lo "descubren" en el tomo III), aunque sea un precio "en especies". Sin embargo, este valor que se determina en función del coste de producción tan sólo se manifiesta en la forma de valor relativo que se actualiza cuando se enfrenta a otra mercancía que ostenta la forma equivalente. Sólo en esa relación una mercancía tiene valor de cambio, y este valor de cambio, como se sabe, no tiene por qué coincidir con el precio de producción o valor. Cuando se hace una lectura economicista de conceptos filosóficos ocurren esos lapsus. Das Kapital es una obra más filosófica que económica, como la teoría del Big Bang es más filosófica (mala filosofía, empero) que física, con la diferencia de que la obra de Marx estudia la realidad, mientras que el Big Bang es ciencia ficción.
Sigamos con Navarrete:
"Para empezar, hay que tener en cuenta el dispositivo conceptual que Marx desarrolla en la Sección 1ª del libro I de El Capital. El pensador alemán [...] genera unas condiciones artificiales de laboratorio que le permiten aislar determinados fenómenos."
Bueno, lo que Marx dice es que las ciencias naturales pueden hacer esto que dice Navarrete, y utilizar el microscopio y los reactivos químicos, mientras que en su caso sólo dispone de la capacidad de abstracción. Esta gran capacidad de abstracción le permite aislar lo esencial de la forma de valor, y desarrollar paso a paso su dialéctica: forma simple: (forma relativa-forma equivalente); forma general y forma dinero, que no son formas de las cosas (no olvidemos esto) sino de nuestra percepción de las cosas, y de las relaciones de éstas a través de nosotros.
Más adelante Navarrete se pregunta:
"Pero ¿cómo se llega a esta situación, que ahora nos parece tan natural, pero que no deja de ser absurda, en la que unas personas son compradoras ricas y otras vendedoras pobres de fuerza de trabajo? ¿Cómo se desemboca en un mundo en el que unos hombres "eligen" trabajar gratis para otros durante varias horas al día (las horas en las que producen el plusvalor) y en el que el intercambio (fuerza de trabajo vs salario) no se da entre valores equivalentes (mundo en el que no rige, por tanto, el principio republicano de igualdad)?"
¡No en vano Marx proclamó no ser marxista! Marx siempre sostuvo que el intercambio entre salario y fuerza de trabajo es un intercambio de equivalentes, ya que la fuerza de trabajo se compra ni más ni menos que como cualquier otra mercancía por su precio en el mercado; un precio de mercado que, además, viene determinado (con mayor o menor margen) por su precio de producción. Esto no obsta para que se produzca el "milagro" de que la peculiaridad de la mercancía fuerza de trabajo sea la de producir más valor que el que cuesta: es la gallina de los huevos de oro. Siguiendo su lógica voraz, el capitalista se las ingenia para conseguir el máximo de huevos de oro por gallina y unidad de tiempo. Aunque ahora mismo del oro tan solo queda el resplandor, que transita, a la velocidad de los bits, entre ordenadores.
Por lo que hace a la acumulación originaria, Marx pone de manifiesto simplemente que la esclavitud cambió de apariencia para convertirse en trabajo asalariado: la única diferencia fundamental es que el esclavo sabe que lo es mientras que el asalariado cree ser libre. La fase capitalista sigue siendo, para Marx, una etapa (quizás la última) en la prehistoria de la humanidad.
En relación a los diferentes procesos por los cuales los precios de las mercancías (incluidos el dinero y la fuerza de trabajo) sufren variaciones, Marx es suficientemente explícito en su análisis de la mercancía en el tomo I.
Desconcertado por los "descubrimientos" de la obra reseñada, Navarrete se plantea lo siguiente:
"Pero, entonces, ¿qué sentido tiene para Marx la ley del valor? ¿Por qué Marx, al inicio de El Capital, nos remite a un mercado generalizado de equivalentes, si éste nunca ha existido históricamente? ¿Por qué al final del libro I introduce lo que, sólo en apariencia, sería una auto-enmienda? ¿Y por qué en el libro III, miles de páginas más tarde, nos aclara finalmente la cuestión de los precios? ¿Qué sentido tiene, en suma, el desconcertante orden de los capítulos y libros de El Capital?"
Respuestas: 1.- no existe la ley del valor; 2.- Marx hace una exposición genética-dialéctica-sincrónica de la mercancía (nada de "mercado generalizado de equivalentes"); 3.- ¿qué auto-enmienda?; 4.- el mismo Marx nos dice que el secreto de todo Das Kapital está en la "forma simple"; 5.- si el orden es desconcertante quizás sea porque no es del propio Marx.
Prosigue Navarrete:
"Para fundamentar el concepto de explotación, era estrictamente necesario construir previamente el concepto de plusvalor (y los conceptos de trabajo necesario y plustrabajo, dando cuenta de cuántas horas diarias trabaja el obrero para sí mismo y cuántas lo hace gratuitamente para engordar la fortuna del capitalista) y, obviamente, este concepto de plusvalor no podía construirse sin la teoría del valor. También es significativo que Marx abandone, desde el principio, la denominación "valor de cambio", para hablar de algo diferente: el "valor".
Este planteamiento no se corresponde con el de Marx. Para Marx el capitalista compra la fuerza de trabajo para x tiempo por el precio que ésta tiene para éste x tiempo en el mercado. Por lo tanto, durante todo este tiempo x la fuerza de trabajo es propiedad del capitalista; si en este tiempo x que el capitalista paga la fuerza de trabajo produce un valor superior al de su precio hay que buscar la explicación en otro lado, en el hecho olvidado de la alienación de la sociedad, que hace posible que las formas que proyectamos sobre las cosas se nos aparezcan como propiedades de estas cosas. Es por ello que Marx se refiere a estos procesos como formas: forma de valor del producto del trabajo; forma de mercancía; forma relativa; forma equivalente... todo son proyecciones nuestras (formas) sobre los objetos y procesos. La teoría económica es, por tanto, en buena parte el uso de la matemática en el mundo de los espíritus. Dejemos de buscar la racionalidad en la alienación y reconozcamos que estamos alienados.
En lo tocante a la supuesta "ruptura epistemológica" de Marx (que aduce Navarrete como un hecho contrastado) ya he dicho lo que pienso de esta frivolidad en otros textos: es simplemente el resultado de una mala lectura del primer tomo y concretamente del primer capítulo.
¡En fin! No se trata de resucitar a Marx; lo necesario es que sepamos ver la realidad a través de sus ojos... aunque seguramente no será suficiente (quizás debamos usar también las manos, la fuerza material de la teoría).

Jordi Soler Alomà

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